Diputados por amor al prójimo
En el siglo XIX, los diputados que salen en las novelas de Galdós y de Juan Valera son ricos terratenientes, encumbrados abogados o aristócratas con mando en plaza. Ir al Parlamento era cosa de ricos, porque entonces los diputados no cobraban salario. La señora Cospedal, presidenta de Castilla-La Mancha, ha cortado por lo sano y ha eliminado de los presupuestos de 2013 la partida destinada a los salarios de los diputados. Esto quiere decir que solo podrán sostener ese nombramiento los que tengan una posición desahogada o un trabajo en el que obtengan buenos ingresos. El otro problema es que si los diputados se dedican a su profesión y acuden al Parlamento solo a ratos, poca dedicación podrán tener. Así que, con unos diputados que dedican poco tiempo a su labor parlamentaria, está claro que se perderá calidad democrática. La otra opción es que solo vayan al Parlamento los ricos, como en el siglo XIX. Y es que aquí o no llegan o se pasan, hay quien cobran varios salarios (la propia señora Cospedal) y quien ahora pasa a no cobrar. Todo muy coherente, maniobrero y disparatado. Como se ve en la foto, el reloj de la democracia no anda muy fino.
Siguiendo los dictados que Maquiavelo daba para el buen hacer del Príncipe, Rajoy no se inmuta por lo que alarma a la mayoría. Él sabe realmente lo que pasa y cómo resolverlo. No importa que Cataluña convoque elecciones que pretenden ser plebiscitarias y constituyentes. No importa que en Madrid la plataforma del 25-S se plante frente al Parlamento. No importa que el PSOE hable de fractura social. No importa que el Rey haya dicho en Barcelona que sería ceguera no ver la gravedad de esta etapa histórica. Nada importa, Rajoy actúa, y lo hace nada menos que ante la Asamblea General de las Naciones Unidad. Y en Nueva York; ni en Cuenca ni en Tegucigalpa. En Nueva York, sí allí, donde Paul Auster, Cotton Club, Scorsese y Coppola. Rajoy está convencido de que ha llegado la hora de hablar claramente de Gibraltar con el Reino Unido de la Gran Bretaña. Tanto darle vueltas a la crisis institucional, al dictado de Merkel y a la prima de riesgo y resulta que el problema es Gibraltar. Como tenemos poco follón dentro y fuera (¿Cataluña es dentro o fuera?), ahora la liamos con Gibraltar. No sé por qué pero se me viene a la memoria un tal Castiella, que fue Ministro de Exteriores de Franco y tenía la misma perra. Debe ser que desde entonces el gran problema de España es Gibraltar, y es que nunca hay que fiarse de un macaco. ¡Gibraltar, era eso!