Los cuatro jinetes del Apocalipsis
No creo que haya nada que celebrar, ni siquiera conmemorar, este 18 de julio en el que se cumplen 80 años del comienzo de la guerra civil española, que extendió sus visibles tentáculos hasta 1975 y que en buena medida sigue latente en muchas conductas, situaciones y elementos que se empeñan en que no se apaguen las fuentes del odio. Es que a este paso vamos a cumplir un siglo sin que las heridas cicatricen. En estos días, por razones personales, he visto el resto del mundo desde la neblinosa distancia del cansancio, como una película filmada con vaho y sordina. Hoy saco la cabeza del agua y encuentro a los impresentables dirigentes de los cuatro partidos mayoritarios en el Congreso bailando la misma yenka que se les ha encasquillado desde diciembre. Veo que el Reino Unido se va de de la UE, con los consiguientes ajustes que eso necesita, que en Francia el terror empieza a hacerse dolorosamente cotidiano, que en Turquía están sucediendo hechos que ya no sabemos cómo interpretar, pero que son un elemento más de desequilibrio en el Mediterráneo Oriental, que en Bruselas aprietan las tuercas a España, que…