Música, maestro, paren la guerra

zzzzcielo lili.JPGEl alto el fuego precario que se ha acordado en Siria me trae a la memoria uno de los episodios más curiosos alrededor de la inutilidad de la guerra y la fuerza de la música. Hay un libro de la ensayista catalana Rosa Sala Rose que analiza los orígenes de la canción Lili Marleen, un fenómeno muy curioso, que se convirtió en mito para las tropas alemanas y luego incluso para las aliadas, que escuchaban en las trincheras heladas una canción que hablaba de la despedida de una pareja en la puerta de un cuartel cuando él se iba a la guerra. Servía para los alemanes, pero cuando los soldados aliados la escuchaban desde sus posiciones sentían la misma emoción que los alemanes. Radio Belgrado la emitía todos los días a las nueve de la noche, dos veces seguidas, y cuentan que a esa hora solían enmudecer las armas en los frentes de Europa y el norte de África para escuchar la canción. Seis minutos en los que la música hacía parar la guerra. En el campo de batalla no hay más ideología que la de la supervivencia y la nostalgia de una vida que no saben si volverán a recuperar o que no han tenido la oportunidad de vivir (también puede sentirse nostalgia de lo no vivido). Siempre relacionamos Lili Marleen con Marlenne Dietricht, que hizo versiones en inglés y en alemán, pero en el origen es una canción que incluso no era del gusto de Hitler. Con el tiempo, se ha convertido en uno de los grandes mitos de la Alemania nazi y de la II Guerra Mundial. Fue grabada por la entonces famosa cantante alemana Lale Andersen, que siguió siendo famosa en Alemania después de la guerra e incluso llegó a representar a su país en el Festival de Eurovisión de 1961. Forma parte del mito, y eso es tan interesante como peligroso, porque los mitos a veces derivan en monstruos.

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