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Pasan los días, acta poética del ser humano

Hace unos días actué como presentador (*) del primer libro de poemas de Carlos Lázaro Roldán, un hombre que ejerce la medicina con la humanidad que sin pedirlo demandan los pacientes. Y este es un hecho importante porque los médicos siempre han tenido una innegable vena literaria. La profesión médica es probablemente una de las más respetadas por la sociedad, si no la más, porque nadie abre su cuerpo y su alma de la manera total que se hace ante el médico, que hurga en nuestra intimidad para enfrentarse a nuestras dolencias, que muchas veces tienen un componente psíquico determinante. Por lo tanto también es el guardián de muchos secretos, que no pueden salir a la luz si no es de forma velada y anónima. Acaso esta sea la razón por la que se da entre los médicos esa inclinación a la escritura. El papel es un fiel confidente de las angustias que cada día se van acumulando en su consulta y que, al ser tan íntimas y ajenas, no pueden compartir con nadie.
Esc444anear0001.JPGY esto es desde muy antiguo, pues ha habido muchos médicos que han dejado su huella por escrito, sea en evangelios, tratados de filosofía, obras de teatro, novelas o poemas, y curiosamente todos (con algunas excepciones) suelen acercarse al dolor humano en sus escritos: El evangelista San Lucas, Maimónides, Avicena, Copérnico, Rabelais, Schiller, Chéjov, Lobo Antúnez, son unos pocos de todas las épocas, que fueron médicos y destacaron en las letras. Y en España la lista es enorme: Campoamor, Laín Entralgo, Ramón y Cajal, Gregorio Marañón, Pío Baroja, Luis Martín Santos, Jaime Salom… D. Pedro Laín Entralgo afirmaba que los motivos del médico-escritor eran la evasión y, además, la ilustración, la utopía, la denuncia y la redención, y Antón Chéjov decía que la medicina era su esposa legal y la literatura su amante. Afirmaba con ironía que «si bien ello puede lucir poco respetable, no resulta aburrido en modo alguno, pues cuando me canso de una paso la noche con la otra, y ello termina mejorando mi relación con ambas». En Canarias, el mundo de la medicina y aledaños ha tenido siempre una profunda relación con la cultura. Basta mencionar al Doctor Chil, Rafael O’Shanahan, Juan Díaz y Julio Barry como abanderados, pero no podemos olvidar que uno de nuestros poetas más renombrados, Tomás Morales, también fue médico.
Esc555anear.JPGEn el libro Pasan los días que ahora presentamos, hay un predominio de la visión humana del mundo y especialmente del sufrimiento ajeno, tal vez porque lo mire a los ojos cada día, y tratando de mitigarlo necesariamente busca entenderlo. Por ello resulta muy interesante la perspectiva de las cosas que nos traslada Carlos Lázaro Roldán, unas veces desde la impotencia, otras desde la más furiosa indignación ante la injusticia, casi siempre desde la distancia irónica de quien ha conocido de cerca otras vertientes de la vida pero entiende que lo que él ve distinto cada día no suele ser motivo de reflexión general. Son grandes problemas o pequeñas cosas, que son montañas infranqueables para quien las sufre, y que ese confidente a menudo involuntario que es el médico va almacenando en su pensamiento. Escribir de esta manera sirve al autor para liberarse, pero al mismo tiempo nos muestra una visión cercana del dolor, la intolerancia y también de esas pequeñas historias que convierten a personajes cotidianos en héroes y heroínas o por el contrario en verdaderas alimañas.

(*) Pasan los días fue presentado hace unos días en la Sala Ámbito de El Corte Inglés de Las Palmas de Gran Canaria. En el acto tomaron la palabra el profesor José Luján y quien esto escribe, además del autor, por supuesto.

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El despertar, una novela de Elio Quiroga

Alguien a quien entrevisté hace años me dijo que Elio Quiroga es un gran creador multimedia. Su faceta más conocida es la de director de cine, responsable artístico de varias películas de culto y un sinnúmero de cortometrajes de toda clase. Sin salir del mundo del cine, tiene una laguísima trayectoria como productor, guionista y lo que haga falta, pues dada su preparación en el campo de la informática se ha internado en proyectos innovadores de generación de programas destinados al cine.
zzel-despertar-eb1[1].jpgPero yo lo conocí antes en su vertiente poética, pues hice de editor de un bellísimo poemario que publicó en los primeros años 90 del siglo pasado. Luego ha dado a la imprenta trabajos ensayísticos y de vez en cuando se descuelga con un artículo sobre algún asunto cultural importante. Es decir, la creatividad de Elio Quiroga abarca distintos soportes y variados géneros, aunque la tendencia es a etiquetar a la gente para que sea una cosa y solo esa, aunque sepamos que Alberti fue un gran pintor, Lorca un músico muy comprometido con el rescate de la música popular, o Elia Kazan un excelente novelista. Que Elio Quiroga publicase una novela era solo cuestión de tiempo, porque si combinamos su capacidad narrativa y su dominio de la literatura, el resultado es siempre una novela. Y aunque parece curioso que escriba una novela de zombies (así se publicita El despertar en la portada), no lo es tanto cuando conocemos su trayectoria cinematográfica, que suele cruzar la línea de la realidad. Por lo tanto, tampoco es una sorpresa que Elio Quiroga, puesto a escribir narrativa, se haya inclinado por la novela de género, en este caso una historia en la que los muertos vivientes cohabitan de manera casi natural con lo vivos-vivos.
zzel-despertar-eb22222.JPGY es ahí donde empieza a bifurcarse el camino de la obra de Elio, porque al hablar de zombies siempre pensamos en historias de terror como las de los muertos vivientes de Georges A. Romero o las figuras descompuestas de la filmografía de Darío Argento. Pero es justo lo que no sucede en El despertar, que no es una novela que trate de dar miedo (cosa que por otra parte sería legítimo) sino que inocula un miedo más estremecedor, y es el que se deduce de la metáfora de una sociedad que tienen que reciclarse porque sus miembros son distintos o al menos no todos son seres humanos al uso. Y es que lo interesante de la novela es que se trata de fundar una nueva sociedad en la que conviven zombies reconocidos y humanos vivos, llegando a crear estructuras que permitan esa convivencia. Quien dice zombies dice extraterrestres, extranjeros… seres diferentes que comparten el mismo espacio que los humanos-tipo normalmente constituidos y establecidos según normas milenarias (blancos, cristianos, heterosexuales…)
Por ello El despertar es mucho más que una novela de zombies. Se trata de una reflexión encubierta sobre la necesidad de que las sociedades sean más integradoras, en un tiempo en el que parece que el asunto va en sentido contrario. Y todo esto con un tratamiento humorístico que arranca sonrisas pero que no desvirtúa la esencia del problema. Es por lo tanto un texto muy original, que utiliza la novela de género, con apariencia de divertimento frívolo y si quieren hasta «friki», para plantear que esta sociedad, en la que hay grandes desafíos asimilables a la convivencia con los zombies, necesita profundos y radicales cambios en sus estructuras para seguir adelante.

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Personajes eternos, autores mortales

Es curioso cómo el arte y la imaginación consiguen transformar la realidad incluso en maravillosas historias fantásticas, luchando incluso contra la propia voluntad de crearlas. Un claro ejemplo es el del trío de escritores escoceses formado por Robert Louis Stevenson, Arthur Connan Doyle y James Barrie. Fueron amigos de juventud, compañeros de estudios y luego cada uno siguió su camino. zzFoto0524.JPGEl que más pronto desapareció fue Stevenson, que se debatió contra sus propios demonios en la esquizofrenia de Jekyll y Hyde y fue a morirse prematuramente a una ignota isla del Pacífico. Pero también nos dejó un libro de sueños con La isla del tesoro. Connan Doyle se pasó la vida renegando de su Sherlock Holmes, que al final pudo con él. El más paradigmático y a la vez doloroso caso es el del origen y desarrollo paralelo de un personaje tan conocido como Peter Pan. La historia nace de la amistad del escritor con cinco niños, hijos de una viuda, que quedan bajo la tutela de Barrie. Los chicos, ya adultos, fueron muriendo de las formas más terribles, (la guerra, suicidios, accidentes) y estas muertes llenaron de dolor la vida del escritor, y curiosamente fueron los que le inspiraron (sobre todos Peter) las historias del País de Nunca Jamás. De tanto dolor surge la fantasía. Increíble. A veces, los personajes ocultan a su autor. Mucha gente ignora quiénes fueron Stevenson, Connan Doyle o Barrie, pero todo el mundo conoce a Peter Pan, Watson, Long John Silver, Jekyll, Wendy, Hyde o Sherlok Holmes. Suele ocurrir, Cervantes reposa bajo una losa donde se lee «Don Quijote».
(Peter Llewelyn Davies (1897-1960) fue la persona real que Barrie identificó como trasunto del personaje de Peter Pan. Lo triste y contradictorio de la historia es que este hombre, que de niño inspiró un maravilloso mundo de fantasía al escritor, se suicidó a los 63 años tirándose a las vía del tren).