La violencia como arma política
Lo ocurrido en Arizona no es una casualidad por dos razones: la primera es que en un país en el que hay 300 millones de personas y 400 millones de armas de fuego siempre hay algún loco que aprieta el gatillo. Siempre se ha dicho que no es bueno tener un arma en casa porque puede que alguna vez acabe siendo utilizada, y por eso no entiendo por qué se permite llevar navajas a chicos y chicas que van a institutos o salen a tomar una copa. Portar armas debería ser un delito muy grave, porque en una pelea salen a relucir, cosa que no pasaría si no estuvieran presentes. La violencia que hay en la sociedad depende también de la permisividad.
La segunda razón por la que creo que lo de Arizona no es casual es que el mensaje envenenado que lleva meses lanzando el Tea Party acabaría teniendo respuesta por parte de algún descerebrado. Está claro que los norteamericanos, a pesar de tantos adelantos técnicos, siguen viviendo con el espítitu de la frontera, de aquello pioneros que se abrían paso a punta de revólver y en medio docenas de pistoleros, forajidos y gente que quería sacar provecho del trabajo de los demás. Ese espíritu pionero que se apoya en el rifle como emblema de libertad es un engaño, y mientras no se controle la posesión de armas no habrá manera de evitar que, entre 300 millones, salga un animal que juega al tiro al blanco con las personas. Por otra parte, este atentado es un claro aviso a Obama, que no debe perder de vista la parte más cerril de la sociedad americana. Y lo lo más triste es que este ambiente de violencia se proyecta al resto del mundo.