Publicado el

ALBERTO ANAYA, EL NUESTRO.

 

Hoy, 5 de marzo, no está siendo un buen día en Canarias. Se han ido dos figuras importantes de nuestra cultura. Nunca he tenido que escribir dos despedidas el mismo día. Es lo que toca, hoy ha fallecido, además del escritor Luis Alemany, del que comento en otra entrada, el profesor e historiador Alberto Anaya.
En Canarias, a partir de don Elías Serra Ráfols, ha habido continuidad en la investigación histórica. Saltando de figura en figura, al filo de los años 70, surge en Canarias una generación de historiadores que, aprovechando el momento se internaron en el camino del rescate de la memoria reciente y de la más lejana, que no siempre se podía. En Gran Canaria, siempre con la mirada de Manolo Lobo pastoreando la curiosidad y ahora el Anuario de Estudios Atlánticos, se ha hecho un camino. Sin olvidarse de los siglos que nos han conformado, se fijaron en la memoria inmediata, a menudo enterrada por el odio.
Mucho hay que agradecer al trabajo de profesores e investigadores como Agustín y Sergio Millares Cantero, José Miguel Pérez, José Alcaraz y Alberto Anaya. Los tres últimos se han ido en pocos meses. Alberto Anaya hoy mismo. En estos historiadores, además del rigor académico, ha comparecido un gran compromiso con la historia reciente, con Canarias y con la búsqueda de verdades demasiado tiempo ocultas, y que nos duelen a todos.
Para mi generación, han sido y son escuela de conocimiento de nosotros mismos, los consideramos de «los nuestros», de la gente que quiere vivir en paz sin amaños ni compadreos, y para eso se necesita conocer la verdad, las verdades. Por eso digo que, con la muerte de Alberto Anaya, se ha ido uno de los nuestros, otro.
Cuando, en el futuro, se mire este momento de nuestra historia, habrá que recordar que hubo un grupo de historiadores que, a la sombra de la naciente universidad de Las Palmas de Gran Canaria (algunos desempeñaban la docencia en institutos de Secundaria), fundaron una dinámica que tarde o temprano nos llevará a conocernos más en lo bueno y en lo malo.
Recordemos a Alberto Anaya, el Nuestro, cuya memoria docente es tan importante como la investigadora. Descanse en paz.
Publicado el

MEMORIAS DIFUSAS EN LA PARTIDA DE LUIS ALEMANY.

Ha fallecido el escritor Luis Alemany. Barcelonés de nacimiento, creció desde muy niño como tinerfeño y como tal se nos va. Lo conocí poco, por vivir en islas distintas, pero sí que lo frecuenté durante aquel Congreso de Cultura que realizó el primer gobierno autónomo del PSOE. Fuera en Las Palmas, en Santa Cruz o en La Laguna, tuvimos algunas coincidencias, él desde su status de clásico en vida (así fueron enseguida los del Boom de los narraguanches), yo como aprendiz con apenas una o dos obras primerizas en la calle. Era muy generoso y locuaz, pero entonces para mí era el autor de LOS PUERCOS DE CIRCE, sin duda una de la mejores novelas de los años 70 y que, como La Regenta en Oviedo, levantó muchas ampollas en Santa Cruz de Tenerife, ciudad a la que retrata con todas sus luces y, sobre todo, sus sombras. Eso a él le divertía, y a los novatos nos lo elevaba a la categoría de guerrillero de la letras.
Puede ser una imagen de una persona
Como dije, lo conocí y lo traté un poco en la década de los 80, y ya era así, la imagen de Alemany que desde hoy deja de ser historia y se convierte en leyenda literaria. Luego le perdí la pista y creo que me he cruzado con él un par de veces en 40 años, hola y adiós. Me comentó entonces que su tesis doctoral (que no sé si terminó) trataba del lenguaje del humor, y entre otras investigaciones, tenía recopilados más de seis mil chistes. Fue un entusiasta de la obra y el personaje de Jardiel Poncela y del humor. Como tenía una gran memoria, cuando iba por el segundo Whisky, tiraba de chistes clasificados (de suegras, de borrachos, de locos, de lo que fuese) y era una ametralladora.
Por cierto, como bien señala Eduardo García Rojas en le hermosa despedida que hoy le hace en su blog El Escobillón, con él todo ocurría siempre en una barra, nunca en una mesa, y el tintineo de los cubitos en el vaso escocés recordaban al sonido Dolby de los anuncios que entonces ponían en los cines. Y nos olvidamos con frecuencia de su constante trabajo alrededor del teatro, del que fue autor y gran valedor, como Alberto Omar o Cirilo Leal, tres enfoques diferentes. Se va un gran tipo, espero que al menos haya sido feliz algún ratito. Por eso hoy se oyen en el éter unas campanillas, que no son otra cosa que los cubitos de hielo contra el cristal de un vaso Tumbler. Descanse en Paz.
Publicado el

El cultivo de la ignorancia

 

Vivimos un mundo en el que la ignorancia prestigia, y todavía me resuenan las palabras pronunciadas hace años por Paulino Rivero (no recuerdo si entonces era presidente de Canarias, en todo caso es un personaje referencial), cuando el ya también expresidente del CD Tenerife elogió públicamente a quienes destacan sin haber pasado por una formación académica. Universidad de la calle creo que lo llamaba. Y sí, es muy loable que haya personas que destaquen por su talento natural, pero una sociedad bien organizada tiene que valorar el esfuerzo de preparación de quienes la harán avanzar. No es extraño que, paralelamente a la titulitis a veces vacua (otras no), se sitúen en el púlpito social, y así encontramos intrusismo en asuntos médicos, nutricionales y psicológicos, que, como no podría ser de otra manera, suelen acabar en los juzgados.

 

 

Con lo de los influencers la cosa se ha ido de madre. La publicidad a la buena de Dios hace que personas que se vuelven famosas por razones inimaginables (ahora la estrella mundial es un tal Montoya que sale corriendo y gritando porque su novia puede que le haya sido infiel) se conviertan en iconos de cartón-piedra. Como suele decir un amigo, en otros tiempos los influencers eran Félix Rodríguez de La Fuente, Jacques Cousteau o la Doctora Aslam, por no mencionar una larga lista en la que figuran Albert Camus, Virginia Wolf o Nelson Mandela. Esos sí que eran influencers, pero ahora, ya ni se sabe.

 

 

Hace unos años fui testigo de una escena que entonces me dio risa y ahora me pone los pelos de punta. A una señora recién llegada de Venezuela le presentaron una chica adolescente de unos 15 años, bella, esbelta y de andar elegante. Al saber que estudiaba, le aconsejó: «No pierdas el tiempo estudiando, tú tienes que dedicarte al modelaje, al cine o a la televisión». Es decir, si eres guapa, tu futuro está en la dolce vita, que ya sabemos que no es tan dulce y a menudo es muy dura y tiene trampa, y si no, vean el desgarrador ejemplo de Amparo Muñoz. Pensé entonces que aquello era típico de Venezuela, país especializado en fabricar ganadoras de Miss Universo.

 

Luego he visto que aquí también hay una obsesión por lo que aquella señora llamaba modelaje, y con eso ya hay futuro. También sucede ahora con los varones, que, además de soñar con ser futbolistas adinerados, quieren anunciar calzoncillos o ser actores de cine. No se plantean estudiar arte dramático o periodismo audiovisual, piensan que les basta con su palmito. Pues por muy guapa o guapo que seas, coge número y haz cola, porque no hay platós y pasarelas para tanta gente, y menos en Canarias, donde hay más chicas guapas y donceles apuestos por metro cuadrado que en ninguna otra parte. También es verdad que son muchas las canarias que han ganado títulos de belleza nacionales e internacionales, pero la inmensa mayoría de estas chicas y chicos se pierden en el camino, porque no hay ruta indicada y menos si no hay una formación previa.

 

Que un fotógrafo poderoso y famoso se fije en una chica que ve por la calle y la convierta en supermodelo (eso le pasó a Claudia Schiffer) es como sacarse la lotería sin jugar. Por eso me entristecen los concursos en los que se corona a alguien (no veo la necesidad de que los Carnavales tengan una reina), porque veo ilusiones sin otra base que la efímera lozanía de la juventud y la esperanza en la diosa fortuna. Es verdad que a veces se producen los milagros, y hace unos años un británico se sacó 200 millones en la euromillonaria. No es esa la ilusión que debiera tener nuestra juventud, aunque con las salidas laborales que esta sociedad les ofrece no me extraña que, si tienen lo que antes se llamaba buena presencia, intenten dedicarse al modelaje. Claro, es que esto se parece cada vez más a Venezuela.

 

El famoseo hace que se pierda de vista el verdadero valor de las cosas. Entre las personas fallecidas en la pandemia está Lucía Bosé, a la que los medios identificaban como “la ex esposa del torero Luis Miguel Dominguín y la madre de Miguel Bosé y Paola Dominguín”, como si ella no tuviera valor por sí misma. Lucía Bosé es una de las grandes del cine italiano, español y europeo; pertenece a esa hornada de actrices italianas que surgieron a finales de los años 40 y principios de los 50, como Sophia Loren, Silvana Mangano, Alida Walli o Gina Lollobrígida. A sus 16 años era dependienta de una pastelería de Milán y cuando Visconti entró a comprar castañas confitadas se prendó de ella y la convirtió en su musa. Trabajó a las órdenes de los mejores directores de su tiempo, desde Fellini a Buñuel, De Santis, Emmer… Comedia, drama, siempre bellísima y actriz; a las órdenes de Juan Antonio Bardem protagonizó Muerte de un ciclista, sin duda una de las mejores películas de la historia del cine español. Por eso, sin desmerecer las carreras de sus hijos, Lucía Bosé solo debiera necesitar su nombre para identificarla en su grandeza. Pero ya este es otro mundo de cristal.

 

Y por eso hay que volver siempre a Galdós. No soy majadero, es una necesidad. Y no solo a Galdós, sino a todo lo que se indaga sobre su obra. Por mucho que uno lea sobre nuestro paisano, siempre hay un detalle que arroja luz sobre la obra de un gran escritor, pero, sobre todo, nos da algún detalle que no conocíamos sobre los porqués del maltrato que, ya en vida, y durante muchas décadas después de muerto, sufrió una figura que es mucho más que un autor de novelas, obras teatrales, cuentos y artículos. La evidencia de que no es uno entre muchos importantes, es que, más de cien años después de su muerte física, su obra ha vencido todos los obstáculos, desprecios y silencios, que todavía hoy tienen predicadores rezagados que heredan la mezquindad. Don Benito sí que es un influencer. Hay que decir que, con su contemporáneo y amigo Leopoldo Alas Clarín, ha pasado lo mismo, hasta el punto de que el odio almacenado en la sociedad dirigente de la ciudad que tan bien retrató en La Regenta se hizo vendetta siciliana, y en la guerra civil fusilaron al rector de la universidad de Oviedo, dijeron que por el terrible delito de haber sido nombrado por el gobierno de La República y haber asistido a un mitin de Azaña. El motivo real fue que era hijo de Clarín, y como nada podían hacerle a un novelista que llevaba 35 años muerto, se vengaron en su descendencia. Así se las gasta el odio, y para que germine nada mejor que cultivar la ignorancia. Ahí tienen a Trump, dejando a Atila a la altura de un becario.