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DIARIO DE CUARENTENA. Día 2, un día más. (15/03/2020)

 

Mientras espero la rueda de prensa del Presidente del Gobierno de Canarias, con la concreción autonómica del Estado de Alarma decretado por el Consejo de  Ministros, tomo este poema, publicado ayer en las redes sociales por la escritora María Jesús Alvarado, en el que nos invita a vivir el momento (carpe diem):

 Lo que tenemos
-tanto-
podrá inundar de luz el mañana.

Brindemos por un día más,
que algo ha de quedar siempre
para los sueños
y la poesía.

La misma poeta nos llevó de la mano en 2018 a mirar a la muerte, que había anunciado su llegada a un lejano hospital americano, para cerrar su círculo alrededor de una persona por ella muy querida. Habitación 241 es una mirada poética y dolorida cara a cara a la muerte, pues MJA se personó en dicha estancia para ser testigo y apoyo en un trance tan duro. La muerte siempre está ahí, pero no la tenemos en cuenta la mayor parte del tiempo. Lo que ocurre ahora es que se mueve sigilosa y no sabemos sobre quiénes cerrará su terrible voracidad. Tenemos la sensación de que hay un sorteo macabro, pero eso no es nuevo, lo hay cada día, cada segundo, pero no lo percibimos así. Esa realidad es la que ahora nos ronda y nos agobia. Habitación 241 puede abrirnos los ojos sobre lo que realmente somos. Esa es una de las funciones de la poesía.

Este segundo día de cuarentena es otro más, como todos los que hemos vivido. Si lo pensamos bien, no han cambiado las reglas del juego de la vida, pero nos angustia ser conscientes de ello. Pensemos que tenemos la certeza de que la vida es esa circunferencia que puede cerrarse en cualquier momento. No es distinto de hace una semana, tres meses, siempre. Solo que ahora ha salido de ese segundo plano y nos la han puesto delante. Como dice María Jesús Alvarado, brindemos por un día más; con o sin virus, lo único seguro es que en este momento estamos vivos.

Sigamos las indicaciones que nos llegan de las autoridades, porque la voz popular dice: “A Dios rogando y con el mazo dando”. Pongamos de nuestra parte, por ti, por mí, por todos, como cantó Víctor Jara.

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DIARIO DE CUARENTENA. Día 1 (14/03/2020)

 

Hoy es un sábado grisáceo. Hay en el aire una especie de bruma transparente, que no sabemos si es humedad, restos de calima o simplemente está en nuestra manera de mirar. Me he levantado temprano para hacer algunas compras pendientes en el supermercado y en la farmacia. Me puse una mascarilla para ceñirme a las normas. No todo ha sido intendencia, eché una lotería primitiva. En el estanco solo estaba el estanquero y nadie en el trayecto desde mi casa. Pensé que haría algún comentario referido a mi mascarilla, pero vi que lo tomaba con naturalidad, aunque él no llevaba.

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Luego fui al supermercado, tocaba comprar algo de verdura para hoy, y había cola en el mostrador del peso de los vegetales. Mantuve la distancia con la persona que iba delante, pero no pude controlar a la que tenía detrás. No compré carne porque tendría que esperar mucho tiempo y había muchas personas agrupadas. Mientras la gente esperaba en las distintas colas interiores, aproveché para pasar por una caja en la que, milagrosamente, solo estaba yo. El personal del súper tampoco llevaba mascarilla pero sí guantes. Salí a la calle casi desierta, y pasé junto a una terraza en la que había dos clientes, muy alejados entre sí. En la farmacia tampoco tenían medidas de protección ni línea de espera para separar clientes. Menos mal que también esta vez solo yo era el cliente.

Regresé a casa y me dirigí al baño. Me lavé las manos a conciencia y me puse desinfectante de alcohol con glicerina. Después todo normalidad en casa. El país está a la espera de que el Consejo de Ministros decrete el Estado de Alarma. Trato de no angustiarme, por eso no pongo la radio ni la televisión, pero no puedo evitar que entren por el móvil algunos WhatsApps que borro directamente sin leer porque iban todos de lo mismo, y ya no sabes qué es verdad y que no. Y he decidido empezar este diario, que no sé si continuaré, porque puede acabar siendo una especie de Día de la Marmota, siempre lo mismo. O tal vez no, y escriba sobre asuntos distintos, porque la actualidad es muy obsesiva. Seguramente daré cuenta de mis lecturas, que en los últimos meses tengo abandonada esa vertiente de mis escritos.

Hoy es un día como de corcho. Salud.

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Que cada cual cumpla con su deber

 

En semanas anteriores, quien más quien menos, todos hemos hecho alguna broma sobre el coronavirus. Cuando alguien expresaba un miedo que generalmente nos parecía exagerado, lo tomábamos a chanza, y le colgábamos mentalmente el cartel de hipocondriaco o catastrofista. Pasaba como, cuando hace un cuarto de siglo aparecieron los primeros móviles analógicos; veíamos a alguien hablando por teléfono y nos entraba la risa, y entonces el cartel era de chulo, enterado o snob. Ahora el móvil es casi un componente más del cuerpo humano y a nadie le extraña. En esta crisis, día a día, las noticias han ido borrando la sonrisa de nuestras caras, porque cuando hay muertos el asunto deja de ser una broma. Ahora, lo que toca es ponerse en manos de los especialistas en diversos campos, sean de ciencias puras como la biología, aplicadas como la medicina o sociales para tratar una situación casi inimaginable en nuestros días. Todo eso ha de ser manejado desde la política con letras muy grandes; se acabó la guasa, que están en juego la salud, la economía, la convivencia y, en muchos casos, la vida.

Podría deducirse de lo anterior que ahora el paranoico y tremendista soy yo. No es así, pero hemos de ser conscientes de que, si se hacen las cosas bien, las posibles consecuencias de esta jugarreta del destino pueden ser controladas. Este es uno de esos momentos en los que sobran agoreros apocalípticos, desinformados que –aun ahora- se lo siguen tomando a  chufla y sobre todo cuñados y cuñadas que no se han preparado en nada y tiene la solución y la crítica para todo, siempre la contraria a cualquier cosa que se haga o se deje de hacer. Y sobran cargos públicos con una irresponsabilidad que proviene de la ignorancia, como alguna concejala canaria de Juventud, que ha batido un récord guinness, el de decir el mayor número de disparates en menos tiempo, y seguimos esperando que su formación política, además de desautorizarla, le retire cualquier responsabilidad pública.

Porque el papel de los cargos públicos no es solo figurar aquí y allá. Tienen que hacerse acreedores de la confianza de la gente, y es en episodios como este cuando tienen la oportunidad y la obligación de dar la talla. Si no llegan o se pasan se genera confusión y desamparo. Al César lo que es del César, un ejemplo cercano y positivo lo tenemos en el Presidente del Gobierno de Canarias, Ángel Víctor Torres, quien seguramente se habrá equivocado en unas cosas y acertado en otras; en los meses que lleva en el cargo ha sabido dar la cara, dirigir las acciones en situaciones muy comprometidas (que no han sido pocas ni leves) y transmitir la sensación de liderazgo. No ha escondido los momentos graves, ha delegado en los expertos las funciones técnicas y ha tratado de informar con la mayor claridad posible. Es eso lo que ahora se necesita en la crisis del coronavirus, por eso decía antes que el papel de la política debe ser parejo al trabajo y las recomendaciones de los científicos.

A los medios les corresponde ser leales con la verdad y a la ciudadanía confiar y seguir instrucciones. De lo que está sucediendo o puede suceder en próximas semanas no tenemos precedentes cercanos, más allá de las ficciones que hemos leído en novelas o visto en el cine. Pero esto es real, ni tan grave como unos se empeñan ni tan leve como otros tratan de decirnos. Y es en esa claridad en la que la política tiene que liderar a la sociedad en una situación nueva. Pedro Sánchez podría consultar el cuaderno de bitácora de nuestro presidente autonómico para ganarse la confianza de la gente, pues solo así se podrá actuar individual y colectivamente con moderación, responsabilidad y eficacia.

En el siglo XVI, unos años después de la muerte de Maquiavelo, se publicó su obra El Príncipe, que algunos tienen como la fuente moderna de la filosofía política. En el libro hay sobre todo consideraciones técnicas de cómo debe actuar El Príncipe, pero algunos de sus contemporáneos escribieron interpretaciones de esta obra; muy celebradas fueron las de Ludovico Guicciardini (por cierto, amigo y corresponsal de nuestro Bartolomé Cairasco de Figueroa), que a menudo se citan como si fueran sentencias de Maquiavelo. Uno  de esos comentarios se refiere al liderazgo durante un episodio grave. En general, quien ostente el mando debe mostrar siempre a los demás que conoce perfectamente la situación; si ve que hay inquietud, nerviosismo o inseguridad, debe mostrar tranquilidad y seguridad; si, por el contrario, ve que a su alrededor no se es consciente de la gravedad, debe procurar dinamismo y activación (es el ABC de cualquier coache de liderazgo). Es decir, siempre se mostrará una actitud distinta a la del entorno, para pisar el acelerador o el freno según convenga.

Como dijo el Almirante Nelson antes de empezar la batalla de Trafalgar, que ahora cada cual (ciencia, política, medios de comunicación y ciudadanía) cumpla con su deber.