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DIARIO DE CUARENTENA. Jornada 25: Sofía es la luz de la calle. (08/04/2020).

 

Sigo a régimen de eso que llaman información. Por las mañanas, veo las cifras oficiales y las nuevas indicaciones, para estar atento a lo que pasa, pero desde luego me niego a esa noria de opiniones, tiras y aflojas que llenan horas y horas de radio y televisión. Cierto es que la radio ofrece más originalidad, sobre todo por la tarde. Como a todos, suelen llegarme enlaces de vídeos sobre mil aspectos de la actual crisis. Muchos de estos audiovisuales son largos, y no tendría horas en el día para verlos todos. Sí que abro los que pueden sacarme una sonrisa, porque tener todo el día la mente ocupada con el mismo asunto no puede ser saludable, sobre todo cuando desconocemos qué es verdad y qué es desinformación interesada.

Ayer fue tarde de cocina, para hacer una gran marmita de puré que distribuimos en tarrinas para irlas sacando del congelador como primer plato saludable. Y ya que estábamos, hicimos la cena y también dejamos preparada la comida de hoy a mediodía. No es una novedad que haya surgido durante la cuarentena, es una vieja costumbre. Tienes siempre un primer plato listo, lo cual no quiere decir que cada día tomemos puré sin falta. Hoy, por ejemplo, es uno de esos días que no, porque tenemos como plato único un señorial potaje de garbanzos con espinacas.

Poco a poco, Sofía se ha convertido en el centro de atención de todas las ventanas. Las que están por debajo o a un lado la buscan con la mirada y la saludan; las de enfrente, como la mía, la disfrutan directamente. Todo el mundo saluda a Sofía y ella seguramente no se da cuenta de que se ha convertido en la luz de este trozo de calle. Cada día, procuramos ponerle en el cristal algún dibujo nuevo, y he visto que algunas personas más del vecindario llenan de colores sus cristales. Es una manera de saludar a la primavera, y a Sofía, su emisaria de lujo. Buen día.

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DIARIO DE CUARENTENA. Jornada 24: Sofía también pide mi nombre. (07/04/2020).

 

En este cuarto creciente, casi llegando a la Luna llena del Viernes Santo, vienen los recuerdos de años pasados en los que la Semana Santa era una ocasión para realizar algún viaje corto, acercarse a la playa (muchas veces era el bautismo de sal de cada año) o simplemente pasear por las ciudades que quedaban como en ralentí, aunque nada que ver con el silencio total de este año. Estoy seguro de que habrá quien tire de archivo fotográfico y rememore algunos de estos episodios, o el tradicional sancocho familiar o entre amigos del Viernes Santo, que en el futuro tendrá rango de gran fiesta, porque será la certificación de que habremos superado esta crisis sanitaria.

Luego está la tradición religiosa, que para mucha gente es muy importante, y que es, junto con la Navidad, una de las mayores manifestaciones externas del Cristianismo. En nuestra cultura, la Semana Santa no es solo patrimonio de los creyentes, porque hay vertientes que tienen que ver con el arte y con la conformación de la historia de nuestra sociedad. Por eso estos días pasados en confinamiento tienen una especial dureza para muchas personas, que vivían estas fechas como algo fundamental en sus vidas. Como en todo lo demás, tendrán que sacar fuerzas y vivirlas de una manera distinta.

Sofía quiere abarcar como es debido lo que ven sus ojos. Si anteayer se empeñó en conocer el nombre de mi compañera, ayer quiso saber también el mío, porque tal vez quiera tener los nombres de las nuevas personas conocidas como enganche con el que conectar cada tarde con el mundo exterior, que en su caso, como en el nuestro, se limita al frontis del edificio de enfrente. Ya tenemos una nueva amiga, con todas las presentaciones y los protocolos, y esperamos que en un futuro cercano podamos  cruzarnos con ella por la acera de nuestra calle. Así que en este martes de Semana Santa esperamos a las siete de la tarde para ver de nuevo a nuestra nueva amiga Sofía. Buen día.

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DIARIO DE CUARENTENA. Jornada 23: Un día de crepes y peluquería (06/04/2020).

 

Tocaba ayer restaurar la melena de mi compañera de confinamiento. Ya se había alargado demasiado el plazo de renovación y tocaba jugársela con una marca distinta porque era la única que se pudo conseguir en el color deseado. Todo trabajo necesita un conocimiento previo, y hubo que leer con cuidado el prospecto que acompaña al producto para no meter la pata. Después de revisar cuidadosamente el plan de trabajo, la ejecución resultó menos complicada de lo que nos temíamos, y todo fue muy bien, aunque creo que la próxima vez habrá que no ser tan estrictos en el tiempo y alargar diez minutos, para que oscurezca más. El resultado final fue el esperado, aunque está claro que la profesionalidad es siempre una garantía. Pero es lo que hay.

Y como el día iba de atrevimientos, por la noche hicimos crepes sin gluten, esto es, con harina de arroz y de maíz (ya sé, ya sé, millo). Es una receta muy sencilla, y luego le pusimos aguacate a unos, mermelada a otros y así hay más variedad. Eso sí, hay que comerlos calentitos, recién hechos. Y, la verdad, nos pasó como con el tinte, pensábamos que meternos en harina (nunca mejor dicho) distinta a la de siempre iba a ser más complicado, pero resultó muy fácil.

Por la tarde volvimos a ver a Sofía en su ventana, a hurtadillas por los espacios que nos permite el andamio que está delante. El nombre de las personas es muy importante, indica comunicación, cercanía. Nosotros conocíamos hace varios días el de la niña, pero ayer veíamos que nos solicitaba algo. La mamá nos transmitió por señas que la niña quería saber el nombre de mi compañera. Se lo gritamos y ya ella se quedó contenta porque conoce el nombre de su nueva amiga.

Así que enfilamos esta semana con el cabello restaurado debidamente y un nexo más fuerte con Sofía, ya no son unas extrañas, saben sus nombres y se saludan con él aunque a veces no se oigan muy bien por la distancia. Y seguimos con la luz de la esperanza encendida en este primer lunes de abril, ya en plena Semana Santa.  Buen día.