La vida y el juicio de la historia

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Tristes guerras
si no es amor la empresa.
Tristes, tristes.
Tristes armas
si no son las palabras.
Tristes, tristes.
Tristes hombres
si no mueren de amores.
Tristes, tristes.

Cancionero y romancero de ausencias
(Miguel Hernández).

***

Los hechos acaecidos en Cataluña en la última semana me han dejado sin palabras. Creo que la vida es un don que llevó millones de años hacerse posible, y la vida inteligente es un misterio. La vida tiene su ritmo, se extingue y se renueva siguiendo su propio ciclo, que puede romperse; un ser humano puede quitar la vida a otro sin proponérselo, accidentalmente, pero no consigo entender que haya quien pueda segar deliberadamente una rareza tan singular, al menos en esta parte del Universo. Supongo que a veces sucede porque no hemos aprendido a valorar ese don, ese misterio. Por ello estaré siempre en contra de quien quita la vida a otra persona. Nunca hay una razón con peso suficiente para justificarlo, salvo la legítima defensa de la propia vida o de otras inocentes.
Triste es la guerra -dicen que vivimos una-, y resulta muy doloroso que personas que tienen el deber de liderar el diálogo utilicen la muerte con mezquindad. Hay quienes han sabido estar en su sitio, pero también quienes aprovechan el río revuelto para mentir, tergiversar, confundir… Crear más odio. Y en todos los colores del espectro (des)informativo y político. Podría aludir a citas, proverbios o frases bíblicas sobre el odio, la sangre y la venganza, pero serían tomadas del mismo modo y añadirían más confusión (de hecho, he dudado si escribir o no este folio). Soy menos pretencioso, o tal vez más: solo pido a los políticos, responsables institucionales, periodistas, tertulianos y personajes con capacidad para hacerse escuchar que actúen y hablen con sentido común; y a los que aprovechan el ruido para seguir embarullando, que sepan que están despertando al monstruo del fracaso colectivo. Utilizar el discurso de la confusión y la manipulación interesada genera más odio, y no solo es inmoral y mezquino, sino que hará finalmente que ese monstruo engulla también a quienes lo engordan. Echo de menos la presencia de los líderes elegidos en las urnas, creando opinión constructiva. No es momento de vacaciones, chiringuitos y relax veraniego, y mucho menos de sembrar de minas la confianza entre distintos sectores. Tampoco es hora de esconderse. Mezclar esta tragedia con las politiquerías es abominable. Ahora, de una vez, toca la POLÍTICA, otra cosa no cabe. De lo contrario, la factura de la historia será terrible, y su juicio implacable.

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