Qué mal elegimos
La lógica nos dice que quienes dirigen grupos humanos (barrios, ciudades, naciones) debieran ser los más inteligentes y preparados, y de entre ellos los más honestos. Desde que el mundo es mundo, el poder se determinó por la fuerza, el que era más feroz en el combate, el que amedrentaba más a los enemigos, el más bestia. Y así tenemos la historia plagada de tiranías, que se suceden unas a otras.
La Revolución Francesa (o inglesa, o americana, la del siglo XVIII) estaba muy bien teóricamente, pero dio lugar a un dictador monstruoso como Napoleón, y de ahí en adelante volvió a ser la fuerza la que se impuso, y proyectos que sobre el papel eran ideales se vinieron abajo a causa de las luchas por conseguir el poder y por conservarlo a toda costa. Ahora mismo, las personas más preparadas no entran en política porque saben que van a estar atadas de manos (y más en España con las listas cerradas), y se dedican a lo suyo. En las portadas de los medios vemos que tampoco dirigen los más honestos. Y el resultado es torpeza tras torpeza, debates de parvulario y una sociedad que se conforma con las cosas no empeoren. Ni las estructuras por las que son elegidos los dirigentes son democráticas, ni el ciudadano puede decidir sobre las personas. Por eso vemos cómo sociólogos se dirigen Sanidad, ingenieros Educación, médicos Defensa, no titulados cualquier ministerio. Ya, me dicen que es que no entiendo de política, y es verdad, entiendo que eso que hacen no es política, es carrera personal. Con estos antecedentes, es casi un milagro que se mantenga el tinglado, porque quienes están en los mandos no saben conducir o quieren llevar el tren a la vía muerta que les interesa.