Vázquez Montalbán diez años después
La muerte de Manuel Vázquez Montalbán no provocó hace diez años el gran revuelo mediático, sentimentaloide, hiperbólico e hipócrita que se dio con ocasión del fallecimiento de escritores como Terenci Moix o Camilo José Cela. Vázquez Montalbán era un escritor distinto, que sabía separar la vida de la literatura y no iba por ahí, como otros, dando espectáculos que luego no se corresponden con el peso de la obra.
El recién fallecido escritor catalán era de la madera de Miguel Delibes, Jesús Fernández Santos, Carmen Martín Gaite o Angel Mª de Lera. Estos escritores serán estudiados y leídos dentro de un siglo, porque han contado la vida a su alrededor, sin hacer un sola concesión al autopanegírico.
Murió Vázquez Montalbán en Bangkok, una ciudad lejana que fue por cierto escenario de una de sus novelas de la serie del detective Carvalho (Los pájaros de Bangkok), pues Vázquez Moltalbán se entregó en buena parte de su obra a tratar un género que nunca ha contado con prestigio literario en España, pero él ha sabido aplicar a su serie detectivesca la frescura, la ironía y el talento que en otras lenguas utilizaron Hammett, Chandler, Chesterton, Simenon o Graham Greene, aunque él parecía tomárselo más en broma, por que lo entendía como un juego.
También tiene una obra de otro corte, bastante copiosa, en la que ha tratado de diseccionar la historia reciente desde la ficción, y se atrevió con personajes tan peligrosos literariamente como Franco o Galíndez. También tiene el escritor una obra poética importante, y una maestría gastronómica hecha literatura, además de haber sido siempre, en dictadura y en democracia, un defensor impenitente en periódicos y revistas de valores sociales que por lo visto ya están en desuso, siempre con la pluma como arma humanista, sin alharacas de beato progre y con la solidez del que tiene las cosas muy claras.
Murió uno de los grandes escritores de nuestra lengua, y lo enterraron con sordina, porque encima era de izquierdas y nunca hizo el rendez-vous a la corriente dominante. Podríamos decir que su divisa fue siempre la ironía, arma literaria que hay que saber administrar y que él dominaba como pocos. Veía el mundo desde la distancia que da el talento y la propia experiencia bien digerida, y tal vez por ello quiso distanciarse en su propia marcha y fue a morirse a Bangkok, muy lejos, pero a la vez muy cerca, porque al final, tailandeses o españoles, es el ser humano lo que importa. Su obra crecerá, estoy seguro, porque se alimenta de su propia arquitectura, no de las payasadas del autor, que, cuando ya no está, se diluye, y con él su obra. Eso no pasará con Manuel Vázquez Montalbán. De hecho, ahora que hay un boom de la llamada novela negra, la figura del maestro se agiganta como faro de esa nueva generación de escritores que saben que la buena literatura no sabe de etiquetas ni de géneros.