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El cóctel letal de la ignorancia cultivada


ctlg_malva[1].jpgYa no sé si es mayor mi perplejidad, mi indignación o mi impotencia. Ocurre todos los días en muchas partes del mundo, pero casi nunca nos enteramos, y cuando lo hacemos unimos nuestro esfuerzo -que a veces es ineficaz- enviando correos y gritando. Un tribunal islámico de Sudán ha condenado a la horca a Meriam Yehya Ibrahim, una joven de 27 años, madre de un niño y embarazada de otro. Su delito es haberse casado con un cristiano ortodoxo, que allí pertenece a una minoría, pero según los salvajes que la condenan le corresponde ser musulmana porque su padre lo es, aunque su madre sea cristiana, religión que ha practicado siempre siguiendo las creencias maternas. Por lo visto, la cosa podía pasar por alto si ella no se hubiera casado con un cristiano. En fin, en la información periodística que enlazo viene ampliamente explicado, y no puedo hacer otra cosa que expresar mi furia contra la cerrazón que acarrean las religiones, la incultura y el machismo, un cóctel que cada vez se está volviendo más letal, tambien en Occidente. Y no pensemos que eso es cosa solo del Islam, ya hemos sufrido durante siglos en Europa esa falta de libertad, y tiemblo cuando veo que por aquí se están despertando de sus ataúdes vampíricos los inquisidores de siempre.

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Réquiem habanero por Fidel

El pasado 16 de mayo, junto al novelista Santiago Gil y el autor, tuve el privilegio de presentar en Las Palmas de Gran Canaria Réquiem habanero por Fidel, novela de J.J. Armas Marcelo que cierra su Trilogía de La Habana. El post es el comienzo de mi intervención, y al final hay un enlace para el texto completo, más comentado que leído en la presentación. La fotografía es una traslación a blanco y negro de la realizada por nuestra amiga común Mariauxi González Guzmán.

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Juancho Armas Marcelo y yo somos amigos desde hace más de 500 lunas. Nos conocimos cuando éramos los mejores, al sur de la resurrección, justamente la noche que Bolívar traicionó a Miranda. Hemos visto pasar los años que fuimos Marilyn con calima e incluso a punto del estado de coma, pero hasta hemos hecho confitura con el fruto del árbol del bien y del mal. En esa larga singladura hemos caído en el vicio de escribir, fantaseado con casi todas las mujeres y al final se ha visto que fue bueno dejar en la playa las naves quemadas. Esto no puede gustar a la vez a tirios, troyanos y contemporáneos, y por ello los dioses de sí mismos, tanto en Madrid, distrito federal, y así en La Habana como en el cielo, tratan de cerrar las puertas de la Orden del Tigre. Pero hasta el Niño de Luto y el cocinero del Papa saben que es imposible impedir la celebración de la intemperie. Y este es Juancho, todo en él escritura literaria, que ahora entona un Réquiem habanero por Fidel…

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ENLACE: Presentación Juancho-Requiem Fidel.pdf

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¿España huele a ajo?

zzz ajos.JPGVivimos una etapa muy cansina, en la que da igual lo que se diga o se haga, que por lo visto nunca pasa nada. Hace unos años, cuando Victoria Adams vino a vivir a España porque su marido, David Beckam, jugaba en el Real Madrid, dijo que no le gustaba vivir aquí porque «España huele a ajo». La cosa no me hizo ni mucha ni poca gracia, y recuerdo que se levantaron las lenguas indignadas porque esa «pija inglesa» había ofendido el honor nacional. Andando el tiempo, ha venido a resultar que aquellas palabras, dichas seguramente a la buena de Dios, se han convertido en una de las definiciones más certeras de un país que ya no sabe de dónde viene y mucho menos a dónde va. Si los hecho carecen de importancia es que hemos llegado a la gran corrupción colectiva, en la que vale todo y cada cual que apañe lo que pueda. Si entramos en las palabras, el cansancio es adormecedor, palabras, acusaciones y disparates, interpretaciones sesgadas y vámonos todos a lanzar la cabra desde el campanario. Hace unos días, el presidente del gobierno comentó el terrible asesinato de León con estas palabras: » Es un crimen cruel, inútil y absurdo, que no voy a calificar». Y lo dice después de haber utilizado en la misma frase no uno, sino tres adjetivos calificativos, de lo que se deduce que ya las palabras se dicen a lo loco, sean o no coherentes. ¿Será verdad que España huele a ajo?