¿Y ahora qué?
Tanto hablar del valor del voto y luego los pactos hacen de su capa un sayo. Con el disparatado sistema electoral que hay en Canarias, la cosa anda entre tres, aunque luego haya una cuarta pata que no suma 31 con ninguna. De manera que para gobernar es necesario que dos de esas fuerzas se unan. Se podría decir que el partido más votado tiene que tomar la iniciativa, pero ni así, porque ya hemos visto cómo, habiendo ganado con holgura las elecciones, un partido se queda en la oposición, o que el más votado no sea el que tiene más diputados, por causa de ese sistema electoral que roza la irracionalidad. Así que, aunque ya conocemos el escrutinio, no sabemos quién va a gobernar, como siempre. Está claro que habría que cambiar la manera de contar los votos, para que tengan el valor real que nos predican.
En cuanto a los cabildos y ayuntamiento, pues algo parecido. En Gran Canaria y en su capital no basta con ganar las elecciones, hay que hacerlo con mayoría absoluta porque si no es así la llave del gobierno acaba teniéndola una fuerza minoritaria, que es la que pone y quita reyes. También lo hemos visto y seguramente lo veremos otra vez. Ya no es solo una cuestión de regeneración democráctica -que también- sino de racionalizar las correspondencias entre el voto ciudadano y las cuotas de poder que finalmente significan. Porque en un ayuntamiento o un cabildo puedes tener 6 concejales o consejeros y carecer de capacidad de influencia porque suma mal, y en cambio se ha visto que una fuerza con dos concejales -incluso con uno- adquiere una relevancia enorme porque la aritmética le permite decidir. Muchas de estas carencias se solventarían con listas abiertas, pero también habría que mirar los porcentajes mínimos, el sistema D’Hont y el equilibrio entre votos y escaños. Pero es evidente que a los políticos que alcanzan el poder esto no les interesa, porque tal vez no saldrían elegidos. Y así nos va.
Las fábulas vienen de Esopo, pasan por La Fontaine y Samaniego y desembocan en nuestro paisano Tomás de Iriarte. En realidad son mitos que advierten sobre las flaquezas humanas, y desde luego todos estos que he nombrado se pondrían las botas con el Jefe de Tráfico de la provinvia de Soria, quien, según la Unión de Guardias Civiles, es muy exigente con sus subordinados para que no dejen pasar ni una a los conductores que sobrepasan los límites de velocidad. Pues a este señor la Guardia Civil lo ha pillado conduciendo ¡a 207 kilómetros por hora! Debió pensar que, ya que se salta uno la norma, hay que hacerlo a lo grande. Pero claro, es que él es precisamente el máximo responsable de la aplicación de las leyes encaminadas a la seguridad en carretera. Es como poner a la zorra a cuidar de las gallinas, aunque de esto hemos visto mucho en distintas instancias y sobre diversos asuntos. De alguna manera, estamos hablando de corrupción, también en este caso. Tal vez habría que hacer pasar un examen psicológico a toda aquella persona que vaya a desempeñar un cargo con poder, porque tengo la impresión de que algunas (más de las deseables) acaban por creer que son invulnerables, que están por encima de la ley y pueden hacer todo lo que se les apetezca, sin tener en cuenta el daño que pueden infligir a otras personas o a la comunidad en su conjunto. De otra forma no se entienden comportamientos como el de este señor, el del exdirector del FMI o el de Berlusconi, por poner solo tres ejemplos, porque hay muchos. Sin duda, estos no habrían pasado es examen que propongo.