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Cosas del diablo

zzrDSCN4056.JPGHace unos meses que se habla de las posesiones diabólicas más de lo normal, y he escuchado que hay una corriente en el Vaticano que critica duramente la poca atención que a este asunto le ha prestado La Iglesia en las últimas décadas, concretamente desde la llegada de Juan XXIII al papado. Después de su muerte, libros y películas sobre exoscismos y posesiones diabólicas nos han invadido, aunque ningunas con el impacto de Semilla del diablo (1968) y El exorcista (1973). Luego ha habido historias que rozan ese asunto, como las distintas series vampíricas, que en su mayor parte no se atienen a lo que se supone es el canon del asunto, y nacen así arquetipos de ficción difícilmente encajables en los moldes clásicos. La crítica desde dentro del Vaticano es que al no prestar atención al fenómeno diabólico este ha crecido sin freno, y hace buena la frase de Charles Baudelaire en su relato Le Joueur genereux (1864), donde dice que «El mejor truco del diablo es convencernos de que no existe», cita utilizada luego en la magnífica película Sospechosos habituales (1995). El caso es que por lo visto La Iglesia se rearma contra el diablo, como muestra una información en la que se asegura que la diócesis de Milán ha doblado la plantilla de exorcistas. Mira por dónde, una profesión con buena salida.

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Mi tocayo Miliki

Decían que el viejo Matías Prats hacía radio en color, porque tenía tal capacidad descriptiva que cuando la gente veía los goles del Real Madrid en NO-DO eran exactamente iguales a como se los había imaginado en la retransmisión radiofónica. Con los Payasos de la Tele pasaba igual, sus programas eran en blanco y negro durante su primera etapa, pero la gente los recuerda en color. Con la muerte de Miliki, mi tocayo, zzpayas.JPGse liquida aquel trío mítico de hermanos que forman parte de la memoria colectiva, yo creo que sobre todo porque sus canciones (facilonas pero entrañables) se repiten una y otra vez, y de alguna forma rompieron el molde de los argumentos machistas de «las niñas bonitas no pagan dinero» o las cenicientas y bellas durmientes que esperaban el beso de un príncipe o calzarse el zapato de un gran matrimonio. Nunca he sido un entusiasta del circo; no me llaman la atención los juegos malabares ni los perros amaestrados, y me ponen muy nervioso los lanzadores de cuchillos y los que sin necesidad meten la cabeza en la boca de un león. Fui de adolescente a una función en la que la trapecista se balanceba sin red, y me marché a media función porque tengo vértigo. Los payasos no me dan miedo (la coulrofobia está definida como miedo irracional a los payasos), pero no me parecen especialmente atractivos; sin embargo, veía a los Payasos de la Tele porque eran distintos, quizás menos pintarrajeados y más musicales. Su llegada ya me pilló adulto, pero en mi familia había niños; así que con la coartada de acompañarlos pasaba muchas tardes de sábado coreando familiarmente el saludo de «Hola, don Pepito, hola don José» y respondiendo al «¿Cómo están ustedes?» Miliki se ha ido pero seguiremos cantando en los cumpleaños su tonada de felicitación. Los Payasos Aragón fueron mucho más que un programa de televisión, fueron el paso del blanco y negro al color.

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Don Joaquín sabía pensar

Aunque sé que don Joaquín Artiles odiaba los lugares comunes, el tiempo pasa volando y parece que fue ayer el día que emprendió el gran viaje. Han pasado veinte años, y todavía lo recuerdo en el centro de su biblioteca, sentado como un almirante que gobierna las naves encuadernadas de las miles de ediciones que pasaron por sus ojos y conservaba en la memoria. Dicen que cuando hay que relatar los méritos de alguien es que no eran tan evidentes, y por eso no creo necesario enumerar otra vez su valiosísimo paso por la literatura, fuese medieval o contemporánea. Para cualquiera que tenga un básico conocimiento del devenir cultural y educativo de esta tierra basta con pronunciar su nombre y ya queda claro que hablamos de una figura mayor, incuestionable y que dejó una huella. La poesía en castellano se ve distinta desde que él indagó entre sus versos, y también la canaria, pues acompañó con su crítica y su consejo a todas las generaciones con las que fue contemporáneo.
zjoaquin_artiles_santana-2 copia[1].jpgLo visité por primera vez para hacerle una entrevista. Ya estaba en sus últimos años y quería seguir sabiendo lo que ocurría, así que me emplazó para que lo visitase de nuevo. Yo procuraba distanciar las visitas, porque no quería importunarlo, y él siempre me reprendía porque siempre hacía demasiado tiempo desde la última vez. No es que tuviera especial predilección por mis visitas, es que tenía necesidad de saber de primera mano qué se escribía, qué se hablaba, y supongo que habría muchas más personas que, como yo, acudían con las novedades y a cambio conseguían sin proponérselo escuchar sentencias que más que de un hombre parecían proceder de un oráculo.
A pesar de que la luz llegaba cada día a sus ojos con menos brillo, procuraba leer todo lo que podía. Cuando publiqué una novela de más de doscientas páginas, se la llevé como obsequio, tal vez con el propósito de que un libro mío figurase entre los valiosos ejemplares de su biblioteca. Sabiendo de sus dificultades visuales, nunca pretendí que leyese aquel libro tan voluminoso a través de una máquina que le hacía de lupa y agrandaba las palabras una a una. Leer así es un trabajo hercúleo, y yo pensaba que era adecuado para leer un poema de veinte versos o como mucho un artículo periodístico, nunca una novela. Mi sorpresa fue que la leyó con detalle, y en la visita siguiente me comentó sus impresiones y hasta recabó algunas notas que había tomado. Por eso sé que aquella novela tiene entidad, porque sé también que, de no haberla tenido, don Joaquín me lo habría dicho.
zperfilg[1].jpgCada visita era como asistir a una lección magistral. No es que diera conferencias, hablaba poco, pero con una precisión como he visto muy pocas veces. No necesitaba largas parrafadas para poner las cosas en su sitio. Una de las lecciones que aprendí de él es que en los artículos periodísticos lo más importante es saber pensar. Se supone que quien escribe conoce las reglas de la gramática y escribe con corrección, y que domina el asunto del que trata su artículo. Pero eso no basta, decía él, porque puedes ahogar con demasiada información al lector, que no puede seguir el hilo de lo que trata de contarle el articulista. Por eso él aconsejaba que es importantísimo saber pensar, y como ejemplo ponía a Ortega y Gasset, autor de gran influencia que escribió gran parte de su obra en los periódicos. No es que Ortega no tuviese ideas, las tenía y muy brillantes, pero esa clarividencia hay que transmitirla, y no basta una prosa fluida, es necesario acompañar el pensamiento del lector: saber pensar. Y lo mismo decía de un autor tan denso como Nietzche en sus libros. Es por eso que vemos documentados trabajos escritos por autores especialistas en la materia, que además escriben con corrección, pero se nos atragantan porque no conseguimos seguir el hilo de su pensamiento. Sobra decir que don Joaquín sabía pensar, y este consejo he procurado llevarlo a la práctica con mejor o peor fortuna, porque he visto que tenía razón. Por eso la gente compra periódicos para leer determinada firma, no porque diga cosas más importantes que otros, sino porque sabe pensar.
La enorme figura literaria de don Joaquín no puede ocultar su gigantesca labor como dinamizador de la enseñanza secundaria. Basta contar los institutos (uno masculino y otro femenino) que había cuando él llegó al cargo de inspector y los que dejó cuando se jubiló. Su labor en este campo fue inmensa y si no se mira bien no nos percatamos de su importancia, porque ahora el alumnado de secundaria tiene un centro de enseñanza a tiro de piedra de su casa. Esperemos que esto, como tantas cosas, no se pierda, porque es el resultado del esfuerzo de muchas personas, la primera don Joaquín Artiles.
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Este trabajo fue publicado en el suplemento Pleamar de la edición impresa de Canarias7 del día 31 de octubre)