Un festival ya imprescindible

El cine se convirtió en un totalizador de todas las artes casi desde su comienzo, pero ese género que bebió de todos los demás comenzó a tener vida propia, como el monstruo del doctor Frankenstein, e igual que aquel, se vale de la electricidad para ponerse en funcionamiento. Y ese nuevo ser artístico que se construyó con trazos de pintura, historias literarias, espacios arquitectónicos y movimientos tomados de la danza, el ballet y el teatro, acabó por hablar. Y cantó, tomó color de las paletas de los pintores y se hizo un ser autónomo. Como antes la novela, el cine cogió elementos de todos los géneros y fundó un nuevo modo de expresión.
Aquello que comenzó siendo una atracción de barraca de feria, de la que Edison, uno de sus inventores científicos, llegó a decir que era un invento sin futuro, no sólo creció y tomó formas propias, sino que devolvió a todo el mundo del arte la moneda de la influencia. No sería igual Warhol sin el cine, ni Scott Fitzgerald y todos los novelistas que le han seguido escribirían del mismo modo si nunca hubieran visto una película. Hasta el rock es deudor del cine, y ya nada pasa por el ojo humano sin el alfabeto que, fotograma a fotograma, ha ido creando el cine durante más de un siglo.
Es verdad que las tecnologías han cambiado, y que hay soportes más allá del celuloide, pero como dijo alguien, los automóviles más modernos en nada se parecen a aquellos trastos pioneros de Henry Ford, pero el principio que los mueve es el mismo. Con el cine pasa igual, pues lo virtual, lo digital y hasta Internet se valen del lenguaje visual del cine para existir. Mencionar la televisión en cualquiera de sus formatos es fundamental y a la vez obvio, porque es el gran canal comunicador de las últimas décadas, incluso para el propio cine.
3229-1[1].jpgEn este punto, el Festival Internacional de Cine de Las Palmas de Gran Canaria se impone como un lugar de encuentro de la cultura, porque el cine es un vehículo de distintas formas de vida y de pensamiento, unas dictadas por la geografía, otras por incidencias varias en la vida humana. La inmensa mayoría de los aficionados al cine en nuestro ámbito somos tributarios del cine americano de su época dorada, pero también del francés, del italiano y de otras cinematografías americanas en nuestra lengua que curiosamente han incidido más en nuestra forma de pensar que el cine español.
De entre los muchos males que el franquismo hizo a los españoles, el cine fue uno de sus perjudicados, porque cuando recordamos a Bardem, a Berlanga, a Rovira Veleta y algunos otros nos encontramos ante las excepciones de un cine que crea pueblo. Aquellas películas patrióticas, religiosas e intranscendentes, aunque técnicamente tenían buena factura, eran una prolongación de los manipulados informativos del Régimen. Los españoles empezaron a desconfiar del cine español, y aunque en los años setenta hubo un gran tirón artístico e ideológico, esa desconfianza ha seguido agazapada, y ha bastado que el conservadurismo haya montado una campaña de desprestigio de los cineastas para que se vacíen las salas. Es una pena y una asignatura pendiente en la patria de Buñuel.
Ese problema no ha sido exclusivo de España, porque, por desgracia, el mundo está lleno de estados donde no es bueno para la salud decir lo contrario de lo que dicta el poder. Ese cine crítico es el que pone sobre la mesa los problemas de la gente y a menudo propone alternativas. Por eso no está bien mirado en sus países, pero son un espejo de la verdadera vida que se mueve bajo apariencias diferentes.
Y por eso Oriente, Asia, América del Sur y países europeos que no están en los grandes circuitos aparecen en este Festival. También, por supuesto, ese cine que todos vemos en los noticiarios. Ese espacio que se ha abierto es una lección de atlanticidad, porque este océano tiene vocación de comunicación entre culturas.
Y al final, el cine no es propiedad de los americanos, aunque es verdad que ellos son los que poseen la industria más poderosa. De eso da fe un rincón abierto en el Festival que se llama Berlín-París-Hollywood, en el que se viene a demostrar que, desde Michael Curtiz, Lubitsch, Wilder o Lang, hasta Preminger y Fred Zinnemann, Europa ha sido una escuela para Hollywood, que ya empezó con Chaplin, y siguió con Minelli, Bergman y todo el neorrealismo y aquella generación francesa que cambió la manera de mirar una pantalla.
Ahora hay otras miradas, y esas son las que confluyen en un festival como el nuestro, que se ha convertido en un centro de intercambio que ya es importantísimo y va camino de hacerse imprescindible. Quien niegue el cine niega el arte del siglo XX, todo el arte, porque nada ha sido igual desde que Georges Méliès filmó en 1902 su Viaje a la Luna. Y cuando el cine empezó a hablar, figuras como Renoir, Faulkner o el mentado Scott Fitzgerald dieron lecciones al resto de las artes. Un ejemplo de todo esto es el francés Jean Cocteau, paradigma del artista total, fuese en la literatura, la pintura, el teatro, la crítica y, por supuesto, el cine. A menudo no somos conscientes de todo lo que debemos a Jean Cocteau, en cuanto a la concepción, la ejecución y la utilidad de cualquier tipo de arte.
Como cada año, saludo con entusiasmo una nueva edición de nuestro Festival de Cine. Y ya van once, que se consolida como un instrumento fundamental para enlazar a Canarias con el Mundo y como canal de comunicación entre culturas.
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(Este trabajo fue publicado ayer en el suplemento Pleamar de la edición impresa de Canarias7)

VAYA, AHORA PARECE QUE LA ACTRIZ INGLESA NO VIENE…

Un comentario en “Un festival ya imprescindible”

  1. Acabo de ver los dos episodios que TVE ha realizado del 23F. Aparte de convicciones políticas, que no son monárquicas en mi caso, o de suspicacias que se siguen manteniendo aún hoy en día, me refiero a la serie en sí.
    La calidad de la misma me ha resultado impresionante, excelente en su realización, sus diálogos, su banda sonora, su fotografía y su ritmo. Nada que objetar.
    A mi parecer, eso es una cosa, y otra el «cine» español, que tú has defendido tan ardorosamente. El plantel de actores, desde los principales a los de relleno, ha tenido una actuación magistral. ¡Qué diferente a nuestra ahora querida Pe, que lo más que ha llegado ha sido a histriónica tía buena! Cuando yo digo que Bigas Luna es un ridículo imitador de Fellini (sin que para mí Fellini sea santo y seña); cuando resalto la diferencia entre actores y actrices de la talla dramática de los de esta serie, y los grotescos chupones de la quinta del mamoncín, ya sabes a qué me estoy refiriendo.
    Eso, claro, cuando disentimos. Porque por lo general ya sabes, aquí uno que te admira.
    Un abrazo.

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