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Turismo sí, pero no sólo

 

No voy a perder ni un segundo en meterme en el berenjenal de números, porcentajes, pactos y repac(r)tos. Yo siempre voto a quien me parece el menos malo y a veces hasta gobierna. Otras, mi voto no alcanza el poder, pero ya hay un mandato. El contrato social del tipo de democracia que tenemos dice que, cuando no hay mayorías absolutas, son los acuerdos resultantes los que quitan y ponen reyes. Pues eso, no es que me dé lo mismo Juana que la hermana, es que, si jugamos a este juego, las cosas son así, y por eso siempre concedo el beneficio de la duda a quienes llegan al poder, aunque lo hayan tenido en otros tiempos, porque vuelven a ser novatos, porque la vida está cambiando a una gran velocidad.

 

 

Quienes tienen ahora la responsabilidad de timonear la nave durante cuatro años, que no sé quiénes son, pero lo supongo (aunque sí sé quién tiene el puesto fijo de grumete) deben recoger la evidencia y el sentir general de que Canarias necesita un buen meneo, que no se improvisa, pero que tiene que avanzar sin demora. Nos ha tocado vivir una de las épocas más complicadas en muchas décadas. El debate sobre Canarias y sus sucesivos monocultivos lleva años en vigor, y en tiempos de vacas gordas fueron muchas las voces (entre ellas, la mía) las que advirtieron que poner todos los huevos en el mismo cesto no es una buena idea, como se ha demostrado ahora mismo. Construcción y turismo dieron grandes beneficios a unos pocos y tampoco hay que negar que dieron trabajo y bienestar al conjunto de la sociedad canaria, pero siempre estaba encima la espada de Damocles, que nadie quería asumir. Hubo momentos de gran bonanza, en los que se hablaba de diversificar el riesgo, pero nunca se llegó a materializar una verdadera apuesta política ni empresarial.

 

Ahora se habla de un futuro alternativo, pero eso no se improvisa, y el renacimiento de la economía habrá que fiarlo de nuevo al turismo como punta de lanza, porque no hay otra; lo que sí es necesario es que, una vez empiece todo a funcionar (y ya ha empezado), no nos empeñemos en seguir agrandando el mismo sector. Está claro que el mundo que se avecina va a moverse en otras coordenadas, y ahí es donde Canarias debe apostar por tener distintas actividades, que pueden funcionar a pesar del aislamiento y la distancia. Sabemos que vienen tiempos complicados, y el gobierno y las fuerzas políticas, económicas y sociales tienen que ir a una sola voz. Lo que no puede ser es que nos conviertan en lo que quiera Bruselas, y eso hay que hacerlo valer. Porque Europa a menudo nos toma por el pito del sereno, y algunos países gallitos se creen nuestros tutores, como ahora Alemania que tiene la desfachatez de enviar una comisión de su parlamento a ver qué pasa con lo del agua de Doñana. La UE podría, pero no otro estado, por muchos humos que tenga Alemania.

 

Comentan los economistas que el turismo se está moviendo a base del ahorro en los países emisores, pero el cochinito tiene fondo, y cuando se acaben las reservas disminuirá el turismo. Se trata de sumar dos más dos, por lo que seguir engordando el mismo sector es suicida, porque cuanto más grande, más vulnerable. El cambio que necesita Canarias -y España- tiene la obligación de darse cuenta de que en el siglo XXI ya no valen las recetas del pasado. Estoy convencido de que si remamos en la misma dirección podremos salir adelante, pero aquí no caben politiquerías de vuelo de gallina. Es el momento de tener altura de miras, y este mensaje vale también para todo el Estado. El reto es fuerte, y se necesitan todas las manos. Hay asuntos pendientes que unos reivindican por un lado y otros, por el contrario, pero nada de eso servirá, porque lo que ahora se necesita es un proyecto de reconstrucción que abarque a todas las capas de la sociedad, y los liderazgos políticos y económicos tienen la obligación moral de dar la talla.

 

Pocas veces Canarias, España y Europa se han enfrentado a una situación tan complicada (la actual euforia económica está sujeta por una tela de araña), es el momento de que cada cual sepa qué puede aportar, porque el éxito de empresa tan ardua no será de un político, de un partido o de un sector empresarial. Ha de ser obra de todos, y hacia esa meta deberemos dirigirnos, porque, discursos oportunistas aparte, navegamos en el mismo barco. Quiero pensar que quienes tienen el dinero y la batuta política saben que esto es así, y que hay que empezar de una vez y muy en serio a diversificar los riesgos. Si no, la historia les caerá como una losa, porque los medios pueden dar una idea distinta apegada al día a día, pero la historia es inapelable. Que sepan quienes buscan poltronas que no se trata de repartir presupuestos aquí o allá, se trata de inventar un futuro que es ahora mismo, porque todo va a una gran velocidad. Turismo sí, pero no sólo.

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¡Sálvese quien pueda!

 

Ante todo, feliz Día de Canarias, no sé muy bien por qué, ya que cada año hacemos propósitos de esto y lo otro y seguimos en la misma danza de siempre. Vistos los resultados en Canarias, hay diversas combinaciones posibles, aunque alguna está más clara que otras. No voy a hacer análisis ni cuentas, que de eso ya estamos saciados, pero lo que sí está claro es que en Canarias la voluntad popular se disuelve apenas se cierran los colegios electorales. Bueno, en Canarias y en cualquier lugar donde haya democracia parlamentaria. Si se ajustara el sistema, tal vez los gobiernos se parecerían más a la voluntad mayoritaria. Y acabar con el sistema D’Hont, que siempre favorece a las mayorías. Pero es lo que hay y toca aguantarse, porque no veo cómo sería un sistema más justo, ni me toca hacerlo.

 

 

Sí diré que me ha dado cierta tristeza ver cómo Ángel Víctor Torres se puede ver apeado de la Presidencia, después de haber toreado un tsunami de crisis, unas habituales como la guerra y la inflación, y otras inimaginables como la pandemia, el volcán, o los superincendios forestales, lo de los turoperadores, la calima apocalíptica de 2020, además de la llegada de pateras, gana las elecciones, pero los números no dan, salvo carambola imprevista. Tampoco le ha ayudado la política rarita de su jefe en Madrid con respecto a Marruecos, que sigue sin ser explicada, y le ha faltado plantarse frente a Sánchez y pedirle explicaciones claras. Nadie es perfecto, pero hay que reconocerle que, con aciertos y errores, no ha habido un presidente canario que lo haya tenido tan complicado. Pero las urnas las carga el diablo; eso le pasó al mismísimo Churchill, que después de haber sido el pilar del Reino Unido y de los aliados, en condiciones muy difíciles durante la II Guerra Mundial, fue desalojado de su cargo de primer ministro en las siguientes elecciones. Cosas de la política.

 

Así que no ha dado tiempo a regodearnos con el ascenso de la UD Las Palmas, y para remachar, Pedro Sánchez arrastra de grande el lunes por la mañana y convoca unas elecciones generales sin margen de tiempo. Las contrarreloj se le daban muy bien a Induráin, pero no sé cómo ha cogido la sorpresa al propio PSOE y a los demás partidos, sin tiempo para organizarse, sobre todo ese espacio a la izquierda de Sánchez, que tiene que agruparse antes de 10 días, porque ya empieza la cuenta atrás y los plazos para llegar al 23 de julio. Decían en mi pueblo que la gata que pare aprisa pare los gatos ciegos.  Aunque todos digan que están preparados, es obvio que los ha cogido con el paso cambiado, y encima las negociaciones para formar mayorías en los parlamentos, los cabildos y los ayuntamientos se van a producir en la carrera hacia las generales, e interfiere porque una mala jugada puede ser decisiva ese caluroso día de cita en las urnas. Pues si la lluvia no es buena para citas electorales, los calores desaforados propios de los veranos ya en plena degradación por el cambio climático pueden ser un obstáculo importante para la participación. Y las vacaciones. Ah sí, el voto por correo, pero como vote por correo solo una pequeña parte de quienes en esa fecha no van a estar en su urna, el bloqueo de Correos está cantado.

 

Pero esa tampoco es mi responsabilidad, y aunque trate de disimularlo, a Feijóo lo ha pillado atándose los zapatos. Supongo que pensaba pasarse las próximas semanas calibrando cómo y dónde pactar con Vox y qué va a tener que ceder; si hay mucho ruido, Su discurso de moderación puede ser muy contradictorio. De manera que, aunque sea terrible porque nos estamos jugando la ruta de cuatro años importantísimos, buscaré la parte divertida, y tengo la curiosidad de ver cómo Ayuso va a tratar de adelantar por la derecha a Feijóo y la cara que ponen los varones del PSOE. Los nacionalista vascos y catalanes pueden sacar tajada de esta improvisación, si son listos (y lo son), pues se ha producido la paradoja de que, con su perreta antisoberanista contra Bildu con ETA al fondo, el PP ha ayudado a llenar más las urnas de votos en todos los lugares donde hay nacionalismo pata negra. Aquí no, porque solo hay canarismo, insularismo y conchabismo, pero nacionalismo no, y eso lo ha dejado claro Ana Oramas en el Congreso una y otra vez con su acciones.

 

Y encima le fastidian las vacaciones mallorquinas al rey, que tiene que quedarse en Zarzuela para realizar las consultas con los líderes de las fuerzas políticas. Es que me da la impresión de que Pedro Sánchez se levantó el lunes con la idea de “¿quieren elecciones generales? Pues toma arroz, Catalina”. Lo de la presidencia europea de España, la inflación, la sequía, el disparate sanitario y la mili de la Princesa de Asturias quedan en segundo plano y Sánchez, mientras lo comunicaba desde las columnatas de Moncloa debía estar pensando aquello de “¡Muera Sansón con todos los filisteos!”. Pues eso, ¡sálvese quien pueda!

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UD: La marca de nuestro corazón isleño (*)

(He actualizado el artículo que publiqué con motivo del anterior ascenso de la UD Las Palmas, en junio de 2015. No he podido escribir nada nuevo porque la UD Las Palmas es un sentimiento inmutable).

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Es una evidencia sociológica que la UD Las Palmas es una seña de identidad canaria que nació en Las Palmas de Gran Canaria a mitad del siglo pasado, y la mitad del tiempo ha militado en la máxima categoría. Durante la segunda mitad del siglo XX, el equipo amarillo fue ganándose un prestigio de buen fútbol, que tuvo su mayor brillo a finales de la década de los sesenta y casi toda la de los setenta. Son leyenda los nombres de entonces, sobre todo los prematuramente desaparecidos Guedes y Tonono, junto a una serie de nombres canarios personificados en Germán Dévora, aunque los que vivimos aquella época podemos decir de corrido las alineaciones de los distintos periodos, que se unieron a la época de los argentinos, que se acomodaban perfectamente al fútbol pausado y técnico propio de nuestra tierra.

 

UD Las Palmas on Twitter: "???? Personaliza tu móvil con ...

También están en la memoria legendaria de todo un pueblo, entrenadores que supieron entender la esencia del fútbol que aquella mítica escuadra practicaba: Vicente Dauder, Miguel Muñoz, Pierre Sinibaldi, Pacuco Rosales, Quique Setién, y sobre todos ellos el faro de la epopeya, Luis Molowny, macerador de una selección juvenil campeona de España que fue más tarde la base de los días de mayor gloria del equipo y que él dirigió con mano maestra. Conviene recordar la historia para que se entienda que la camiseta amarilla, además de entusiasmo, merece respeto, un sagrado respeto.
Si la UD es un sentimiento amarillo y azul que abarca todo el archipiélago canario y lo trasciende, en Gran Canaria es un estandarte en el que se sienten representadas centenares de miles de personas, la isla entera, incluidas aquellas que no son muy futboleras. Todos recordamos a nuestras abuelas o madres, que generalmente nunca vieron un partido y desde luego no sabían lo que es un fuera de juego, que todos los domingos por la noche nos preguntaban «¿Cómo quedó Las Palmas?» Eso significa que la UD no es simplemente un equipo de fútbol. Es nuestra marca, que no ha surgido de un gabinete de diseño, sino del afecto depositado por muchas generaciones isleñas, especialmente grancanarias. La UD Las Palmas es la encargada de pasear por todo el mundo nuestro nombre, nuestras ilusiones y nuestra idiosincrasia convertida en una manera especialmente bella de jugar al fútbol, que medio siglo más tarde bautizarían como el tiqui-taca, cuando la Selección Española encadenó tres grandes títulos, y que, como bien señaló el entonces director del diario deportivo As Alfredo Relaño, no fue un invento reciente porque ya jugaba así genéticamente la UD Las Palmas de los años sesenta.

Ha cambiado mucho el fútbol no solo en las canchas sino también en la estructura y organización de sus ligas y equipos; pero esas cosas son, la una estrategia deportiva, la otra burocracia. La UD Las Palmas sobrepasa todo eso; sigue siendo un símbolo identitario sin discusión posible porque no es racional; es un sentimental latido que forma parte de la alegoría y la respiración de una isla. No se puede pasar por encima de tanta memoria apasionada, y por eso hoy, cuando el equipo amarillo y azul vuelve a la Primera División, llamada hoy Liga Santander, hemos vuelto a ver saltando al césped del Gran Canaria a todas aquellas leyendas que se forjaron en el viejo Estadio Insular. Dentro de otro medio siglo, las generaciones futuras rememorarán al entrenador Paco Herrera y a los Valerón, Viera, al «Chino» Araujo  (artífices del último ascenso antes de este), a García Pimienta, al equipo actual, con Viera a la cabeza, y a todos los demás jugadores actuales como la imagen congelada del último y esperemos que definitivo ascenso. Para la ciudad y la isla tener un equipo en la máxima categoría supone una inyección ilusionante de moral, pero también es un impulso económico indudable, que vendrá a ayudarnos a combatir los desafíos económicos, laborales y sociales que tenemos delante y que, además, coinciden con el comienzo de una nueva singladura política. Por encima de todo eso, que es sin duda muy importante, está el orgullo de una sociedad que hoy se mira de otra manera; ha subido su autoestima y sabe que el empuje de tantos años y tantos sueños ha conseguido un objetivo que nos une porque se lo debíamos a nuestra historia colectiva. La UD Las Palmas es la memoria de lo que fuimos y de lo que somos, y para el futuro es nuestro mejor logo, porque es la marca de nuestro corazón isleño. Gracias por el esfuerzo y felicidades.