Publicado el

Monsiváis, Saramago y Amalia Rodrigues

A veces las personas que influyen en el mundo se mueren a pares. Así ha sucedido con Saramago y Carlos Monsiváis, el gran intelectual mexicano, heredero de fernando Novo y Alfonso Reyes. Alguien me dijo una vez que si quería entender el alma de México tenía que leer a Monsiváis, porque Rulfo, Paz, Fuentes, Azuela, Pacheco, Restrepo, Poniatowska y muchos más la han ido reflejando, pero que si prescindes de uno, falta un poco, pero queda lo demás; con Monsiváis no ocurre eso, hay que leerlo obligatoriamente, porque en él está todo, pues entra en sesudos estudios sociológicos, poéticos o históricos y al mismo tiempo habla de lo popular y cotidiano, de eso que los encumbrados intelectuales suelen despreciar. El no, para él México era todo.
aaBROTES.JPGCon Saramago se está dando una ironía curiosa. Una vez le hablé del fado y de Amalia Rodrigues, y Saramago se puso serio, casi cabreado, porque decía que el fado era un mecanismo para hacer de Portugal un pueblo débil, y de Amalia Rodrigues no quiso hablar, pero entendí que no era santo de su devoción por la cercanía de ella al régimen salazarista, como Lola Flores con el franquismo. Y la ironía consiste en que, según los noticiarios (la noticia aún no está confirmada), las cenizas de Saramago van a descansar en una panteón de portugueses ilustres que hay en Lisboa, donde reposa también Amalia Rodrigues. Si finalmente eso es esí, no deja de ser un contrasentido.

Publicado el

Los stalags y el escritor K. Tzenitz

Está claro que el Holocausto va a seguir dando que hablar por mucho tiempo. Desde hace unos años, el debate es si en el campo de exterminio de Auschwitz-Birkenau hubo realmente un prostíbulo con mujeres judías. En el año 1953, el escritor hebreo K. Tzenik publicó la novela La casa de las muñecas, en la que relata que al módulo 24 de dicho campo lo llamaban «El pabellón del placer». Según su historia, los nazis escogían a las judías jóvenes más guapas, las esterilizaban y las acomodaban en este recinto para que estuvieran siempre dispuestas a complacer sexualmente a los soldados alemanes. Esta versión, a pesar de proceder de una novela, se estimó como real porque procedía de un escritor que también había estado confinado en el campo polaco.
astalag1.JPGCuando se creó el estado de Israel, se señalaba con el dedo a las mujeres que no habían tenido hijos, porque se las asimilaba a las esterilizadas en Auschwitz. Y la acusación era que habían salvado la vida a cambio de favores sexuales, una especie de traición a su pueblo, cuando en realidad habrían sido obligadas a ser prostitutas lo mismo que se obligaba a otras personas a otras tareas. Este libro fue muy recomendado en centros estudiantiles durante décadas, hasta la muerte de su autor en el 2001. Sin embargo, hoy está muy denostado porque hay un grupo de historiadoras que lo consideran una invención del novelista, que, además, envilece la memoria del sufrimiento de un pueblo.
K. Tzenik fue un escritor muy peculiar. Es cierto que estuvo confinado en Auschwitz y que en los años cincuenta gozó de popularidad en Israel y en círculos determinados de Europa y Estados Unidos. Pero su salto al estrellato de verdad sucedió cuando actuó como testigo en el juicio contra Adolf Eichmann, jerarca nazi que huyó después de la guerra y fue encontrado en Argentina y llevado a Israel para ser juzgado en 1961. El novelista declaró en el juicio y su testimonio fue toda una actuación escénica, con un desmayo televisado en directo. Un reality en toda regla, lo que no se sabe es si su histrionismo y su desmayo formaban parte de un guión, pero tuvieron efectos tremendos y lo colocaron en la cima de la gloria momentánea entre sus compatriotas. Si ya era famoso por sus libros, entonces se convirtió en el autor judío más popular y aclamado de Israel. En su favor hay que decir que fue el primer autor en contar el Holocausto en hebreo, aunque luego su carrera literaria se fue desdibujando y vivió de las rentas hasta el final de su vida.
astalag2.JPGCierto es que se han contado muchas historias con contenido sexual sobre los campos de exterminio nazis, pero a raíz de la fama de K. Tzenik se puso de moda en Israel una colección de libritos pornográficos que se vendían muchísimo: son las historietas conocidas como stalags, que tenían como telón de fondo los campos de exterminio y eran en realidad relatos de sadomasoquismo. El nombre es la abreviatura de stammlager, que es la denominación alemana a los campos de prisioneros durante la II Guerra Mundial. En este género, que se publicó a principios de los años sesenta en Israel, se hicieron novelas de consumo y cómics, en los que aparecían robustas mujeres germánicas que sometían sexualmente a los escuálidos prisioneros masculinos, lo cual se consideró otra ofensa al pueblo judío, pero que se vendían en grandes cantidades y se expandió con mucha rapidez.
Como consecuencia de que estas historias tuvieran tanto éxito, la industria del stalags hizo revivir otra vez la memoria de la novela de Tzenitz y, aunque no se llegaron a publicar relatos y viñetas en las que eran los alemanes varones los que sometían a las prisioneras judías, se empezó a remover la opinión pública hasta el punto de que hubo juicios y condenas contra los autores y editores, cosa que no sucedió mientras eran los varones los mancillados una y otra vez pero nadie mencionaba que pudo ocurrir lo mismo con las mujeres judías. Inmediatamente los stalags desaparecieron de librerías y quioscos, y hoy son piezas de museo, sobre todo los cómics, pues ya es conocida la afición al coleccionismo de publicaciones raras que hay en ese ámbito.
astalag3.JPGLa moda pasó pronto, duró apenas dos años, pero la idea quedó ahí, y fuera de Israel se empezaron a comercializar cómics pornográficos de este género, sin decir explícitamente que aquello ocurría en campos de concentración nazis, pero siempre eran historietas en las que un bando opresor realizaba prácticas sexuales sadomasoquistas contra otro bando oprimido, siempre en recintos cerrados que bien pudieran ser un pabellón de un campo nazi, pero que se vendían como pornografía en la que aparecía el Imperio Romano, una invasión extraterrestre o cualquier otra coartada para no decir a las claras que se trataba de lo mismo, y esta vez sí que había mujeres sometidas.
Hacia los años setenta esta moda declinó también en Europa, pero abrió el debate de las relaciones de dependencia entre el carcelero y el preso (o presas), que se puede prolongar hasta mucho después de que los cautivos estén libres. El guante artístico lo recogió en 1973 la directora Liliana Cavani, que filmó la ya mítica película El portero de noche, que se basaba en una relación enfermiza entre una ex-prisionera judía y su carcelero nazi, que se prolongaba luego fuera de los campos, con Charlotte Rampling y Dirk Bogarde magistrales en los papeles protagonistas. Y todo esto procede de aquella novela, hoy tan discutida del escritor hebreo K. Tzenitz.
***
(Este trabajo fue publicado el pasado miércoles día 9 de junio en el suplemento Pleamar de la edición impresa de Canarias7)

Publicado el

Biografías reales o imaginarias

Dicen que conocerse a sí mismo es complicado, por lo que conocer a los demás debe serlo aún más. Se escriben biografías sobre personajes desaparecidos recientemente, y se documentan con cartas, notas o conversaciones con personas que conocieron a la persona biografiada. Pero miren hacia adentro y verán que la gente, incluso la que les rodea, desconoce cuestiones íntimas de cada uno, los miedos, las ilusiones, las fantasías. Por eso, cuando leo una biografía, me creo los datos objetivos, el año en que el personaje viajó a un país, la fecha en que se casó o el tiempo que trabajó en esto o lo otro. Asuntos más personales no acabo de creerlos, porque estoy convencido de que la verdad sobre cada uno de nosotros no se puede conocer, y menos a través de documentos o de terceros. Hay biografías que se atreven con el perfil y hasta con el pensamiento de alguien, y en eso estoy con el escritor chileno José Donoso, que firmó un contrato para escribir sus memorias en cinco volúmenes, y cuando corrigió las pruebas del primero se dio cuenta de que él mismo disfrazaba la realidad y mentía hasta sin querer. Llegó a la conclusión de que había más de él en sus novelas que en sus memorias, y ya no escribió los otros cuatro volúmenes.
atrrrio.JPGAhora se publican magnas biografías sobre Carmen Laforet y Miguel Delibes, donde incluso se trata de la génesis de novelas tan famosas como Nada o La sombra del ciprés es alargada. Ahí sí que directamente no me creo nada, porque una novela que se escribe en tres meses puede venir años dando vueltas, y sobre los tiras y afloja de un autor con su obra hasta él mismo se confunde, porque en su memoria no sólo están las páginas y situaciones novelescas que publicó, sino todas aquellas que fueron desechadas. A veces, cuando pienso en una novela mía coloco un personaje que estuvo alguna vez en el borrador, pero que luego nunca llegó a la imprenta, pero sigue en mi cabeza. ¿Cómo va a saber eso un biógrafo si ni siquiera puede controlarlo el escritor?