Querido Benedetti, gracias por el fuego
Al final, querido Mario, todos tenemos que acudir a la inexorable cita con esa señora que nos está amenazando cada minuto. Tú lograste burlarla durante muchos años, y como escudo usaste la literatura, la bonhomía, el compromiso, la dignidad. Y lo hiciste bien, porque nunca fuiste neutral, nadie que tenga corazón puede serlo.
Te has muerto, Mario, pero ya en vida era un estandarte para Latinoamérica, no sólo para Uruguay, de quien dijiste que era la única oficina del mundo que tiene categoría de república, criticando la intrincada burocracia de las democracias vigiladas.
Te has muerto un 17 de mayo, día de San Pascual Bailón, curiosamente el detonante de la primera novela que intenté escribir y que finalmente terminé, y te recuerdo como eras hace 25 años, sentado en la terraza del Hotel Santa Catalina, tomando café y bromeando con las obras urbanas de la ciudad de Las Palmas de Gran Canaria, a donde ya habías venido otros 15 años antes, y también estaba en obras. Cuando te despedí en el aeropuerto te pregunté que cuando volverías a nuestra ciudad y me contestaste con ironía: «Cuando la terminen». Volviste después, cantando con Daniel Viglietti, y siempre eras el mismo, asmático pero incansable.
Fuiste el poeta universal de cabecera de varias generaciones, que tenían en su cabecera el compendio de tu poesía, Inventario, un libro que llega al alma porque es la poesía que piensa en los seres humanos. Y también fuiste novelista, que no perdonaba a los narradores que no cuentan una historia. Siempre mantuviste encendida la hoguera de la libertad, y usando el tútulo de una de tus novelas, te digo Gracias por el fuego.