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Todos los muertos


Perdí la cuenta de los muertos de 2013. La verdad es que, con camino andado, se hace recuento y vemos que ya no están muchas de las personas que hemos tratado, o que sin conocerlas personalmente han formado parte de instantes importantes de nuestra vida, que se contruye también con canciones, películas, libros… No sé si eso le pasa a todo el mundo, pero yo recuerdo nítidamente la primera vez que supe que alguien querido había muerto y lo que eso significaba. Era un niño, y me alegré de serlo, porque entonces tenía la falsa información de que para morirse había que ser adulto. El primer personaje público del que tengo memoria de su muerte fue el papa Pío XII; habían pasado solo tres días desde mi cumpleaños, y relacioné el hecho con los años de mi vida que tendría que ir descontando. Fue un mes lúgubre, con la España nacionalcatólica de luto severo, crespones negros en las ventanas, suspensión de la música y oratorios por todas partes. Fue una puesta en escena de la muerte muy larga, casi todo el mes de octubre, que se rompió de forma espectacular cuando eligieron al nuevo papa, Juan XXIII, con las campanas en repique constante. Aquello fue como el descubrimiento y la constatación del olvido de un golpe, el muerto ya era historia y a otra cosa.
zzzxxxDSCN40.JPGPasaron algunos años, y asistí como en una nube a las muertes de personas cercanas o de figuras públicas. Lo de Kennedy hizo tanto ruido que necesariamente tuve que saberlo, pero en aquellos años murieron muchas celebridades y no tengo conciencia de haberme enterado en el momento, para mí siempre estuvieron muertos (Gary Cooper, Hemingway, Camus…), aunque sí que recuerdo que se habló mucho de la muerte de Marylin Monroe, aunque yo entonces no sabía quién era. Sí que me impactó, ya en la adolescencia, la muerte de Azorín en 1967, porque era un escritor que yo había estudiado en los libros y eso me pareció especial, no era un muerto de siempre como Cervantes o Galdós, sino alguien que durante unos años fue mi contemporáneo. Y así, los muertos seguían en cadena: familiares, Janis Joplin, Nabokov, amigos, Mercedes Sosa, Andrés Solana, conocidos, Millares, Luis Natera… Nuestra vida se compone de una suma de vivos y muertos, como el mundo de Pedro Páramo, ya que finalmente Lennon, Ingrid Bergman o el recuerdo de un ser querido es el material con el que se contruye nuestra memoria, lo que somos. Y los muertos de 2013, muchos, me dicen que hay que mirar hacia adelante sin olvidar a los que no están pero sí están, porque seguirán aquí mientras los recordemos.

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Por sus frutos los conoceréis (*)

El Ayuntamiento de Agaete, con un gobierno y una alcaldesa del PP,
y la Iglesia, propietaria del cementerio, se niegan a que se coloque
en el camposanto un monolito con los nombres de los desaparecidos
durante la Guerra Civil, con una inscripción que solo pide que
descansen en paz sus cuerpos allá donde se encuentren.
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PICTc0054.JPG33 vecinos de Agaete desaparecieron en abril de 1937. Fueron detenidos en el Valle y desde la comisaría de Alcaravaneras salieron supuestamente con destino al campo de concentración de Gando. Nunca llegaron.

Estos son sus nombres:

Antonio Álamo Godoy, José Álamo Sosa, Antonio Dámaso Álamo, Gregorio Dámaso Álamo, Juan Dámaso Ojeda, José Diepa Jiménez, Lorenzo Diepa Jiménez, César Expósito Rosario, José García García, José García Godoy, Juan García Godoy, Justo García Sosa, Santiago Godoy García, Juan Medina García, Juan Medina Perdomo, Pedro Méndez Saavedra, Pedro Rodríguez González, Domingo Rosario Martín, Antonio Sosa Jiménez, Andrés Sosa Vega, Juan Sosa Vega, José Sosa Martín, Juan Suárez Hernández, Antonio Valencia Expósito, Gregorio Valencia Medina, Juan Vega García, Faustino Vega del Rosario, Pedro Vega del Rosario, Antonio Vega del Rosario, Juan Viera Bolaños, José Viera González, Antonio Sosa Expósito y Juan Vega Jiménez.

Sin comentarios.

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(La cita del título son palabras de Jesucristo en el Evangelio de San Mateo 7:16)

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Maria Callas y el descubrimiento del chicle

zzzzMARIA-CALL.jpgHoy, la mítica cantante María Callas cumpliría 90 años. Como homenaje a su voz única adjunto un fragmento de mi novela El baile de San Pacual, que forma parte del libro Tríptico de fuego (2008), que contiene tres novelas cortas. Trata de una visita que hace medio siglo hizo a Gran Canaria la gran diva de la ópera, en el yate del millonario griego Aristóteles Onassis. El episodio del chicle, que podría sonar a pura fantasía, ocurrió realmente en el sur de Gran Canaria.

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«… Al entrar en el patio de la casona donde aún se balanceaban los sillones de remo donde Doña Irina les leía, Marina recordó el día en que vino a Pozo Grande el hombre más rico del mundo y ella descubrió el chicle. Doña Irina había salido al encuentro de su marido, que acaba de llegar en su Ford gris plata en compañía de una pareja que fondeaba su yate en el puerto de la capital. La visita a Pozo Grande de los amigos de los amos se había anunciado como rumor salido de la casona desde hacía muchos días, y los aparceros esperaban con expectación ver de cerca al hombre más rico del mundo, que tal vez pensaran ver recubierto de oro.zzPICT0c058.JPGY así lo esperaba Marina, pero sólo pudo ver fugazmente, desde el bosquecillo de pinos donde se había escondido, a un hombre corpulento y adusto que desapareció en la casa mientras ella miraba con envidia al niño preferido de Doña Irina, que se remaba en el sillón con la Biblia abierta como compañera de asiento.
La dama que acompañaba al hombre más rico del mundo, dueño de muchos barcos y quien sabe de cuantas cosas más, era una mujer delgada, con los ojos enormes y una sonrisa tierna y estridente en su boca amplia. La amistad con los amos le venía a la pareja de la coincidencia en el canto de la ópera de Doña Irina con aquella mujer vestida de blanco que se acercó hasta el sillón de remo donde el niño predilecto la miraba con los ojos abiertos en desmesura. Marina la percibió desde su escondite como una mujer afable y cariñosa, tierna, lejos de la idea que de ella se habían formado. Le habían dicho que era la cantante de ópera más famosa del mundo y que su voz estaba en los discos que Don Pablo ponía en la radiogramola que a veces se oía desde la carretera. Doña Irina le presentó al niño y ella le dio un beso maternal. Marina sintió envidia, pero siguió escondida porque estaba fascinada por la elegancia de la mujer, que dio al niño un chicle, y luego, cuando Doña Irina la descubrió entre los pinos, también ella probó por primera vez la rosada goma que tanto la impresionó. El chicle de la dama era el primer signo de progreso que llegaba a Pozo Grande…»