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Hasta siempre, amigo Salvador

Salvador Sagaseta está para siempre en la memoria de una sociedad en la que ha estado presente durante cuatro décadas, haciendo la biopsia diaria con el escalpelo que era su talento para observar y poner el dedo en la llaga sin perder la sonrisa. Sin proponérselo, se convirtió en un personaje del imaginario colectivo, pero ante todo fue un gran periodista y un excelente escritor del que siempre estuvimos esperando una obra estrictamente literaria porque sabíamos que era una de las plumas más lúcidas de esta tierra. zzsagaseta.jpgMuchos decían que el suyo era un talento desperdiciado, pero eso es desconocer el valor del periodismo literario, porque su literatura está en la prensa diaria, como la de Larra, González-Ruano y las ejemplares Crónicas de Alonso Quesada. Largo y desgarbado como yo, nos cruzábamos y hacíamos hoyos en las esquinas en largas conversaciones eventuales de las que fueron testigos las bocacalles del barrio de Arenales. Decían también que no eras nadie si Sagaseta no te daba el Huevo de Oro que él concedía a diario, y me sacó de la nada otorgándome uno que incluso me entregó físicamente junto a otros en un acto público. Su arma más efectiva era el sentido del humor, que sólo saben usar con destreza las personas inteligentes, y esa ironía que también es marca de la casa del maestro Alonso Quesada. Salvador Sagaseta es un mojón en ese tipo de periodismo tan particular, que es a la vez sonrisa, crítica y literatura. Pero sobre todo, fue muy buena gente.

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Fiesta Universal

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Te quiero en mi paraíso,
es decir, que en mi país
la gente viva feliz
aunque no tenga permiso…

tus ojos son mi conjuro
contra la mala jornada
te quiero por tu mirada
que mira y siembra futuro

Si te quiero es porque sos
mi amor, mi cómplice y todo,
y en la calle codo a codo
somos mucho más que dos…
<a href="http://www.youtube.com/watch?v=3o2j8efzIu4&feature=related"(Mario Benedetti)


¡FELICIDADES!

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El mito imposible de El Corredera (*)

Juan García El Corredera es uno de los mitos más poderosos del siglo XX en Gran Canaria. Hoy llamamos mito a cualquier cosa, pero en strictu sensu la mayor parte no lo son. Desde la distancia se les ve en un pedestal que se confunden con mitos. El Corredera fue un personaje real, y el que surge de la gente es una leyenda, y que se ha ido fabricando boca a boca.
zzprometeo.jpgPor eso he llamado al personaje que recuerda al Corredera Juan Buganvilla, y es una manera de escapar de la presión que es siempre la realidad. Los novelistas no somos historiadores al uso, nos interesan los ambientes, las emociones, las sensaciones, pero los datos a veces son tan increíbles que si los pones en una novela la hacen inverosímil. A la realidad hay que descafeinarla, porque es tan brutal que sólo se cree cuando está avalada en documentos muy serios.
Hay por lo tanto que delimitar el territorio, porque a menudo hablamos de mitos que en realidad no lo son. Pertenecen al terreno de lo excepcional, incluso de lo legendario, pero no de lo mítico. En Canarias hablamos del mito de El Corredera, cuando en realidad Juan García es un reflejo del eterno mito del fugitivo, que la capacidad imaginativa del pueblo ha llegado a asimilar a una especie de Robin Hood e incluso a Rocambole, cuando tiene una historia casi calcada a la del célebre Joaquín Murieta, cantado por Neruda, que de alguna forma lo refleja muy similar al Zorro californiano, hoy de nuevo tan de moda. Y no es eso, El Corredera fue simplemente un fugitivo y Murieta, además, un vengador.
Algunas palabras van tomando significados paralelos a los que tuvieron en origen, y es frecuente que así sea en el uso de una lengua, de tal forma que a menudo esos otros significados toman carta de naturaleza académica. Ocurre con la palabra «mito» y sus derivadas, y se habla con frecuencia del mítico portero de fútbol Ricardo Zamora, del mítico escritor Ernest Hemingway o del mito de Mata-Hari. Ahora se usa incluso el término mitomanía para designar lo que es una obsesión compulsiva, una admiración casi enfermiza hacia una figura popular, viva o muerta, sea del mundo del cine, la música o el deporte. Hay quien colecciona fotos, recortes de prensa, discos, autógrafos o cualquier cosa que tenga que ver con la persona obsesivamente admirada. A eso lo llaman mitomanía, pero en realidad se trata de idolatría.
zzjuan2[1].jpgConviene saber que mito es una palabra polivalente, como muchas, y en su acepción original se refiere a la memoria cultural del hombre. El mito se materializa en un relato, a menudo muy breve, con validez permanente. Por eso me confunde oír hablar del mito de James Dean, porque no entiendo qué reflejo de la realidad cotidiana del ser humano fue aquel muchacho un tanto desequilibrado, buen actor sin duda, que se mató en su Porsche contra un caminón. También se habla de la mítica película Casablanca, y tampoco entiendo de qué es mito la magistral cinta de Michael Curtiz. Ricardo Zamora, James Dean o Casablanca no aportan nada nuevo para interpretar nuestra realidad, son repeticiones de mitos ya establecidos. Los mitos han de tener una vigencia permanente, si no, no son mito, y siempre tendrán vigencia los que nos sirven para interpretar la realidad en cualquier tiempo. Un ejemplo: Prometeo robó el fuego a los dioses y fue castigado; ese es el mito, que nos enseña que los poderosos siempre aplastan a quien se atreve a medirse con ellos. Luego, cada vez que eso sucede en la ficción o en la vida real, no nace un nuevo mito, se repite el mito de Prometeo.
Por eso escribí la novela La mitad de un Credo, para tratar de desmitificar la figura de El Corredera convirtiendo en mito a su trasunto Juan Buganvilla, que es un nuevo Prometeo, porque una vez quiso desafiar al tirano y este acabó con él. Es una lección triste, pero indica que un solo hombre no puede cambiar las cosas, tiene que ser el pueblo el que reacciones. Un hombre sólo puede alentar, predicar, ejemplarizar, pero sólo el pueblo, es decir, el mundo, puede atreverse con los dioses.
(*)Este trabajo se publicó en el nº 8 de la revista π8 (Pi 8) del mes de octubre del presente año.