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Vida y muerte colgados del mar

Peces, caminos, sal, memoria, el mar.
Playas de Lampedusa, Lesbos, Tarifa, Maspalomas.
Luz y abrazos que acogen a fugitivos del odio y el hambre.
En Nigeria, Somalia, Siria, Libia, Darfur, Mali, Pakistán llueve muerte.
Largos caminos que hace siglos fueron rutas de la seda,
la sal, el oro y las especias
son hoy cementerios itinerantes con una muralla de olas.
La muerte y la miseria nacen en espacios asépticos,
en los talleres de tallado de diamantes de Amberes,
en los glamurosos escaparates de Tiffany’s,
en la acristalada City de Londres,
en la voracidad de los nuevos ricos de Rusia y China.
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Esto ya es reírse de la gente

Se supone que vivimos en una democracia, en la que lo que nos interesa públicamente es el bien colectivo. Ahora mismo, los políticos y los afamados columnistas y tertulianos que van de estrellas y podrían ahorrarse su palabrerío porque ya sabemos de quien es vocero cada cual, tendrían que estar en los asuntos que a todos nos atañen. a saber: qué pasa con las personas dependientes sin ayuda y una burocracia infame, cómo se va a recuperar el sistema sanitario cuando obtener una radiografía es larguísimo, y más largo que la vea un especialista; bacanal.JPGcómo se va a acometer el sistema de pensiones; de qué manera se dinamiza el flujo económico con salarios de miseria… Pero no; cuando no están apuñalándose en privado o a través de los medios y mecanismos a su disposición con dinero público, se pasan la vida haciendo listas, debatiendo alianzas para no se sabe qué, enarbolando fotocopias de esto o de lo otro y entonando discursos ante enfervorizados partidarios, en una bacanal de narcisimo que da vergüenza ajena. Continuar leyendo «Esto ya es reírse de la gente»

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En mi país, qué tristeza

«…Dice mi padre que un solo traidor
puede con mil valientes…»
(Alfredo Zitarrosa).
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Cada vez que escucho la canción Adagio a mi país, del cantautor uruguayo Alfredo Zitarrosa, tengo la sensación de que la escribió pensando en Canarias. Pero no, su canción habla de la República Oriental del Uruguay, que aunque su extensión es 23 veces la de Canarias, tiene solo poco más de tres millones de habitantes. Tiene en común con nuestras islas que es una sociedad pequeña, fundada por 16 familias canarias y que se ha construido con una sucesión de inmigraciones que se han mestizado sobre el esquilmado sustrato aborigen. Por lo tanto, su proceso es paralelo al nuestro, con colonización comercial británica incluida, y la independencia no cambió la estructura, solo que el lugar de un enviado de la corona española fue ocupado por un criollo con pedigrí. Siguieron mandando los mismos, los dueños mantuvieron sus prebendas y dominios, a los pobres los mantuvieron a raya y la política es sucedáneo de lrivalidad entre ricos, aunque de vez en cuando se les escapa un espontáneo que hace algunos cambios, que son corregidos inmediatamente para que, como en El gatopardo, todo siga igual. Continuar leyendo «En mi país, qué tristeza»