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Patientia Nostra

¿Hasta cuándo, Catilina, abusarás de nuestra paciencia? (Quousque tandem abutere, Catilina, patientia nostra?)  Hace más de 20 siglos que Cicerón pronunció esta famosa cuestión frente a las argucias de un maquiavélico senador de nombre Catilina. Un líder romano conocido por sus engaños y maquinaciones y con una muy particular concepción del poder. En su Sanchidad tenemos una brillante reencarnación de este hábil conspirador ya que sus prácticas abusivas y su dictadura vía decretos, carecen de límites. 

Para nuestra desgracia, en la oposición, el líder de los “maricomplejines” de hoy no es, ni por asomo un brillante Cicerón. Cada día queda más patente que la diferenciación entre derechas e izquierdas, entre progresistas y conservadores, ha quedado desfasada. Ahora se está con o frente a la agenda 2030 y su laminadora globalización. 

Mientras vamos “devorando la paciencia” se critica a nuestro gobierno desde diferentes voces independientes del Parlamento Europeo. El social demócrata lusitano Paulo Rangel dió un repaso general del asalto de Sánchez al Estado de Derecho: la derogación del delito de sedición, la propuesta de un exministro y personas cercanas al gobierno como magistrados del Tribunal Constitucional, la no aplicación de la sentencia sobre el castellano del Tribunal Superior de Justicia de Cataluña y la modificación del delito de malversación entre otros.

Pocos días después, la eurodiputada húngara Enikó Gyóri, quien fue embajadora de su país en España, comentaba: “La actividad del Gobierno de Sánchez implica desmantelar el Estado de derecho, interferir en la vida privada, poner en riesgo la seguridad de los españoles y criminalizar a los jueces”. Prosiguió denunciando ante la Cámara cómo estas alteraciones del equilibrio entre poderes se llevaron a cabo a través de «un procedimiento acelerado y sin consenso». «Se aprobaron para favorecer a personas cuyos rostros y nombres conocemos».

La economía española entra de puntillas en 2023, deseando que no cruja el suelo que pisa. En diciembre el IPC se desaceleró hasta el 5,7% frente al 7% de noviembre gracias al descenso de los precios energéticos. Sin embargo, los precios de los alimentos se configuran como el principal elemento inflacionista ya que a su incremento se une el significativo peso que representan en la cesta de la compra. Pero no es necesario ser un lince para percatarse de que se trata de una compensación forzada con los topes fijados para los suministros energéticos, lo que supone engañarnos a nosotros mismos nuevamente. El IPC subyacente eleva siete décimas su tasa de variación hasta el 7% interanual el pasado mes, pero son muchos los expertos que apuntan a un índice del 11%.

Las fuentes energéticas de Europa son: el petróleo en un 35%, el gas natural en un 24%, la energía nuclear en un 13%, el carbón en un 14% y las renovables y biocombustibles también en un 14%. ¿De verdad se cree que así se puede controlar el precio de los suministros? Casi el 70% de la energía necesaria depende de agentes y factores externos cada vez más inestables, por no decir opuestos a nuestros intereses. Y esto no es por Putin, sino por la errática y descerebrada política de desmantelamiento de nuestra capacidad energética para resolver la tan cacareada emergencia climática. Ya no se trata solo de economía, sino de verdadera independencia en el concierto de las naciones.

Y ahora, con elecciones por delante. Estamos en un entorno más político que económico y soy poco optimista respecto a que se vayan a proponer cuestiones sensatas. Sufriremos nuevamente la deriva partidista con las típicas medidas electoralistas que sólo sirven para regalar el dinero que no tenemos y no optimizar recursos.  Los años electorales tienden a ser períodos en los que la política suele ir por delante de la economía. Este 2023 tendremos elecciones por partida doble. El 28 de mayo tendrán lugar los comicios autonómicos y municipales y a finales de año se celebrarán las elecciones generales. En toda España se eligen nuevos Gobiernos en un año crucial para la economía, donde las incógnitas se multiplican en todos los frentes.

Continúan aburriéndonos con los necesarios fondos europeos, éstos se han convertido en el colchón que puede amortiguar e impulsar a la economía española. España ha ingresado hasta ahora 31.000 millones de euros de los fondos europeos y solicitó 6.000 millones más por los objetivos cumplidos. Pero para que los fondos tengan el efecto deseado, hace falta invertir adecuadamente ese dinero, y nuestro gobierno nunca se ha caracterizado por gestionar los fondos que recibe de la Comisión Europea de forma apropiada. Este año Bruselas empezará a pasar revista con una auditoría de las ayudas y evaluando reformas comprometidas, como la de las pensiones y ello nos va a deparar grandes sorpresas.

Todo esto sin perder de vista los problemas de la deuda y del déficit público. Ya sé que va todo estupendo, que somos el faro de Occidente, pero es que los fríos números nos están contando otra realidad… la de verdad. El banco central europeo sube tipos y anuncia más incrementos pero parece que se acerca un terremoto en los mercados financieros. Básicamente por el problema que se arrastra de siempre: una deuda pública de tamaño colosal y en incesante crecimiento. España atesora una deuda pública en máximos históricos y un déficit estructural excesivamente alto, unos presupuestos de 2023 poco realistas en un entorno de incertidumbre y riesgo de recesión, una senda de consolidación fiscal que brilla por su ausencia.

La deuda española es una bomba de relojería, la posible finalización de compras de deuda por parte de los bancos centrales genera auténtico pavor en los mercados y pueden llevar a ventas por pánico. Si esto ocurriera en nuestro país, reviviríamos lo acontecido en el 2012, se dispararía la prima de riesgo y nos costaría muchísimo colocar deuda en el mercado, lo que nos obligaría a adoptar severas medidas de ajuste para  reducir la deuda.

Y ya que empezamos con historias de romanos, creo que nos encontramos frente al paso de un río Rubicón. Son momentos para tomar partido, para no mirar hacia otro lado y actuar en consecuencia. No olvidemos ni a Catilina, ni a Cicerón. Les recordamos porque nos mostraron que puede que sea pronto para encontrar lo que buscamos, pero siempre es tarde para encontrar lo que hemos perdido. Solo depende de nosotros.

Luis Nantón Díaz

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Tarjeta Roja

Al gran Timonel, a nuestro ínclito líder supremo, cada día le queda menos para la tarjeta roja. El problema es que él lo sabe, y, además, le importa un pimiento. Cuando solo quedan 45 días para que finalice el año en curso, todavía este gobierno no ha autorizado transferencias por valor de 22.000 millones de euros, si pretende cumplir sus propios objetivos. Lo que se le da muy bien a estos iluminados es poner nombres fantásticos a sus proyectos, siempre resilientes y muy del espacio sideral, pero otra cosa bien diferente es cumplir programas, estrategias y objetivos.

De los 11 Proyectos Estratégicos para la Recuperación y Transformación Económica (PERTE), solo han repartido 2.500 de los 33.100 millones de euros comprometidos, aprobados por el Consejo de Ministros. Si consideramos que el propio Gobierno le atribuye una importancia capital a estos proyectos, y que se trata de un vehículo para que el dinero llegue a las empresas, esta demora es un pésimo dato para la ejecución de los Next Generation. Ven, otro nombre super bonito y molón.

De la información que facilita el propio Ministerio de Economía, en el último mes registrado por la IGAE,  apenas se ha avanzado en la autorización de 730 millones € de fondos europeos, lo que conlleva que en septiembre se ha ejecutado solo el 2,6% de todos los fondos disponibles y concertados, ralentizando el crecimiento del volumen de recursos, que hasta la fecha apenas ha aumentado un 10% respecto del segundo trimestre 2022.

Todo esto, debemos unirlo a la subida de tipos implantada por el Banco Central Europeo, fustigado por la Reserva Federal de EE. UU, en su firme objetivo de luchar contra la inflación. El problema añadido, es que el gran perjudicado de la subida de los tipos fue la demanda de los préstamos con fines de inversión, que mantiene la caída que inició en el segundo trimestre. Se espera una potente ralentización de la inversión empresarial para el próximo semestre, y pone como ejemplo el recorte del 0,4% hasta agosto de la tasa de crecimiento de producción industrial y el retroceso del PMI de nuevos pedidos registrado durante el tercer trimestre. No llegan los fondos europeos, los interventores europeos nos acusan de que no está claro el destino efectivo de los fondos entregados hasta el momento, y el gran timonel preocupado por desenterrar a más gente.

Se le acaba el tiempo para la ejecución de los fondos europeos Next Generation del año 2022, y por lo tanto se nos acaba también al resto del personal, menoscabando peligrosamente cualquier leve indicio de recuperación. El último dato de la Intervención General de la Administración del Estado (IGAE) determina que hasta septiembre se han autorizado transferencias por valor de 6.347 millones de euros, lo que supone el 22,3% de los 28.447 millones consignados en los Presupuestos Generales del Estado (PGE) de 2023. Pese a todo, el Gobierno continúa bloqueando, en su ineficacia, el reparto de estos muy necesarios recursos.

Hace dos meses constatamos el peor crecimiento mensual de este ejercicio 2022, y no se corrige la funesta tendencia. Desde que en marzo se comenzaran a registrar los pagos realizados, no se había avanzado a un ritmo tan lento. La ejecución creció en abril en 900 millones, un 75% más; en mayo aumentó en 460 millones (un 29% más); en junio se ejecutaron pagos por valor de 575 millones (un 27% de crecimiento; en julio fueron 1.880 millones, con un alza del 71%; y en agosto se llegó a los 1.120 millones, un 25 % de mejora mensual). Pero no es suficiente, y, sobre todo, es una ralentización que no está justificada.

En privado el Gobierno reconoce los problemas, pero en público sigue insistiendo en que el reparto de fondos transcurre estupendamente. Una situación contradictoria que llega en unos momentos en que Bruselas ya ha advertido de que el retraso en la ejecución de los fondos podría entorpecer las transferencias que España debe recibir en el marco del Plan de Transformación y Resiliencia. En sus diferentes comparecencias, la vicepresidenta primera del Gobierno y ministra de Asuntos Económicos, Nadia Calviño, prefiere hablar de «obligaciones netas reconocidas», lo que no es más que un compromiso de gasto de algún ministerio que no necesariamente está incluido en alguna convocatoria, ni menos que esta se encuentre resuelta. Que se puede esperar, cuando uno escucha a los ministros, hablando de la eliminación del delito de malversación, equiparándolo casi a una multa de tráfico. Si se trata del de sedición, me da la risa.

Mientras desde Moncloa continúan mirándose al ombligo, el ministerio dirigido por Irene Montero contrató por 121.000 euros la campaña que ahora amplifican en los medios de comunicación. El objeto de esta “historia”, es concienciar a la población en general, y a las mujeres en particular, contra los estereotipos de género sustentados «en la imposición de unos modelos de belleza femeninos, normativizados e irreales, que se convierten en un parámetro de valoración de las mujeres por su aspecto físico». Esto es una miseria, al lado del presupuesto publicitario de nuestro flamante gobierno, que es el principal anunciante en los medios de este sufrido país. Cada día es más fácil comprender, porque los medios describen un país, que poco tiene que ver con sus diferentes realidades. Esto lo cito, porque es uno de los innumerables ejemplos de cómo prioriza este gobierno sus objetivos.

No sé si su Sanchidad es un individuo intelectualmente brillante. Posiblemente no tenga una visión destacable sobre nada, aunque yo tampoco, pero es indudable que le sobra audacia y astucia política. Y, lo más importante: como buen tahúr del Misisipí disfruta jugando al límite. De lo que no es muy consciente es que ya tiene una tarjeta amarilla y, por mucha temeridad y audacia política que tenga, se está jugando la roja y no lo está viendo. Aquí mismo, en Canarias, la Red Europea de Lucha contra la pobreza y la exclusión social cifra en 365.055 los canarios que viven en hogares con ingresos inferiores a 454 euros mensuales por unidad de consumo, lo que sitúa a Canarias como la comunidad con mayor pobreza severa del país, según los datos de la EAPN.

Pero sigo viendo a todo el mundo feliz. Eso es estupendo, hay que ser positivo, constructivo y resiliente pero, ¿dónde están los limites? Me refiero a dónde está la frontera entre ser un ciudadano colaborador y responsable y un triste borrego. Cada vez esta más claro que todo esto va de economía y no de pijaditas de tuiteros, pero no es del todo cierto. La economía es solo el medio. El fin último es la gente, las familias, los amigos, el bienestar de los nuestros, la protección a nuestros hijos. A mi esta situación me produce respeto, casi diría miedo. En cierta medida trabajamos por miedo a que les falte alimento, educación o vivienda; progresamos por miedo a que el futuro sea peor que el presente; muchos votan a lo que votan porque les han inspirado un miedo irracional a los cambios.

Luis Nantón Díaz