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DIARIO DE CUARENTENA. Jornada 39: Sofía desmelenada. (22/04/2020).

 

Antes que nada, tengo que decir que mi vecina Marisol, viendo mis comentarios sobre la dificultad para conseguir levadura, me dejó dos bolsitas en mi puerta, aunque tengo que decir que me ha dado algo de pereza para iniciarme como panadero, sobre todo porque se me hace muy cuesta arriba leer con detenimiento el libro de instrucciones de la panificadora que tendría que estrenar. Todo llegará, y desde luego tengo que dar las gracias a mi vecina. La novedad es que parece ser que en el nuevo tramo de confinamiento podrán salir los menores hasta los 14 años, para acompañar a un adulto a las compras. Nadie lo entendía, hasta el punto de que el ruido que se armó hizo que se rectificara a última hora de la tarde, porque precisamente los supermercados son lugares en los que ahora hay que ir con mucho cuidado, y controlar a un menor inquieto es una tarea de titanes. Digo yo que sacarlos a pasear por la acera debe ser bastante más fácil y menos peligroso.

Ayer fui a la farmacia porque me correspondía recoger la famosa mascarilla que decía iban a proporcionar cada dos días. ¡Oh, sorpresa! No había. Cuando creíamos que el suministro de materiales esenciales se estaba normalizando, resulta que volvemos a lo mismo. Y no sé si la gente en general es consciente del peligro, porque hay cosas que no me cuadran con el discurso de los políticos que aseguran que la sociedad es muy responsable y está cumpliendo a rajatabla el confinamiento. En la expedición a la farmacia, fui testigo de cómo cinco muchachos, sí, cinco, se subían a un coche, a cuerpo gentil, sin guantes, sin mascarillas y todos apretados en el vehículo. Un poco más allá, vi a dos personas mayores que se despedían de un chico que parecía ser familiar, con besos y abrazos de toda la vida. Me quedé perplejo, porque debe ser que hay personas que no se ha enterado de lo que está pasando. Si no, no me lo explico.

Parece que ayer mi calle recuperó el pulso de siempre a las siete de la tarde. Se abrieron muchas ventanas y se recuperó la concurrencia anterior, incluso diría que más. Quien no salió fue el niño Diego, pero sí sus padres y Sofía. La niña vestía de verde y hacía sonar unas maracas rojas, aunque luego se desmelenó y empezó a golpear el andamio que está delante de su ventana con algo metálico que no pude identificar. Y volvió a decirnos hola, por lo que creo que ya se ha convertido en costumbre no solo ver su sonrisa sino también escuchar su voz. Su mirada recorre las ventanas que están en su campo de visión y saluda a todo el mundo. Buen día.

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DIARIO DE CUARENTENA. Jornada 38: La voz de Sofía. (21/04/2020).

 

Pues seguimos sin levadura para hacer pan sin gluten. En las expediciones que he hecho estos días a los supermercados de la zona ha sido imposible conseguirla, como tampoco consigo semillas de matalahúva y tengo que conformarme con anís estrellado. En cuanto a las compras de víveres y productos de limpieza, tengo que decir que soy un desastre controlando los precios, pero sí que he notado un aumento cuando paso por caja. Supongo que  quienes defienden el libre mercado pondrían el grito en el cielo si se tratara de acotar los precios, pero la pregunta es, si, en la actual situación, el mercado es realmente libre o es propicio para que haya quienes se aprovechen. Hoy fijan el precio de las mascarillas, algo es algo, pero dice la Biblia que no solo de mascarillas vive el hombre.

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Hoy voy a grabar un relato de mi cosecha para participar virtualmente en la celebración del Día del Libro que hace la Biblioteca Municipal Ramiro de Maeztu de Puerto de Rosario. A partir del 23 irán subiendo relatos de diversas voces en su página de Facebook (https://www.facebook.com/BibliotecaMPuerto/). Menos mal que todavía me pilla con el pelo todavía visible y sin haberle hecho ninguna diablura, asunto que habrá que resolver cuando llegue el momento, porque desconozco si en esa “desescalada” entran las peluquerías y de qué forma.

Ayer, por fin escuchamos la voz de Sofía. A nuestros saludos respondió a voz en grito con un ¡hola! que se escuchó en toda la calle. Y no faltó su risa, porque estaba haciendo una especie de baile con su padre. Diego estaba en brazos de su madre, y a pesar de ser tan pequeño mira con mucha atención porque esos aplausos y esas personas hablando desde las ventanas debe ser algo curioso para él. Hoy Sofía nos ha mostrado su voz, un momento especial. Buen día.

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DIARIO DE CUARENTENA. Jornada 37: Una sonrisa nueva. (20/04/2020).

 

He caído en la tentación de ver unos minutos de informativos, en los que se hablaba de las pruebas de una vacuna en humanos en el Reino Unido, y cuando se encendía la luz de la esperanza dan una entrevista en la que alguien que supuestamente sabe de eso empezó a poner una ristra de objeciones sobre una posible vacuna, su proceso de fabricación y la administración a la población. Me pareció que se lo pasaba muy bien desanimando a la gente, y es que hay personas que disfrutan creando miedos. No son inocentes los medios que dan voz a quienes gozan alarmando. Dejemos que trabajen los científicos y esperemos que todo vaya bien, no hay otro camino. Por otro lado, los políticos españoles no están actuando a la altura de las circunstancias. La política en estos momentos no puede ser partidista, ha de pensar en toda la gente y no en sacar rentabilidad para siglas o proyectos políticos. No es humano, ni lógico, ni práctico; y lo digo por unos y por otros. Esta semana el tema central va a ser lo que han llamado “la desescalada”, como si hubiésemos subido una escalera que ahora tenemos que bajar.

Cuando salimos a la ventana ayer por la tarde, vimos en uno de los pisos de enfrente a una chica que suele asomarse junto a su madre, pero que a veces no está. Pensábamos que tal vez sería porque hacía algo inaplazable o que debía estar en otro lugar. Y, efectivamente, esa es la respuesta, porque hoy hablamos de ventana a ventana y supimos que es enfermera en el Hospital Insular. Cuando no está es porque tiene turno de trabajo en primera línea. Le preguntamos qué tal le iba y nos respondió con un “bien” y una enorme sonrisa. Está claro que las personas que trabajan en la Sanidad por vocación están hechas de una pasta especial. Hoy nos hemos llevado una sonrisa nueva, que nos da tranquilidad porque sabemos que, pese a quien pese, estamos en buenas manos.

Tardó en aparecer en su ventana la familia de Sofía y Diego. Por un momento pensamos que iba a ser decepcionante que no estuvieran. Nos pareció una eternidad el medio minuto que se retrasaron, pero, apenas empezaron a sonar los aplausos, salieron a toda prisa, seguramente porque estaban ocupados en otra cosa y los pilló el reloj. Hoy Sofía aplaudió por primera vez y se retiró saludando risueña. Sus padres deben haber entendido que sus hijos son la luz de la calle, y los vecinos le agradecemos el esfuerzo de cada tarde. Buen día.