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Preguntas

Se supone que le meteorología oficial es la que tiene la última palabra, con sus registros de temperaturas y lluvias. Este año ya se nos ha hecho familias lo de «este es el invierno más frío que recuerdo», y es rigurosamente cierto si quien lo dice nació después de 1973, pero yo, la verdad, ya no estoy seguro ni de las cifras oficiales, aunque es verdad que sobre ese año poco puedo opinar porque entonces andaba yo por otros mundo lejos de aquí.
Alejandro M.jpgLo que sí me llama la atención es la exactitud con la que suelen dar cifras de lluvias o temperaturas incluso en siglos pasados, cuando no existían instrumentos exactos para medir, o tenían otras equivalencias. También sigue asombrándome que digan que Mozart tenía tal cociente intelectual -y dan la cifra-, o que Julio César tenía la inteligencia espacial más perfecta que se conoce.
¿Cómo pueden saber eso con tanta supuesta exactitud? Debemos suponer que, por su trayectoria, Mozart debía tener un elevadísimo talento para la música, pero hay que diferenciar entre talento e inteligencia. Por otra parte, un estratega militar como Julio César debía tener un importante control del espacio, pero por la misma razón también debieron tenerlo Alejandro Magno, Aníbal, El Gran Capitán, Nelson o Napoleón. Si alguien puede explicármelo…
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(El tipo de mármol dicen que era Alejando Magno)

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Máscaras

máscaras.jpgDice la canción que la vida es puro teatro, y es verdad, porque cada uno de nosotros representamos nuestro papel, generalmente el que se espera de nosotros, aunque no sea eso lo que realmente queramos hacer.
Lo vemos cada día, sobre todo en el ámbito político, sobre todo en las tertulias radiofónicas o televisadas, y en los artículos de determinados columnista que siempre atacan o defienden a marchamartillo lo que conviene a una opción política concreta. Da igual lo que sea, siempre encuentran argumentos para justificar lo injustificable o para escarbar en lo que está bien hecho con tal que responda a los intereses de un opción.
Hace tiempo que cambio de canal o de emisora cada vez que me tropiezo con una de estas tertuilas, y me salto los artículos de determinados columnistas. Ya sé lo que van a decir, siempre a favor o siempre en contra, y lo más triste es que pasan por ser las estrellas del periodismo en nuestro país, pero da la impresión de que carecen de criterio. Es una pena.

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DOMINGOS IM-POSIBLES (III)

El grito
Muchos son los cuadros que han dado mucho que hablar y escribir, y generalmente, sean sus autores renacentistas, barrocos, manieristas, románticos o expresionistas, nos fijamos en el propio cuadro y nos desprendemos de quien lo pintó. Cuando se mira El Guernica, no se ve a Picasso, sólo salta del cuadro el horror de la guerra, y si es La Gioconda lo que vemos, podemos hasta especular sobre las técnicas utilizadas por Leonardo, el doble nivel del horizonte o la androginia del rostro de Mona Lisa. Pocos son los cuadros donde se ve el retrato psicológico del pintor, porque en los autorretratos vemos a Van Gogh con oreja o sin ella, y por su mirada pensamos en un loco, pero es lógico que lo pensemos de quien acaba de cortarse una oreja. A Velázquez lo vemos enmarcado por una puerta detrás de Las Meninas, pero es sólo un oscuro cortesano, sin definición psicológica.
grito.JPGHay, sin embargo, algunos cuadros en los que vemos al propio pintor. Uno de ellos, tal vez el más famoso, es El grito del pintor noruego Edvard Munch (1863-1944). En realidad son varios cuadros, siempre con el mismo asunto, aunque el principal fue pintado en 1893, cuando Munch estaba en plena depresión tras la muerte de su hermana preferida. Ese grito silencioso es como un agujero negro que nos habla del dolor, de la soledad, de la rabia por la pérdida de un ser querido, de lo incomprensible que es el mundo. En realidad se plantea el sentido de la vida como si estuviese escribiendo un libro. El grito es un tratado de psicología en color, algo pocas veces conseguido en la historia de la pintura, es el informe psicológico de su autor, y el miedo a que nos pase a nosotros es lo que hace que nos llegue tan hondo.
Lo curioso del cuadro es que la figura antropomórfica que lo preside ocupa apenas el 10% de la tabla, y lo que realmente impresiona es su rostro, con una boca abierta como un pozo insondable y las dos manos tapando los oídos y casi manteniendo la cabeza. El paisaje parece de relleno, pero en realidad es lo que nos retrata al autor, pues son los trazos, los colores y el dinamismo expresionista lo que nos lleva a conocer al pintor.
Podríamos establecer una secuencia en la que el arte y el intelecto se entrecruzan para alcanzar la mente del hombre, el origen de sus comportamientos, su perfil psicológico. No olvidemos el impacto que tuvo la novela psicológica en la segunda mitad del siglo XIX, y no es improbable que Munch leyera o al menos conociera alguna de las novelas más duras de Dostoievski. Luego vienen Sigmund Freud, Young, Virginia Wolf y una lista de hombres y mujeres comprometidos con el arte y con el autoconocimiento, hasta llegar incluso a autores tan raros como el libanés Khalil Gibran, a quien me temo mucha gente ha leído muy mal.
El grito de Munch es tan delator que tal vez por eso se empeñan en secuestrarlo una y otra vez.