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La hipocresía del mercado literario

Esta noche se falla en Barcelona el Premio Planeta, y cada año me da ternura ver la candidez de cientos de escritores que presentan sus novelas con la esperanza de ganarlo. Todavía no se han dado cuenta de que forman parte de una pléyade de autores que, creyendo en la honestidad de los jurados, piensan que va a ganar la mejor obra después de haber sido leídas todas. Siempre pasan de cuatrocientas, pero es patente que todo es una gran puesta en escena; zzzDSCN3669.JPGporque es posible y hasta probable que siempre gane una pluma consagrada porque por algo tiene un gran nombre, y Eduardo Mendoza, Vargas Llosa o Bryce Echenique son buenos novelistas. La pregunta es si alguna vez, aunque fuese por casualidad, hubiera una novela de alguien desconocido que pueda ser considerada la mejor. No creo que eso pase ahora porque mandan los mercados y la imagen, y la editorial apuesta por caballo ganador, hasta el punto de que no creo que sea posible el milagro de una voz nueva, sencillamente porque ni siquiera leerán las 400 novelas presentadas. A veces, los propios ganadores meten la pata, porque cuando Fernando Savater quedó finalista con una novela sobre Voltaire dijo que había merecido la pena pasarse todo el verano escribiéndola. Claro, si las bases dicen que las novelas han de presentarse antes del 15 de junio, escribirla en el verano suena a encargo. Y así, esta noche sonará uno de los 30 nombres mediáticos que aún no haya ganado: Javier Sierra, Lorenzo Silva, Rosa Montero… O personajes mediáticos metidos novelistas como Boris Izaguirre o Javier Sardá. Pasen lista y será uno de los que falte. Otra cosa sería una sorpresa y una alegría porque querría decir que alguien puede darse a conocer a lo grande en un premio, como antaño pasó con Delibes, Carmen Laforet o Carmen Martín Gaite. Eran otros tiempos tal vez más honestos y era el Nadal, donde ahora tampoco es posible el milagro.
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Debates estériles

zzFoto0110.JPGCreo que esa casta que suele ser llamada «intelectuales» pierde demasiado tiempo en tonterías y en guerras que solo tienen perdedores. Y es que se repite el mismo debate en las cuatro últimas décadas y todo sigue siendo un proyecto. Cómo será la cosa que, siendo escritor, no tengo la menor idea de si debo decir literatura canaria, en Canarias o de Canarias. Y además, tampoco me preocupa saberlo mientras me queden fuerzas para escribir, que es de lo que se trata. Creo sinceramente que los debates son otros, por ejemplo, cómo dar respuesta al envejecimiento de la población, qué hacer con nuestros jóvenes, cómo acabar con la violencia doméstica, de qué manera vamos a parar el inevitable colapso demográfico… Y en eso poco van importar palabras como colonialismo, esbirro, patria o españolismo. Incluso tiemblo cuando oigo hablar de libertad, en cuyo nombre se han cometido las mayores atrocidades cuando sale de la boca del fanatismo o de la tiranía. Las palabras a veces son una bomba de relojería, cuidado con ellas.

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Más lecturas de verano

Se suele decir que es en verano cuando más se lee, pero seguramente no es verdad, porque hay buen tiempo y la gente está mucho en la calle y con amigos, que es una costumbre muy saludable. En otros ámbitos parece ser que sí, que es el verano el momento de la literatura. En Francia, por ejemplo, los grandes lanzamientos se hacen al final de la primavera y los grandes nombres están en el mercado estival con sus últimas obras, algo similar a lo que ocurre aquí en otoño, pero el mercado español mira más hacia la Navidad y luego hay un repunte en abril con motivo del Día del Libro y las ferias. Releer es una actividad que viene bien, porque siempre se aprende de una gran obra y de los grandes autores, sean clásicos o contemporáneos.
zzzsFoto0079.JPGHubo un tiempo en que casi todos los verano releía Cien años de soledad, pero ya me agota porque siempre me abruma lo que falta por suceder. Por eso no entiendo muy bien a esos especialista de los llamados libros sagrados de la literatura. Les juro que he leído El Quijote, pero volver otra vez sobre él me resulta muy cansado. Por lo pronto, estoy releyendo a Jorge Semprún y a Carmen Martín Gaite, dos plumas que unen a la literatura un pensamiento muy rico. Iba a releer El Crimen y el castigo, pero me entró miedo, porque no me siento capaz de liarme con la psicología profunda. Tengo la tentación de seguir el consejo que me dio Rubén Benítez Florido, compañero bloguero de Canarias7, y volver ahora sobre Así habló Zaratustra. Lo leí en su momento y me impactó, pero con la experiencia seguramente tendrá otra lectura. A ver si me animo.