Publicado el

A ver qué hacen ahora, guapitos…

Dicen que la primera víctima de la guerra es la verdad, y por ello no podemos estar seguros de lo que está pasando realmente en los lugares en conflicto, y nuestros tataranietos tal vez lleguen a averiguar, tras muchos cotejos, muchos detalles de nuestro hoy (no todos). Es posible que descubran quiénes ganan, cómo han prendido la mecha y qué complicidades existen, a veces hasta en los que aparecen como enemigos. Lo silencios a menudo son más cómplices que los gritos.
imagen1.JPGLeo una información en la que se dice que han sido lanzados proyectiles desde territorio ruso sobre la zona oriental ucraniana. Las fuentes serán o no fiables, interesadas o vaya usted a saber, porque la propaganda es a veces tan destructiva como la artillería. Pero si eso fuera cierto, ya no estaríamos hablando de una guerra civil entre el ejército oficial ucraniano y las milicias separatistas, sino de una guerra con Rusia y Ucrania implicadas, dos estados que hasta hace menos de un cuarto de siglo fomaban parte del bloque comunista durante la Guerra Fría. En principio, las vigilias de Kiev, la caída de un gobierno y hasta la rebelión de zonas rusófonas parecía un buen negocio para el complejo industrial armamentístico (que no tiene patria, como dijo Pujol, la pela es la pela). Esas voladuras supuestamente controladas no lo están en casi ninguno de los frentes (Siria, Gaza, Ucrania, Irak, Libia…), aunque no por ello los halcones dejan de ganar dinero; al contrario, los políticos que les sirven me parece que han hecho de pardillos para que ellos facturen en el gran negocio de la guerra. Ah, sí, hay sufrimiento, muerte, desplazamientos… Daños colaterales lo llaman.

Publicado el

Los nombres de las calles


zzzppppFoto0716.JPGLas ciudades cambian su nombre cuando cambia la lengua (Zaragoza: César Augusta; Compostela: Campus Stellae o Campo de la Estrella), y ya empieza a olvidarse por qué Schamman, La Paterna, Escaleritas, Arenales o Miller se llaman así. Se pone a una calle el nombre de una persona ilustre para homenajearla, pero luego nadie sabe quién fue. ¿Saben siquiera la mayoría de los carteros o los vecinos de esas calles quiénes eran, por ejemplo, Cayetana Manrique o García Tello, que la calle Pérez Galdós no se refería al novelista, sino a su hermano militar (luego lo cambiaron), o que las calles de Schamman son personajes o títulos de Galdós? ¿Por qué Juan de Quesada es El Toril, Bravo Murillo el Camino Nuevo y la Plaza de la Feria es en realidad del Ingeniero León y Castillo? Salvo José Barrera Artiles, ¿quién demonios sabe quiénes eran y a qué dedicaban su tiempo libre el Lectoral Feo Ramos, el Sargento Llagas, Travieso, Carvajal, Perdomo y Cebrián? Para eso, como en Nueva York, calles numeradas, y encima no te pierdes.

Publicado el

¿Para qué fuimos a La Luna?

Hace 45 años (20 de julio en Estados Unidos, 21 en Europa), el ser humano, personificado en el astronauta Neil Amstrong, consiguió el sueño acariciado durante milenios por poetas, visionarios y científicos: alcanzar La Luna. Pasando por encima de leyendas urbanas que hablan de que eso no ocurrió, y que hasta fue motivo de un famosísimo falso documental, hay que dejar claro que, ocurriera o no, la tecnología disponible en 1969 hacía perfectamente posible viajar hasta La Luna y regresar. También habría que correr un tupido velo sobre el origen de esa tecnología, fruto de «la captura» por parte de Estados Unidos del científico nazi Herbert Von Braun, un genio de los cohetes, que primero fabricó los V-1 y V-2 que aterrorizaron Londres y luego hizo para la NASA el Saturno, un cohete que puso en órbita los artefactos necesarios y que aun hoy no ha sido superado, pues hasta los últimos viajes de los transbordadores espaciales lo utilizaron. Tocamos el cielo con las manos, La Luna, hace 45 años. Los muchachos de entonces que queríamos distanciarnos del casposo entorno, vivíamos en la esquizofrenia de las lecturas políticas secretas, a la vez que estábamos fascinados por la carrera espacial, primero el Sputnik, la perra Laika, Gagarin y Glenn, luego los proyectos Mercury, Geminis y Apolo, que seguíamos con el mismo entusiasmo que las canciones de Bob Dylan o las películas del Agente 007. No nos estalló la cabeza de milagro.
zzzzz lllunnna.JPGEl caso es que aquel 21 de julio seguimos el alunizaje por la radio (en Canarias no había entonces televisión por satélite) y la voz que recordamos es la de Cirilo Rodríguez, corresponsal de RNE, aunque al día siguiente pudimos escuchar en diferido la de Hermida mientras veíamos las borrosas imágenes de Amstrong bajando la escalera del módulo lunar. Millones y millones gastados en un viaje que creíamos científico pero que solo era un envite para adelantar al enemigo durante la Guerra Fría, con Vietnam ardiendo por los cuatro costados. ¿Ir a La Luna para qué? ¿Para perfeccionar la manera de matar niños inocentes en Gaza o derribar aviones civiles en Ucrania? ¿Para plantearnos si hay agua en Marte mientras envenenamos la de este planeta y somos incapaces de dar de beber a los sedientos somalíes? ¿Para eso fuimos a La luna? 45 años después, antes que con «esa gran gesta americana», me sigo quedando con Bob Dylan e incluso con las fanfarronadas de Sean Connery haciendo de un inverosímil James Bond. ¡Ah, sí! Los astronautas se bañaron en Maspalomas y se alojaron en un hotel del oasis que ahora tratan de destruir. Para eso sirvió el viaje a La Luna.