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¿También el dinero procede de Dios?

Ya es bien sabido que la deriva económica de Occidente -especialmente de Europa- se fraguó en los años 80 del siglo pasado por un entramado cuyas cabezas más visibles fueron Reagan, Thatcher y el papa Juan Pablo II, pieza fundamental para el primer gran paso, que era el desmoronamiento del sistema soviético, que empezó en Polonia. La secuencia se ha ido desarrollando ante nuestras narices, y cuando alguien advertía lo que se estaba maquinando lo acusaban de cualquier cosa que lo desautorizara o que oliera a azufre demoníaco. La idea era volver a tiempos pasados, acabar con el estado de bienestar que caminaba hacia un reparto más justo y apoderarse no solo de los medios de producción sino también de las vidas hipotecadas de las personas. Primero lo hicieron soterradamente, hablando de globalización, luego fueron un poco más claros y se habló de deslocalización y finalmente, al rebufo de unaimagentalento.JPG crisis económica inducida, dieron un puñetazo sobre la mesa para dejar muy claro quién manda aquí. En esas estamos, porque la crisis visible surgió en 2008 pero el proceso empieza a enseñar las orejas desde la huelga de mineros ingleses (1984-85), que curiosamente coincide en España con lo que llamaron reconversión industrial, y que no era otra cosa que la preparación de los sectores públicos para que pudieran ser privatizado, cosa que sucedió en las décadas siguientes.
Todo lo que un estado debe garantizar a favor de la ciudadanía, como la energía, el transporte, las finanzas y las comunicaciones, ya está en manos privadas, y ahora tratan de privatizar sanidad y educación, como ya sin careta expresó ayer mismo el presidente de la patronal española. Y no se ruborizan personajes como Aznar cuando se arrogan méritos económicos, que seguramente son aplaudidos por quienes se llevan los beneficios de esas subidas del PIB, pero que condenan a la inmensa mayoría al paro o a salarios casi de esclavitud. Con estas premisas, tendríamos que mirar con lupa a quien votamos en los diferentes comicios de este año, porque hemos visto que en el último cuarto de siglo los gobiernos y la política en general han estado al servicio de quienes hacen su fortuna profundizando en la desigualdad. Van tan sobrados, que mienten a sabiendas de que conocemos sus mentiras, pero siguen por ahí, amenazado a quienes les echan en cara sus abusos («Me he quedao con tu cara», dice una candidata a una ciudadana que le niega la mano) galopando una corrupción que hasta creo que les parece legítima, porque ellos son el poder y cualquier intento de equilibrar la sociedad lo consideran una blasfemia económica, porque por lo visto, como los tronos medievales, el dinero también proviene de Dios.
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(La Ilustración está tomada del blog Empleo & Talento)

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Doscientos años de soledad


aracatacaa.JPGCuando no es una cosa es otra, y desde Rio Bravo a Tierra de Fuego, América Latina es siempre lugar de conflicto, herencia de la mala descolonización, del caudillismo heredado de los virreyes y de la idea de que siempre tiene que haber un salvador. En Europa hablamos de conservadores, liberales, socialdemócratas y hasta de nacionalistas, pero allá siempre está en la cima y en el nombre un caudillo, de un lado o de otro: zapatismo, porfirismo, sandinismo, peronismo, castrismo, chavismo… El ambiente político no ha variado desde las guerras civiles de Varela y Taboada en Argentina, de Páez y Santander en tiempos de Bolívar, de Carranza, Villa, Zapata y Obregón en la romántica revolución mexicana que finalmente sólo sirvió para imponer otra oligarquía, como en Cuba, en Nicaragua o en Colombia. La culpa ya no se sabe de quién es, como cuando las parejas se enconan en un mal divorcio. América Latina lleva casi dos siglos de guerra civil, conviven los muertos y los vivos como en Pedro Páramo, es el lugar espectral de las Casas muertas de Otero Silva, es el desprecio indígena del británico Borges. Nos seguimos preguntando con Pedro Gómez Valderrama cuál es La otra raya del tigre. Instalados en el fanatismo, siempre está más cerca la violencia que el acuerdo, y ya no sé qué pensar, pero es seguro que sobran espadones. García Márquez se equivocó en el cálculo, son doscientos, no cien, los años de soledad de América Latina.

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Cervantes nos asista, Rinconete

Hablaba esta tarde con unos amigos de un tal Miguel de Cervantes, que publicó una colección de 12 novelas que en principio se llamaron Novelas ejemplares de honestísimo entretenimiento, que pronto vieron reducido el título genérico a las dos primeras palabras. Aunque ya con pequeña extensión se había publicado en España nada más y nada menos que El Lazarillo de Tormes, el género de la novela corta se hizo muy popular en Italia en la segunda mitad del siglo XVI, y podemos decir que fue Cervantes quien lo introdujo en nuestra lengua. Las llamó ejemplares porque son moralistas, pero lo más interesante es que aparecen diversos modelos (en eso también son ejemplares), pues hay de todo: amorosas, moriscas, pastoriles, picarescas, e incluso aparecen elementos que, siglos después, darían lugar al género fantástico. Se suele tomar a esta serie como cosa menor pues la sombra de El Quijote lo oculta todo (también su teatro y su poesía), pero no es aventurado decir que, si Cervantes no hubiera escrito El Quijote, también sería una gran figura del Siglo de Oro.
aaarrrato.JPGY traigo hoy aquí a don Miguel después de ver el espectáculo callejero alrededor de Rodrigo Rato, el circo de tres pistas que fue la sesión de constitución del Parlamento andaluz, la desidia alrededor de un barco hundido cargado de fuel y el teatro del absurdo que es el retablo nacional. Nuestro país se ha convertido en el patio de Monipodio, espacio que aparece en Rinconete y Cortadillo, una de esas Novelas ejemplares, estampa de una sociedad donde reinaban el timo, el fraude, la estafa y el engaño. Por lo visto, más de cuatro siglos después, seguimos en la misma España de los pícaros, y como dice uno de los personajes de la citada novela cervantina «No se puede ser bueno y malo a la vez». Cervantes nos asista, Rinconete.