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Les Paul, padre de un nuevo sonido

Acaba de morir a los 94 años Lester William Polsfuss, más conocido como Les Paul, uno de los pioneros de la guitarra eléctrica. Como sucedió con Edison y Westinghouse en la electricidad, con Graham Bell y Elisha Gray en el teléfono, o con los Hermanos Lumiére y otra vez Edison con el cine, muchos inventos han sido una carrera entre dos o más adelantados y seguramente le debemos tanto al que registró la primera patente como al que llegó casi a la vez y no pudo inscribir su nombre en la historia.
Con la guitarra eléctrica (instrumentos electroacústicos, que dirían los puristas) sucede lo mismo. Fue un mano a mano entre el luthier Leo Fender y el guitarrista inquieto Les Paul. Ambos, en la década de 1940, buscaron la forma de alcanzar un nuevo sonido partiendo de la guitarra española. Los dos lo consiguieron, y ya en 1950 Fender tenía su propia empresa que comercializaría las famosísimas guitarras que llevan su nombre. Simultáneamente, Les Paul hizo lo propio, pero para la empresa Gibson, con guitarras que se llamarían Gibson Les Paul.
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Decir Fender o Les Paul, refiriéndose a una guitarra eléctrica o un bajo es como decir Rolls-Royce o Ferrari tratándose de coches.

Gracias a estos dos pioneros, se revolucionó el sonido del jazz, y fue como el pistoletazo de salida del rock, que heredaba buena parte del ritmo del fox-trox y los sonidos del jazz. Y Les Paul ha muerto ayer (Fender murió en 1991 a los 82 años). Sin estos hombres, no serían lo mismo una lista interminable de magníficos guitarristas (Jimmy Hendrix, Paul Mc Cartney, Carlos Santana, John Lennon, Eric Clapton, B.B. King, Keith Richards, George Harrison, Steve Cropper, Robert Fripp, Mike Oldfield…) y la música popular sería distinta.

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La música y el cine

Se dice muy a la ligera que el cine es imagen, y lo es, pero no solo imagen. Desde que comenzó el sonoro, el sonido ha incorporado nuevas sensaciones a lo que se ve en la pantalla y desde luego la música ha sido determinante.
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Siempre ponemos como ejemplo la película Psicosis, que sin la banda sonora de Bernard Herrmann no sería ni la mitad de inquietante. Y así muchas películas, por no decir todas, desde la utilización de El Danubio Azul para acompañar la inmensidad del universo en 2001, una odisea del espacio, hasta clásicos tan recordados como las bandas sonoras de Max Steiner para Lo que el viento se llevó y Casablanca, las de Maurice Jarre para coronar las magistrales imágenes de Doctor Zhivago y Lawrence de Arabia o las fanfarrias de de John Williams para la series de La guerra de las galaxias, Indiana Jones y Supermán.
Y viene esto a cuento porque ahora mismo se celebra en Tenerife FIMUCITE, un evento en torno a la música en el cine que pretende quedarse, y formar parte del circuito como ya lo es Úbeda cada verano. Quienes puedan estar, no se lo pierdan.

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La maldición del éxito

Supongo que ya estarán enterados del fallecimiento de Antonio Vega, el que fuera líder del grupo musical Nacha Pop y que se convirtió en emblema de la movida madrileña de los 80. Antonio Vega fue un hombre de salud endeble que la minó aún más por los excesos, y que hizo del sufrimiento y la melancolía su material de trabajo artístico.
eeee.jpgDesde hace veinte años se decía que Antonio Vega se estaba muriendo o que incluso había muerto. Era como una leyenda urbana constante, pero finalmente murió ayer. No cabe duda de que fue un excelente compositor de canciones que han hecho historia, sobre todo una, La chica de ayer, que él casi denostaba porque su éxito y su mitología enterraban el resto de su obra.
Pero, ya saben, a veces el éxito es una maldición, y Serrat será siempre el autor de Mediterráneo, aunque tenga un arsenal de canciones magníficas. Ese es su cartel, y en algunos artistas se convierte en su losa, porque parece que sólo ha escrito una canción en su vida. Seguramente para muchos La chica de ayer será una canción pachanguera más, pero no lo es para una generación que pensó que tocaba pasarlo bien después de tanta dictadura. Era como La Marsellesa de la movida, y su autor ha muerto. Una lástima.