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Baraka

He tenido la fortuna de visitar diferentes países donde impera el islam, tanto árabes, como turcos o persas. Fundamentalmente en las regiones árabes, se utiliza un término complejo, pero altamente simbólico, que es baraka. Muchos viajeros coinciden en que el término se interpreta de forma errónea por los occidentales, quienes suelen asemejarlo a la suerte o a la buena ventura. Otros lo asemejan más a la providencia

Acabo de regresar de Marruecos y hablando con los lugareños me gusta indagar sobre el término. Para la mayoría corresponde con una especie de bendición que afecta a diversos ámbitos de la vida y que cuenta con múltiples planos. Casi todos hacen referencia a una especie de protección. La baraka es la suerte divina , la protección que el cielo derrama sobre los elegidos, y cada día que pasa me agrada y convence más esta acepción.

Han sido unas jornadas muy especiales, verdaderamente singulares. Sobre todo por los integrantes de un reducido grupo de amigos, con natural sintonia.  Salimos de  Marrakech, atravesando el Atlas para llegar al Ksar Ait Ben Haddou con su milenaria historia y sus rutas comerciales. Atravesamos el Valle del Dades, el rio que serpentea entre acantilados de color terracota, ocre y rojo.

Visitamos las Gargantas del Todra, verdadera meca de la escalada por sus imponentes paredes de granito de hasta 500 metros de altura. Recuperándonos de una estimulante vía ferrata, continuamos camino hasta Erfoud y Merzouga, dos emblemáticas poblaciones, ya a las puertas del desierto.  Erg Chebbi tiene una longitud de 28 km y 5 km de ancho y sus dunas que llegan a alcanzar más de 150 m de altura.  

Realmente no quiero escribir sobre una ruta turística, sino sobre sensaciones. Cuando tienes la fortuna de cambiar impresiones con personas que han permanecido al margen de la modernidad y el globalismo, percibes como éramos nosotros mismos hace unas décadas, más auténticos, más humanos, más luchadores, más vivos… Mido mis palabras, claro que valoro el progreso y la prosperidad, pero no todo vale y hay que ser consciente de que todo tiene un precio. Son muchos los artículos y reflexiones que habría que verter, para ponderar algo esta cuestión. Quizá no nos defina tanto aquello a lo que decimos sí sino a aquello a lo que decimos no y en esa elección descansa el propósito fundamental de toda una vida.

Tras un nuevo y especial amanecer seguimos ruta bordeando las dunas de Erg Chebii , asimilando inauditos parajes, y pasando por diferentes campamentos nómadas. Para darnos un merecido descanso visitamos la ciudad de Rissani, famosa entre otras cosas por su tradicional mercado. Ladeamos el Palmeral del Valle del Draa, el río más largo de Marruecos que en sus 1.100 Kilómetros regala verdor y vida a cientos de huertas y árboles frutales. Un verdadero vergel en medio de la inmensidad de la nada. 

Como guinda de un viaje tan especial, salimos de Ouarzazate, con destino a Marrakech, atravesando el puerto de montaña de Tizi Tichka. Una dosis de “Marras” con su bulliciosa plaza Jma Elfna y su frenético zoco, es una buena forma de recuperar la conciencia más profana, para un tranquilo retorno a casa al día siguiente.

Lo verdaderamente trascendente de esta experiencia es su promotor, una persona muy conocida de esta casa, tanto por sus éxitos, sus aventuras, su humanidad, y sobre todo por su candorosa humildad. Hablo del montañero Javi Cruz que en este caso ha contado con la irremplazable colaboración de un profesional en la materia como es Alfredo Quevedo, soporte logístico fundamental, y gran amigo.

Este hombre, este hermano,  tiene baraka y la transmite a los que le rodean en armonía. Gracias a grandes hombres como él aprendo, aunque mal y tarde, que la humildad es saberse pequeño, insignificante, reconocerse perdido, y acercarse al otro como a un maestro. Con la edad, y sé que hay personas que no me van a creer, estoy aprendiendo a escuchar y para ello Hay que entender y confiar. Opinar menos, callar más, retornar al mérito, respetar al que sabe más, apagar el móvil y no encender la tele… relajarse un poco, ponerse en manos de algo superior y disfrutar con la envolvente belleza de amaneceres como los de estos últimos días.

Espero que Javi no se enfade conmigo por intentar recuperar su mensaje de despedida, cuando un grupo tan entrañable se decía hasta luego, con un mensaje tan emotivo como este: “Particularmente, estoy hecho de trocitos de cada persona que me ha permitido compartir ratitos por cualquier rincón de este hermoso mundo. Soy lo que soy, una especie de puzzle, en la que ustedes han puesto una pieza más. Una pieza tan importante como cualquier otra. Un puzzle que no tiene final pero que se va construyendo de sabiduría ajena. Por tanto, no me queda más que decirles «Sukran». Gracias de verdad por los momentos tan intensos que me permitieron vivir desde mi querida y caótica Marrakech…esa ciudad mágica de la que antes de irme, siempre quiero volver. Las anaranjadas arenas del Sáhara, mis grandes paredes del Todra, los interminables palmerales y las cálidas noches del sur…no hubiesen sido lo mismo sin cada uno de ustedes. Confío en volver, aunque sea con la frente marchita como decía Gardel, a tener momentos de vida junto a ustedes…”

Yo también tengo baraka. Me considero un hombre afortunado. No busco algo tan inalcanzable como la felicidad, pero si creo en la plenitud. Entiendo por plenitud esa satisfactoria sensación de estar en el camino. Posiblemente no vaya a llegar, pero cada día me acerco. El hecho de tener un destino, un objetivo vital, por intimo que sea, es una verdadera joya, un preciado tesoro. Pues por eso tengo baraka, por mi familia, por mis amigos, porque adoro las cosas que hago e intento aprender de mis innumerables errores. Soy un hombre venturoso que intenta tener cada día un poco más de conciencia de uno mismo, y lo que verdaderamente nos rodea.

Gracias a tanta buena gente que te encuentras en el camino.

Luis Nantón Díaz

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SIEMPRE CON ELEGANCIA

Mira que hay gente empeñada en ensombrecer el panorama. El índice NIKKEI o el DOW JONES de la alegría, la serena felicidad y la verdadera plenitud están en máximos históricos, no por ponderación, sino por tener conciencia de la profundidad del abismo. Decía Erasmo de Rotterdam que la verdadera alegría nace de la buena conciencia…y va a resultar que es verdad.

Hace unos días me vi con mi amigo Carlichi, disfrutando de una agradable velada en compañía de buenos compañeros. Carlichi, figura emblemática e incombustible de la noche canaria es un ser inclasificable, es absolutamente auténtico. Es un avatara de Peter Pan, en su sincera lucha por mantener una eterna ilusión, una perspectiva disruptivamente juvenil y un amor incondicional a su propio estilo. Porque Carlichi siempre marca tendencia.

En la jornada de la que hablo, conjuramos una queimada. Un entrañable compañero de Lugo me proporcionó su mejor Orujo recientemente, y no hay que buscar muchas excusas para convocar a los amigos, para menesteres tan pacíficos, como placenteros. Nuestra bruja asturiana explicó magistralmente la esencia de esta ceremonia, pero quien nos sorprendió fue Carlichi, evocando sentidos cantos de su infancia, mientras rememoraba a su padre, y a su hermano, el actor Chicho Castillo recientemente fallecidos. Queimada para dejar atrás a las meigas. Para dejar atrás los malos rollos, los problemas y solo centrarse en lo que realmente suma y aporta.

Entre las menores curiosidades del buenazo de Carlichi es que imprime los artículos de este servidor en formato DINA-3 para proceder a su tranquila lectura, en alguno de los restaurantes donde suele disfrutar de los placeres de la buena mesa. En esta línea, y entre los muros de Cumbres Borrascosas me comentó que, a su entender, hay que escribir cosas útiles, buenas y verdaderas, y me dejó pensando, pese al sopor del orujo. Estoy convencido de que nunca he sido capaz de hacer estas tres cosas en simultáneo. De lo que soy consciente, y Carlichi siempre me anima a ello, es de que solo merece la pena escribir dándolo todo. Es necesario, como hace él, asumir las consecuencias de ser tú mismo, de no pensar igual que los demás, de asumir que tu visión del mundo, aunque pudiera estar equivocada, es eminentemente única. El reto es manifestar lo que realmente alberga tu mente y tu corazón, aunque eso suponga pagar el coste de un aislamiento afectivo e intelectual. Posiblemente actuar de otra forma, sería convertirte en un charlatán, en un publicista, o lo que realmente es peor…en un político.

Pocos establecimientos, pocos locales de Gran Canaria poseen la elegancia y distinción de CARLICHI. Porque Carlichi es una marca en sí mismo, pero también es un cálido refugio donde disfrutar de una copa, de una señorial conversación, rodeado de sus más de 700 referencias. Si algo te apetece beber, me extrañaría muchísimo que Carlichi y su equipo te defraude, y puedas conversarte las mejores botellas en la mejor compañía. Por ejemplo, pocos locales de restauración donde poder disfrutar de un NEGRONI. Un amigo de juventud, de cuando vivía en Madrid, me citaba a un común elemento que estudió en West Point, de vida glamurosa y ajetreada, y que siempre solicitaba este cocktail, transformándose en un juvenil referente. El ‘Negroni’ tiene una parte de vermú rojo, una de Campari y otra de ginebra, o, lo que es lo mismo, una parte de dulzura, otra de amargura y la ginebra como un toletazo transparente que liga el bien y el mal, como la vida misma. Hallar la medida exacta es algo que requiere mucha experiencia, y por qué no…elegancia.

La restauración es uno de los sectores más importantes de nuestro país. No solo es beber y comer, es mucho más, un auténtico referente cultural. Las personas vinculadas a este sector, los buenos profesionales, profesan un auténtico arte. Pero para que surja el arte, ese arte, tiene que haber un artista al otro lado de la barra, al otro lado de la mesa. De nada sirve que alguien combine bien una serie de aditamentos, de ingredientes o de marcas, hace falta mucho cariño. Nuestro amigo Carlichi Castillo es ese tipo de profesional que tiende a convertir todo en una verdadera experiencia, algo único e irrepetible. Por eso, esté donde esté, siempre es el epicentro de la alegría, y hace falta generar mucho alborozo, para superar estos tiempos que nos han tocado.

La modernidad es alienante consumo, una cultura del ocio que nos abotarga, con la principal finalidad de un entretenimiento tan vacuo como fácil. No sé exactamente en qué momento el personal perdió los bares. No sé en qué momento preciso los pijo progres perdieron ese supuesto monopolio de la creatividad, el optimismo, la alegría y el sentido exultante de la vida para rendirse al oficialismo, al aburrimiento, a las prohibiciones, al dogma, a la oscuridad y al enervante gris de las jornadas sin ilusión. No sé cuándo ha pasado concretamente, pero ha pasado. No se trata de rememorar las tertulias del Café Gijón, pero una buena conversación, una disparatada partida de cartas, un intercambio de hilarantes experiencias, de buenos viajes,  siempre supone una buena carga de baterías. Y esas sí que son ecológicas de verdad.

Transparente amistad, camaradería sin fisuras, relaciones desinhibidas frente a esta marea del catecismo progre. No solo nos trituran la mente y el bolsillo, también quieren matar nuestro natural desparpajo y someternos a una tristeza que no nos corresponde. Me cansan estos políticos que se ven en la obligación de corregirte con lo que puedes o no puedes hacer, lo que debes pensar, cómo debes hablar, cómo debes vestir, qué es correcto y qué es incorrecto, cómo debes dirigirte a una chica, qué debes leer y escuchar. Que nos dejen en paz , renunciando a engullir gusanos y apostar por unas morcillas. Que nos dejen tranquilos  por no decir niñes, hijes y demás chorradas, que ha convertido todo en una perpetua moralina, en una constante prohibición, en una asfixiante restricción, en una fábrica de adoctrinamiento y de soberbios y aburridos dogmáticos.

Ya se me fue la olla, como siempre. Yo quiero hablar de amistad, de alegría, de buen hacer, de exquisita profesionalidad, de lealtad incuestionable, de gratificantes conversaciones, de incesantes locuras, y sobre todo de elegancia y distinción. Todo esto es lo que supone Carlichi. Todo esto y mucho más.

Luis Nantón Díaz