Pereza mental
No sé si es por la plomiza, húmeda y pegajosa canícula de julio, pero estoy volviéndome perezoso para entablar diálogos con opiniones diversas porque tengo la impresión de que se ha perdido la capacidad de pensar y razonar, con lo que explicar lo obvio se vuelve tarea imposible. Rehúyo conversaciones de este tipo porque no hay posibilidad de que, no que te den la razón, sino de que simplemente tomen en consideración lo que dices. Esto ocurre cada vez con más frecuencia en la vida diaria, y esta es una muestra: me han contado que en una comunidad de vecinos uno de ellos dice que tiene estropeada la pintura de una habitación por humedades ocasionadas por unas filtraciones desde la azotea común, que ya están resueltas. Y digo dice porque nadie ha visto su casa, y cuando se le envía al vecino afectado un pintor para que arregle los desperfectos que él reclama, alega que en su casa no entra nadie. Después de varios intentos fallidos de que el pintor entre a hacer su trabajo, se desiste porque de momento no existe la manera de pintar una pared interior a distancia y a ciegas, salvo intervención milagrosa, mágica o alienígena. Pues este señor ha denunciado a la comunidad porque no le han pintado la pared. Ardo en deseos de que me cuenten la cara que va a poner el juez cuando tenga asunto tan «pintoresco» sobre su mesa.
Cada loco está con su tema y no es posible llegar a acuerdos porque nadie mueve un milímetro su posición. Hay evidencias de que hay una epidemia de obcecación; una de ellas es lo que está ocurriendo en Cataluña, unos siguen en su carrera, otros empeñados en un centralismo sin el menor gesto de entendimiento, y la mayoría entretenida con los culebrones varios del verano, como si lo importante para la permanencia del estado fuese saber si el Real Madrid sobrevivirá a Casillas o si por fin van a darle el tercer grado a Isabel Pantoja. En nuestra ciudad, media isla se echó a la calle para celebrar el ascenso de la UD Las Palmas, y me temo que serán muchas menos las personas que se opongan a un disparate tan brutal como es el derribo de la Biblioteca Pública de la calle Venegas, que es un quebrantamiento de la lógica en una supuesta sociedad avanzada y democrática, un atentado a la cultura, por muy argumentado que esté jurídicamente. No siempre lo legal es legítimo, y este es el caso. Si hablamos de lo de Grecia y la UE o de las torpezas monumentales que tirios y troyanos están perpetrando en Oriente Medio, se vislumbra afonía y bloqueo antes de empezar a hablar. En cada caso, las cosas son de una única manera, se emiten juicios y se plantean acciones sin tener en cuenta lo que no sea titular apresurado y a menudo inducido de un noticiario. Y se oyen disparates a cual más descomunal y desinformado, pero es imposible cambiar esas ideas porque nadie admite un dato nuevo que haga peligrar su opinión monolítica. Y cansa.