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Alexis llega al rellano

Alguien dijo que los premios hacen daño… a quien no los gana. Y es verdad, porque los escritores de raza no corren el mundial de motociclismo, escriben para desarrollar su obra, no para ganar premios. Este es el caso de Alexis Ravelo, un novelista que ha ido haciendo un camino, que se me antoja una escalera, cada novela un escalón, que como toda obra honesta lleva a ninguna parte y desemboca en todo el mundo. Libro a libro, peldaño a peldaño, Alexis ha ido construyendo su escalera, no sin un gran esfuerzo personal, que en el último año ha explotado. Sin duda Alexis tiene ese don que otros llaman talento, pero eso no es un mérito, se tiene o no se tiene, como los ojos azules o las manos grandes. El mérito está en cultivar ese don, trabajar muchas horas con el cincel del escultor hasta dar forma a la obra, porque como decía Miguel Ángel, la escultura está dentro del bloque de mármol, solo hay que quitar lo que sobra.
zzzzzCIMG1221.JPGY Alexis Ravelo, que ya venía armando mucho ruido del bueno con sus novelas (una escandalera con la última), de repente obtiene el Premio de Novela Negra Ciudad de Getafe, que es uno de los galardones más prestigiosos del género en España, y eso significa que, de pronto, ha saltado dos escalones y ha alcanzado otro rellano. La importancia de los premios es que hacen visible a un autor que tiene detrás una trayectoria, y por eso es tan importante para Alexis. Luego viene lo otro, el gran momento que vive la literatura en Canarias, con autores y nombres que dan el salto y son reconocidos fuera (o lo fueron en su momento), que son traducidos a otras lenguas y que todos juntos conforman una luminaria en la oscuridad cerrada de esta tierra empeñada en negar a los suyos.
Se dirá que este es un premio a la novela negra escrita en Canarias, a nuestra narrativa y hasta a nuestra literatura urbi et orbi. No; todo lo que se dice es verdad, estamos en un momento espléndido y todo eso, pero suena muy mal cuando se oye decir que hoy «le ha tocado» a Alexis. No le ha tocado, esto no es la bonoloto, el Premio Ciudad de Getafe no es por sorteo, se concede por la valoración de una novela. Los que somos sus amigos nos sentimos premiados afectivamente, pero esto tampoco es un gol que se marca después de una jugada colectiva, es un premio personal, que Alexis Ravelo podrá dedicarlo a quien quiera, pero literariamente es su momento. Y así debe ser. Los demás estamos para alegrarnos por él y para felicitarlo, y cuando alguna de las otras personas que escriben por aquí obtenga un reconocimiento aplaudiremos también, porque formamos un todo, lo cual no es contradictorio con que se le dé a cada uno lo suyo. Es lo justo.
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(Este trabajo se publicó en el suplemento Pleamar de la edición impresa de Canarias7 del pasado miércoles)

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Érase que no era

Ya que hoy se presenta el libro Papiromanía, escrito a ocho manos (*), me sumo a sus cuatro autores y voy a contarles un cuento para tiempos difíciles:
papiromania_portada_3[1].JPGÉrase una vez un país muy lejano en el que vivía un señor con bigote que debía ser alemán porque se llamaba Gürtel, y otro caballero que debía ser muy marinero porque se apellidaba Dársenas o algo así, otro que siempre se rajaba porque lo llamaban Rajón, otro más tan enrevesado que le decía Rubal-abracadabra y otro que debía ser muy alto porque lo llamaban no sé que de Palma. Había más caballeros, unos que conformaban una especie de cofradía muy jacarandosa porque la denominaban Delere Andaluz, otros que se hacían trajes a medida, algunos que cobraban entradas muy caras en un Palacio de la música, un jurisconsulto que pertenecía a un partido político estando esto prohibido, otro que andaba en confusos asuntos alrededor de un accidente de avión con militares muertos y hasta un caballero muy principal que en sus horas de ocio cazaba osos y elefantes. También había damas amnésicas que ignoraban lo bien que lo ganaban sus maridos, otra que devengaba cuatro salarios legales y dicen que alguno oculto, y otra que era la Esperanza de algunos y que antes de serlo había ido y venido, ejercido y dimitido e incluso hizo migas con un empresario de casinos americanos a cuenta de dejar que se fumara en… Bueno esto no me lo sé muy bien porque siempre me lo cuentan distinto.
Ya les he presentado a los personajes del cuento, pero en realidad no puedo seguir porque desconozco el argumento del relato. Es extraño, porque con protagonistas tan potentes ninguno hace avanzar historia alguna; en este cuento no solo inacabado sino inempezado resulta que nunca jamás pasa nada porque es una colección de negaciones, y ya se sabe que es imposible escribir una narración negando una y otra vez; sin embargo, mis cuatro amigos papirómanos han conseguido acabar sus textos.
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(*) Esta tarde se presenta en el Museo Domingo Rivero el libro colectivo Papiromanía, del que son autores Antonio Lino Rivero Chaparro, Ricardo Pérez García, Juan José Rodríguez Barrera y Rubén Benitez Florido. Ya sé que es 18 de julio, pero a partir de ahora, en lugar de por lo que ahora se recuerda, esta fecha entrará en los anales (con perdón) como aquella en la que se presentó este libro. La otra, mejor solaparla para que se ahogue.

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Rayuela, 50 años después

El libro Rayuela cumple 50 años y toca hacer algunas consideraciones sobre un texto que se ha convertido en una especie de yanqui en corte del rey Arturo en medio de los títulos del Boom hispanoamericano de los años sesenta del siglo XX. Y llamo a esta obra libro porque otros con muchos galones lo han llamado antinovela, el propio Cortázar contranovela y lo han llamado novela los que siguen la frase de Cela: «novela es todo libro que debajo del título lleva la palabra novela». Es decir, podríamos estar hablando de una novela, pero en ese caso de una muy peculiar, que también gente de mucho rango ha tratado de rompedora, innovadora, intelectualista (quién sabe qué es eso) o integradora de géneros, mientras que otros, con galones similares, la han descalificado de plano.
zzrayDSCN3649.JPGHan dicho que es surrealista o constructivista muchas décadas después de que ambos movimientos surgieran y se agotaran, e incluso alguno de ellos tiene más pedigree arquitectónico que literario y responde a teorías del nuevo socialismo ruso nacido de la revolución, algo que tampoco está muy cerca de Cortázar, pero tampoco tan lejos. No proviene de Faulkner ni es pariente del Paradiso de Lezama Lima, y tampoco es tributario del Ulises de Joyce, ni del «volcánico» Lowry, ni siquiera del Cortázar anterior a Rayuela, maestro del relato corto y que está en la cima en nuestra lengua sentado junto a Borges y Arreola. A la vez, según desde donde se mire, Rayuela es todo eso y lo contrario. Se me dirá entonces en qué quedamos; pues en eso, en que algo tendrá ese libro cuando se sigue discutiendo sobre él y colgándole adjetivos a menudo contrapuestos medio siglo después. Porque tenemos muy claro que esta, esa o aquella novela pertenecen al tremedismo, al realismo social, a lo real maravilloso o al sursum corda. Rayuela es Rayuela.
De Rayuela lo hemos oído y leído todo, pues al publicarse muchos calificaron a Cortázar de loco, y otros tantos de genio. Cortázar no estaba loco, es evidente, y tampoco fue un genio porque estos salen de una lámpara. Su literatura está acorde con su apariencia física, que recuerda a la de los alienígenas de Encuentros en la III fase. Las fotos no consiguen trasladar la imagen física de Julio Cortázar, unas extremidades desmeduradas y un tronco pequeño; tenía una cabeza desproporcionada, una cara infantilizada hasta su último día y unos ojos desorbitados; se diría que hubiera sido dibujado por un niño. Se movía como si fuese a desplomarse de un momento a otro, con los brazos bamboleando como badajos de campana. Sí, Cortázar parecía más un extraterrestre que un humano, sobre todo cuando sacaba aquella voz arrastrando frenillo. En realidad sí que pudo salir de una lámpara.
Y Rayuela. Resulta que es todo eso que se ha dicho, porque destruye (des-escribe) una novela, inventa un escritor (Morelli) como Borges inventaba mundos, hace que la muerte de un niño sea el punto de fuga de un disparate surrealista, discute y teoriza con el rigor de Bertand Russell y desbarra como Boris Vian, pero con más elegancia. Hace en un mismo texto poesía, narración, ensayo, historia encubierta, análisis freudianos, carcajadas, crítica musical (una lección deliberadamente pedante sobre sus inmensos conocimientos sobre el jazz). Para hacer todo eso en un mismo libro y que cuaje hay que tener a la vez desparpajo, sentido del humor, sentido del profundo dolor humano, una cultura enciclopédica y, sobre todo, un talento descomunal.
zzrayDSCN222.JPGDesde hace décadas, me he divertido en tertulias a costa de Rayuela tanto como Julio Cortázar al escribirla. Es que Rayuela da para mucho, tiene huecos por donde atacarla y asideros por los que defenderla, y a menudo, cuando veo que estoy ante un fundamentalista cortazarciano, ataco la novela y empiezan a llover argumentos a favor del texto. Si el ambiente es hostil a Cortázar, yo enarbolo el papel de defensor y empiezan los improperios, semejantes a los que utilizó un crítico argentino hace 50 años. Venía a decir: «Qué pretencioso, escribe una novela de 600 páginas y encima pretende que la leamos de al menos tres formas diferentes, cuando resulta insoportable aguantarla una sola vez».
Y no he hablado del título, que es el de un juego infantil, que por aquí llamamos teje pero que tiene más de sesenta denominaciones solo en español. Aparentemente sencillo, proviene del recorrido que Dante hacía en La divina comedia desde La Tierra hasta el Cielo. Nada menos, y ese es el juego que propone Cortázar en la novela. Pocas veces se puede meter tanto en un solo libro. Muchos novelistas sueñan con escribir alguna vez la novela total. Ninguno lo ha conseguido. En realidad, el crítico argentino tenía razón cuando decía que Cortázar era muy pretencioso, porque con Rayuela quiso ir más allá, escribir la literatura total, ser a la vez Homero, Cervantes, Garcilaso, Erasmo de Rotherdam y Moliére. Y Dante. Dejó todo eso danzando y en manos del lector, porque también propone que se lea en el orden que se prefiera, incluso uno aleatorio, y desencadena así un juego antes nunca visto y después tampoco. Literatura en estado puro. Quienes dicen que la novela retrata París y Buenos Aires, o que cuenta de La Maga y Horacio Oliveira es que no han entrado en el juego de la rayuela o el teje que propone Cortázar en uno de los libros más singulares que se han escrito, porque trata de lo que quiera el lector. ¿Hay quién dé más?
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(Este trabajo se publicó en el suplemento Pleamar de la edición impresa de Canarias7 el miércoles 3 de julio).