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La hora de los hechos

 

Basta ya de predicar, empieza a ser hora de dar trigo. Los políticos que ya han sido elegidos el 28M y los candidatos y candidatas para las generales del 23J sufren el síndrome JFK, la imagen lo es todo, las palabras valen por su música, no por lo que significan. Se valora el ingenio, la rapidez de respuesta y la capacidad de comunicación, la brillantez o torpeza, la imagen visual. Especialistas analizan sus miradas, sus gestos, el color de sus camisas o sus peinados. Ya, pero se eterniza la burocracia y son miles los ancianos y discapacitados sin las ayudas imprescindibles para una vida digna.

 

Martillo Almádena Mazo - Foto gratis en Pixabay - Pixabay

 

Son muy interesantes los discursos sobre la cohesión territorial del estado, los derechos históricos que reclaman unos, la forma de gobierno que reivindican otros, las líneas rojas, los mensaje expresos o subliminales sobre pactos y las propuestas para que haya transparencia, equidad y honradez. Por cierto; en Sanidad hay listas de espera vergonzantes que contradicen a menudo el más elemental de los Derechos Humanos: Derecho a la vida y a la salud.

 

Es muy novedosa e incluso tierna la manera en que los catecúmenos que hemos de bautizar el 23 de julio se mueven con los más pequeños, tratando de transmitir interés y ternura. Ah, sí, el índice de pobreza infantil y exclusión social afecta en España a uno de cada tres niños.

 

Anuncios, cuñas, catálogos, himnos, caravanas, serpentinas, banderas y gallardetes. Muy espectacular todo. Y cansino, por qué no decirlo. Es seguro que veremos imágenes de los candidatos con la Selección Española de Fútbol que ha ganado un campeonato nuevo, que la gente se toma tan en serio como los partidos de solteros contra casados, pero la televisión y la publicidad facturan mucho, y no es cosa de perder comba. Vemos tuits suyos felicitando una copa que ni siquiera sabían que existiera. Pero en algo hay que estar presente, porque incomoda un poco que haya cada vez más personas sin techo, que miles de mujeres sufran el terrorismo de la violencia machista, que…

 

¿Sigo? Y no quiero ser agorero, pero esta vez puede pasar como en 2019, que como nadie se atreve a poner el cascabel al gato, elecciones repetidas. No hay prisa, lo de la guerra de Ucrania es un negocio que va bien, y puede que los agricultores y ganaderos tengan problemas para salir adelante con esta sequía y esa inflación que se han inventado. El sector turístico anda preocupado porque ha habido frenazo en las reservas para el verano durante el último mes, aunque ya les advertimos que la hucha de los ahorros en la quietud de la pandemia tiene fondo, y cuando se acaben las monedas del cochinito. Pero nada, eso se arregla con un superconcierto de Rosalía, eso que no falte.

 

Pero eso no solo está pasando aquí, el mundo entero ha perdido el norte y el resto de los puntos cardinales. En Estados Unidos parecen escapados de un mal western, tiroteos por todas partes. Se ha ido creando un clima de odio e intolerancia que ya no sabemos dónde empezó. Se mezcla el fanatismo religioso con la homofobia, el machismo y el miedo al diferente, sumado a la facilidad para conseguir un arma. Ahí vemos a Donald Trump sacando pecho y tratando de capitalizar para su causa excluyente la sangre derramada con tanta saña. Culpables son siempre quienes matan, y no me valen justificaciones de infancias duras y familias con escasos recursos. Todos sabemos de personas que han tenido una infancia muy compleja -si es que no lo ha sido la propia- y no van por ahí pegando tiros a la gente.

 

Esos son los culpables, y no hay eximentes, pero sí que hay responsables. En este caso, quienes permiten y alientan la facilidad para que un rifle letal acabe en manos de un descerebrado, quienes no ponen coto al uso de las redes sociales para crear monstruos, quienes permiten que el insulto y la humillación sea el argumento central de programas de televisión, quienes llenan gradas de intolerantes animando a un equipo de fútbol, quienes escurren su responsabilidad política afirmando que cosas así son hechos aislados.

 

He leído en las redes sociales a una chica que decía que a ella pueden matarla en cualquier momento porque es mujer, minusválida, bisexual y con sangre judía, como media España. Se ataca al diferente, sea inmigrante, persona de otra raza, otra opción sexual, otra religión o de un colectivo -como los niños, los ancianos o las mujeres- que llamamos minorías porque es considerado más débil, lo que lleva aparejada la cobardía. Se atenta contra personas LGTBI o a las mujeres, que no entiendo por qué se las considera minoría, a no ser que se trate de otra forma de discriminarlas. Pero siendo blanco, varón, heterosexual y de la religión al uso tampoco se está a salvo, porque la intolerancia siempre encuentra un motivo para justificar la violencia.

 

Y en esas estamos. Habrá condenas y grandes palabras, pero esto no acabará si no cesan las fuentes del odio y los intereses económicos que las nutren. Siempre el maldito dinero al fondo. Condenamos cualquier tipo de violencia, también la que asola a las mujeres en España, pero si este mundo nuestro no se plantea una verdadera educación humanista, acabaremos como las ratas de los barcos perdidos, comiéndonos unos a otros. Qué pena, tanta tecnología y solo nos sirve para emprender el regreso a las cavernas. Y no nos creemos las palabras de nadie, empieza a ser la hora de los hechos.

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Buen viaje, don Manuel

 

Se nos ha ido el gran poeta Manuel Díaz Martínez a los 86 años de edad y un mundo a sus espaldas. Nació y vivió en Cuba hasta que su deseo de libertad chocó con los límites de un régimen castrista, que él apoyó de buena fe, pero se le cayó la venda de los ojos en aquellos años del famoso Caso Padilla, convulsos y terribles. Después vino un largo exilio físico, porque sentimentalmente él nunca se fue de Cuba, que encontró puerto en otra isla, Gran Canaria, donde lo hemos disfrutado desde 1992. Por ello creo que también se va con él una parte de la poesía canaria, y de la literatura en general, a la que tanto aportó desde su atalaya humanística de talento, sencillez y generosidad, pues su casa y su corazón siempre estuvieron con la literatura que se escribe aquí, tratando con igualdad y generosidad a las nuevas voces que han ido surgiendo.

 

 

Hoy es un día de luto literario para Cuba y para toda la literatura en español, y por lo tanto también para Canarias, especialmente Gran Canaria, su casa. Cuento por docenas las lágrimas de tristeza que su partida deja en esta isla porque se ha ido un gran hombre, un gran poeta y para docenas y docenas de nosotros, un gran y queridísimo amigo. Porque don Manuel, como solíamos llamarlo más por el respeto que por la edad, estaba siempre atento y dispuesto a entregarse, y el inmenso cariño que cosechó se lo ganó a pulso, siempre con la sonrisa y el sentido del humor por delante.

 

Era un hombre aparentemente silencioso y afectivamente muy discreto, pero, cuando hablaba, sus palabras derrochaban alegría y conocimiento, porque era un sabio, con una memoria rica y lúcida, y supimos por él mucho del gigante Lezama Lima, de Carpentier, de Eliseo Diego, del Indio Naborí, de Dulce María Loynaz, de Carlos Puebla o de Gutiérrez Alea. También supimos de Fidel, y de los transeúntes inolvidables con los que compartió afectos, conversaciones y anécdotas, cuando estos visitaron Cuba o cuando él salía al mundo: García Márquez, Cortázar, Zurita, Cadenas, Parra, Paz o el inefable Jorge Luis Borges. Era como un oráculo infalible y un sabueso que olfateaba el talento, como demostró sobradamente en sus más de treinta años como canario.

 

Hace unas semanas le rendimos un merecido homenaje en Las Palmas de Gran Canaria, y allí pudimos verlo siempre en plenitud intelectual hasta el último instante. Por esas mismas fechas, compartí una velada con el Club de lectura del TEA, en Agaete, que había leído una de mis novelas. Mi gran sorpresa es que don Manuel estaba allí, para acompañarme, un acto de amistad y generosidad que siempre le agradeceré a unos de los grandes poetas de nuestra lengua. Amigo hasta el final, y mío lo será hasta el final de mi singladura y más allá.

 

Para dar una idea de la dimensión intelectual y humana de Manuel Díaz Martínez, contaré una anécdota que muestra la grandeza de su sencillez y su generosidad. Quien esto escribe, hacía de presentador del magnífico libro Leer a Borges del joven y brillante escritor Rubén Benítez Florido, gran conocedor de la obra del maestro porteño. Al fondo de la sala estaba Manuel Díaz Martínez alimentando su curiosidad por los libros y por los más jóvenes. Al verlo, me sentí pequeñito, porque allí estaba en silencio alguien que nos daba diez vueltas sobre Borges. Con algo de atrevimiento, lo invité a que se sentara con nosotros en la mesa. Accedió y le cedimos el centro, y tanto Rubén como yo procuramos hablar lo menos posible, porque habría sido un despilfarro ocupar el lugar de sus palabras. Desde su humildad, pero también desde su sabiduría, recibimos una lección magistral sobre el autor de El Aleph. Fue una noche inolvidable, como muchas de las horas que compartimos con el maestro que ahora emprende la marcha y que deja detrás una isla llena de afecto y agradecimiento que completaremos con su poesía. Buen viaje, don Manuel.

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Más suspiros de España

 

El momento político actual me recuerda al melodrama de las letras de las muy conocidas coplas, que lo llevaban todo al límite, no solo en las letras, sino especialmente en todo lo que hace de guarnición, desde el escenario hasta la interpretación. Los entendidos en música popular española dicen que la grandeza de las mejores composiciones del género no está en la superficie, se esconde en los acordes de los acompañamientos, que hasta en las juergas entre amigos aparecen siempre porque son el eje de la pieza y en algunas son como una melodía paralela que circula por debajo (a veces a contrapunto), y que es la que le confiere esa emoción que transmite. Una alegre tonadilla como Las cosas del querer, una trágica zambra de desamor como La Bien Pagá o un artístico pasodoble (casi una obra sinfónica) como La gracia de Dios se quedarían en la cáscara sin esas armonías que son como columnas de granito. Muchos creen que lo que agarra es la historia que cuentan cuando tienen letra, pero el nervio está en esa música oculta que se clava como un arpón.

 

 

El pasodoble más solemne y emocional que existe es sin duda Suspiros de España, obra del maestro Álvarez Alonso, que lo compuso en 1902 en la ciudad de Cartagena. El pasodoble nació sin letra, aunque luego le hicieron varias diferentes; las más conocidas son la que escribieron para que Estrellita Castro la cantara en una película y otra la que mandó escribir Concha Piquer. Hay más, pero suelen interesar poco porque es la música la que se ha convertido en el símbolo de la nostalgia de una España en convivencia, porque se convirtió casi en el himno de los exiliados españoles después de la guerra civil. Y es que Suspiros de España es musicalmente la metáfora de un país en el que se habla mucho (la melodía) pero en realidad se dicen otras cosas (el acompañamiento y el contrapunto). Para colmo, el rimbombante título surgió casi de coña, porque el compositor ya tenía escrita la partitura pero no sabía qué título ponerle; andaba con un amigo por una calle cartagenera y en el escaparate de la dulcería «España» vieron un cartel anunciando «Suspiros». Ya estaba el título: Suspiros de España. Así de divertido y así de cierto. Y es una metáfora también porque España es una coña que unos se toman como drama, o bien es un drama que otros se toman a coña (yo soy de estos). Y lo que estamos viendo en estos días de pactos y negociaciones no es otra cosa que Suspiros de España. ¿Letra? Aquí los himnos no tiene letra.

 

Desde hace casi dos década, expertos, comentaristas, entidades de peso y trillones de conversaciones de barra de bar están en el acuerdo unánime de varias cosas, que al cabo son la misma: hay que revisar la estructura del estado, la relación entre los territorios, la jefatura del estado… Vamos, que urge reformar a fondo la Constitución de 1978, o bien hacer una nueva porque las condiciones en las que fue redactada la actual impidieron que se hiciera bien. Claro, que «hacerla bien» es un asunto muy complicado, porque ese concepto tiene distintas lecturas según para quien. Antes de que naciera la primera hija del entonces Príncipe de Asturias, se hablaba de cambiar la actual preferencia de los varones para heredar la corona, y en cada momento se apunta algo, pero nada se mueve. Al listado de opiniones unánimes en la necesidad de cambio hay que añadir a muchos políticos en la oposición, que cuando llegan al poder y tienen más capacidad de iniciativa se olvidan.

 

Los que claman por la III República no dicen de qué clase, y, por supuesto, cuál es la que proponen: centralista, unitaria (no es lo mismo), presidencialista, parlamentarista, federal, confederal, simétrica, asimétrica, orgánica por territorios, con doble superposición política… ¿Qué combinación zigzagueante se propone? ¿Cómo se articula la representatividad? Todas estas cuestiones son de vital importancia, pues no es lo mismo Suiza que Portugal, Francia que Estados Unidos, Rusia que Finlandia, y todas son repúblicas. Estas diferencias de visión se llevaron por delante la I República (la de ¡Viva Cartagena!), y fueron una gran dificultad en la de 1931. Ambas repúblicas surgieron del hartazgo o del cabreo y una propuesta de esa envergadura tiene que estar muy bien apuntalada en todos los sentidos. Si no hay más detalles, ser más radical que nadie no basta.

 

Dice el refranero que no dejes para mañana lo que puedas hacer hoy, aunque pudiera ser que ese aplazamiento sine die no sea desidia, sino intención de que las cosas permanezcan como están. En otros lugares se sigue la norma de Lampedusa («Si queremos que todo siga como está, necesitamos que todo cambie»). Ya no es que cambie todo, es que ni siquiera se hace un gatopardismo pequeñito. Nada de nada.

 

Y la conclusión es que hay unos poderes que están infiltrados en todas las instituciones políticas, civiles y hasta marginales a los que les conviene el status quo, porque cuando los más opuestos hacen propuestas radicales hasta pasarse de vueltas, en realidad siguen el juego, porque como su idea es imposible en la presente correlación de fuerzas, siguen enarbolando su discurso «insobornable», y a tirar un tiempito. Lo vemos ahora mismo que se acercan elecciones: unos se plantan en el cambio de régimen, otros van a provocar donde no son bienvenidos y cada cual va a reforzar su electorado, que son cuatro años los que se juegan y no es cosa de quedarse en la cuneta por ser razonables. Si había alguna esperanza en los nuevos partidos, ya se ha diluido. Juegan a lo jugaban los que ellos llamaban los de la vieja política. Si por una vez, la gente se lanzara a las urnas y hubiera una escasa abstención, estoy convencido de que las neblinas se disiparían bastante, pero no parece que las fechas propuestas inciten más a votar, todo lo contrario. Y seguiremos con la misma sensación de provisionalidad que llevamos desde 2008. Supongo que alguna vez esa ansiada transparencia será posible; si fuera ahora, habría que ir considerando la posibilidad de que los milagros existen.