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Las modas y el talento


zzpppFoto0589.JPGHoy, en literatura, vivimos en el eclecticismo más variopinto y parece que todo vale. Pero aún así hay modas, y ahora se lleva la novela histórica, pero no como Salambó, Las memorias de Adriano, o Yo, Claudio, sino supuestas investigaciones con raíz histórica en las que lo religioso (o lo demoníaco), lo esotérico, lo oculto y lo morboso apenas si dejan sitio a la historia. El asunto se ha disparatado de tal manera que hoy el mercado dicta la norma de los bet-sellers poniendo como patrones La Sábana Santa, el Código Da Vinci, las imaginarias trapìsondas de los Templarios, los Iluminatti, los Cátaros, los Masones, los Rosacruces o los adoradores de La Luz (Lucifer). Es una moda, pero aún así puede que, entre tanta basura sobrenatural en tiempos de turbulencias, alguien tenga el talento suficiente para escribir una novela que aguante el paso del tiempo. De hecho ya podemos decir que El nombre de la Rosa tiene madera de perdurabilidad, pues al fin y al cabo es el origen ya lejano de esta moda. Al final, lo que proyecta hacia el futuro una obra es el talento de su autor, y ni siquiera hace falta que haga futurismo como Verne o Asimov. Shakespeare hablaba de Julio César y Camus de Calígula, argumentos conocidos desde siempre. Lo que convierte en clásico un texto a veces no lo sabe ni su autor, porque uno se pregunta si no fue don Quijote quien escribió a Cervantes, cuando ve la enorme distancia que hay con el resto de la obra del escritor. Ese es el verdadero esoterismo, la magia de la literatura.

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Asco, mucho asco

zzzzzPICT000c2.JPGHasta hace unos meses uno pensaba que cabía el debate, la contraargumentación, la confrontación de ideas y proyectos. Ahora ya no. Es tanto el descaro y la desvergüenza que exhiben, es tanta la evidencia de que mienten una y otra vez, que tengo la sensación que debatir o rebatir es dar coces contra el aguijón. Tienen todo el poder y no se esconden para mostrarlo, y me cansa que una y otra vez Aznar, Espezanza Aguirre, Mª Dolores de Cospedal y tantos otros y otras nos echen la bronca como si fuésemos niños que han roto el tarro de la mermelada, cuando han sido ellos y sus cómplices los que deliberadamente están rompiendo la baraja. Se creen los depositarios del poder divino, la aristocracia del dinero, y el pueblo es un elemento incómodo, que se empeña en comer tres veces al día, en abrigarse en invierno y en dormir bajo un techo digno. Ellos cobran grandes salarios (hablo en plural porque para ellos nada es incompatible), y le quitan a un discapacitado una mísera ayuda que casi nunca llega. Consideran que gritar frente a su casa pidiendo justicia es un atropello, una invasión de la intimidad, pero dejar sin techo a una pobre familia es simplemente la aplicación de la ley. Claro, su ley, y proclaman que este es un Estado de Derecho, por supuesto, su Derecho. Dicen que Bankia ha obstenido 213 millones de beneficios en el primer trimestre, pero no veo que ese dinero se destine a pagar los miles y miles de millones de su rescate con dinero de todos; ¿o es que ese dinero nunca va a ser devuelto? Y este proceder en el que ellos son los señores feudales y el pueblo es la gleba solo puede inspirar asco. Mucho asco.

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Luis Advis, el olvidado inolvidable

zzzzFil940[1].jpgSon muy conocidos los nombres y la obra de figuras tan relevantes en la música latinoamericana (y la música en general) como Yupanqui, Guaraní, Cafrune, Víctor Jara, Violeta y Angel Parra, Viglietti, Zitarrosa… Pero hay dos nombres que son el eje de todo este gran movimiento, que fue a la vez musical, poético, político y sociológico que cambió la manera en que el mundo miraba a todo un continente. Me refiero al argentino Ariel Ramírez y al chileno Luis Advis. El primero es el autor de la Misa Criolla, una pieza fundamental en este movimiento, y de canciones inolvidables como Alfonsina y el mar, y habrá tiempo de hablar de él.
Por su parte, Luis Advis fue poeta, filósofo y compositor, y es un gran desconocido porque no subía a los escenarios, sólo escribía y componía, que no es poco. Advis tiene una obra copiosa que ha influido en toda la música popular hispánica, pero sobre todo es el autor de una de las piezas más grandiosas y estremecedoras que se hayan escrito nunca en este género: La Cantata de Santa María de Iquique. Esta magna creación fue estrenada en Santiago de Chile en julio de 1970 por el grupo Quilapayún, y por mucho que la oigas siempre llega a lo más profundo, como una sinfonía de Beethoven o una polonesa de Chopin. Es una obra que tiene partes cantadas y recitadas, y narra el asesinato de miles de mineros del salitre en la escuela de Santa María de Iquique, al norte de Chile, en diciembre de 1907.
zzquila_cantata[1].JPGLos sucesivos gobierno chilenos han mirado siempre para otro lado, y las cifras de mineros indefensos ametrallados por las tropas del general Roberto Silva Renard, con órdenes del presidente Jorge Montt (los nombres de los canallas deben ser recordados) pueden andar cercanas a las cuatro mil personas. Fueron enterradas de cualquier manera, y se tardó cien años hasta que la presidenta Bachelet les dio digna sepultura en un monumento que recuerda la terrible matanza. Luis Advis era natural de la zona de Iquique y conocía la terrible historia, aunque no constaba en los libros. Supo captar el dolor y la impotencia que se fue transmitiendo de forma oral hasta que él logró meterlos en una obra maestra. A partir de entonces, ya nada fue igual en la música popular y en la historia de Chile y de Latinoamérica, y por eso Advis es un olvidado inolvidable. La tiranía siempre se impuso con la violencia protegida: Zapata, Monseñor Romero, Camilo Torres, Ignacio Ellacuría, Las Hermanas Mirabal. Lo ocurrido en la escuela de Santa María de Iquique es un aviso a navegantes un siglo después, cuando el dinero es más que nunca el gran tirano. Por eso todos le debemos algo a Luis Advis.