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Al golpito (que no despacito)

Siempre han existido los tópicos sobre el carácter de los canarios, que han tenido el histórico culmen cuando nos han llamados aplatanados, para jugar con nuestras producciones plataneras. Es verdad que el clima influye en los comportamientos sociales, y es claro que en el Sur se vive más en la calle, mientras que en el Norte el frío hace que la vida sea en lugares cubiertos. Pero de ahí a que eso se relacione con poca actitud hacia el trabajo va un trecho. El canario ha tenido que luchar contra casi todo, empezando por el territorio, y hay que ver la constancia y el tesón de nuestra gente en lugares como La Geria lanzaroteña, o en los bancales en terrazas de nuestras medianías, para aprovechar el terrero o para proteger una sola planta de vid contra el viento. Sobra mencionar las mil iniciativas relacionadas con el agua, que ahora parece ser un problema mundial, pero que en Canarias viene de siempre.
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¿Qué fue de aquellas coronas de laurel?

Desde siempre, las estrellas de algunos deportes se convierten en mitos. La corona de laurel que era el gran premio a los atletas griegos les daba prestigio y también un modo de vida, porque el atleta era una luz para los más jóvenes. Así sigue siendo hoy, y aplaudimos con emoción los triunfos en natación, atletismo, baloncesto femenino o voleibol. Muchos deportistas son profesionales o quieren serlo y a trancas y barrancas consiguen alcanzar ese laurel que suele ser una medalla o una copa. Luego está el fútbol, y ahí se disparan las cifras y se fanatizan los razonamientos. Te dicen que un futbolista debe ganar mucho dinero porque su vida deportiva es corta, pero lo cierto es que la mayor parte de ellos siguen ligados luego a profesiones cercanas al deporte, aunque no sea con salarios como los que cobraban cuando estaban en activo. Está establecido por convenio que un futbolista de primera división cobre al menos 155.000 euros al año, a los que habrá que sumar las primas por objetivos.

Es decir, que en solo cinco años de carrera un futbolista cobra aproximadamente lo mismo que en 35 años de vida profesional de alguien que trabaje en la policía, los bomberos, la docencia o en enfermería. Si hablamos de otras profesiones, la comparación podría ser más dura. Por ello, lo de la corta vida deportiva es una disculpa que usan los clubs para entrar en el mercado-subasta de los servicios de los mejores. Si hablamos de los grandes equipos, los salarios son diez veces más altos, y entonces el cuento de la corta vida deportiva se convierte en fábula, y en ciencia-ficción cuando hablamos de las cifras que llegan a las cuentas de los más renombrados.

eurrosneymart.JPGY ya se vuelve irracional si hablamos de media docena de nombres, alrededor de los cuales los millones se cuentan por docenas, no solo por los servicios deportivos sino por derechos publicitarios, que a veces superan las ganancia en el equipo y en muchos casos condicionan decisiones deportivas porque también se trata de vender camisetas. Continuar leyendo «¿Qué fue de aquellas coronas de laurel?»

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Fascismo no con mi móvil

mov 22.JPGNo sé si por la cercanía a la vergonzosa fecha del 18 de julio, circulan por la redes sociales chistes y recordatorios de marcado corte reaccionario, por no llamarlos de otra manera. Los chistes, con apariencia de humoradas, suelen contener una carga ideológica fascista que va saltando de móvil en móvil sin que muchas de las personas que los reenvían se den cuenta del odio que transmiten y la poca gracia que tienen. Esto viene a hacer llover sobre mojado, porque abundan las informaciones tendenciosas que inventan quienes quieren reescribir la historia de la II República y una guerra civil que a este paso va camino de durar cien años en las mentes enfermizas de quienes parecen empeñados en repetirla. Aunque a veces vemos esos trabajos de sorriba en periódicos supuestamente serios, donde más abundan es en blogs minoritarios o pequeñas publicaciones digitales, que no importa cuántos seguidores directos tengan, porque luego se multiplican en las redes sociales. Continuar leyendo «Fascismo no con mi móvil»