Publicado el

Los Reyes Magos

zzreyes-magos-de-oriente[1].jpgLos Reyes Magos vendrán y me temo que, como todos los años, habrán hecho un desigual reparto, aunque ellos no tienen la culpa de no haber podido llegar a todas partes, porque me imagino que a estas alturas de la Historia tendrán sus gobiernos, sus parlamentos y sus presupuestos en los países de los que son reyes, que no sabemos cuáles son, y ni siquiera estamos seguros de que sean reyes, sino más bien magos o sabios, como dicen Las Escrituras. Pero está claro que las desigualdades no se resuelven ni con monarquías ni con con magia ni con nada que salga de la mente de los hombres, y menos cómo se ha puesto la circulación. Imagínenese cómo será el asunto para los Magos de Oriente, que tienen que conformar a todo el mundo, si nosotros nos estresamos comprando las tres boberías que regalamos cada año, y siempre nos coge el toro. Bien es verdad que nosotros no somos profesionales del regalo y ellos sí, pero con los recortes de este tiempo y teniendo como vehículo unos viejos dromedarios desentrenados, más no se puede pedir. Como mucho que sean magos en vez de reyes, porque estos al menos sacan conejos de la chistera y los reyes piden más que dan.

Publicado el

Maestras de escuela valientes

No quiero por evidente comentar la salvajada incomprensible ocurrida en el colegio de Primaria de la localidad norteamericana de Newtown. Sí voy a recordar el comportamiento de las profesoras, que en el cumplimiento de su deber antepusieron la seguridad de sus alumnos a su propia vida. Los medios las califican de heroicas, pero yo iría más lejos, porque una heroicidad se puede explicar por un momento de adrenalina en desbandada, y muchos militares condecorados por acciones de este tipo han confesado que muchas veces las heroicidades puntuales son hijas del miedo zzzFoto0324.JPGy del instinto de supervivencia. En el caso de estas profesoras no, su comportamiento deja pequeño el heroísmo; actuaron a conciencia porque cada minuto que están al frente de una clase saben que la seguridad de su alumnado es lo primero. Esto que digo vale también para los maestros, pero es que nuestra sociedad es especialmente injusta con las mujeres que se dedican a tan hermosa profesión. Hora es de que empiece a borrarse ese estereotipo estúpido de la maestra de escuela fría e inflexible como una Señorita Rotenmeyer cascarrabias, con el aditamento machista y grosero de la solterona. Una maestra, de las que también por aquí afortunadamente tenemos miles, es una profesional consciente de que tiene entre sus manos la formación de sus alumnos y su vida siempre que están bajo su tutela. Para hacer lo que han hecho las inolvidables maestras de Newtown hay que ser tan valiente y profesional como un soldado o un bombrero, solo que a estos el valor se les supone; pues habrá que empezar a suponérselo también a las maestras (y maestros) que son los profesionales públicos que, junto con el personal sanitario de ambulatorio, se sumergen cada día en el filo de una situación social muy complicada. Me horroriza lo ocurrido en Estados Unidos, que es síntoma de que nuestra sociedad está enferma, pero al mismo tiempo la actuación de las maestras de Newtown me admira y me llena de esperanza en el género humano, porque hay personas que con la mayor naturalidad (simplemente conocen cuál es su trabajo) anteponen su deber a su propia vida. Y es que a menudo se calientan demasiadas bocas minusvalorando la labor docente. Por eso desde aquí dedico mi modesto homenaje a las valientes (no heroicas) maestras de Newtown.

Publicado el

El fetichismo del talento

Se pagan cantidades desorbitadas por vertigios del pasado, especialmente si pertenecieron a algún personaje ilustre o simplemente famoso: unas cadenas con las que se ataba Houdini en sus números de escapismo, la espada de Wellington (supongo que tendría varias) o cualquier otro objeto común (unas gafas, un libro, un rosario). Las cartas son otra cosa, porque contienen ideas y a veces noticias, pero curiosamente lo que cobra valor no es lo que dicen, sino el objeto físico, que no deja de ser papel rancio. Se han pagado fortunas por una pluma de Tolstoi, una estilográfica de Scott Fitzgerald o una máquina de escribir de Truman Capote. Pero en realidad son objetos vulgares como hubo cientos iguales en su tiempo. Lo importante es el talento de quienes los usaban, y eso no va incluido en el lote que se subasta. zzxx0DSCN4125.JPGHabía un peluquero que usaba unas tijeras corrientes, pero hacía maravillas con ellas, hasta el punto de que otro peluquero estaba tan fascinado que quiso comprárselas. Tanto insistió, que el primer peluquero se las vendió, y el comprador se dio cuenta muy pronto de que aquellas tijeras en sus manos nunca serían tan buenas como en las de competidor, que seguía maravillando con las nuevas tijeras que se compró, y con cualquiera que usara porque el don no estaba en las tijeras sino en quien las manipulaba. He visto una de las plumas que usaba Galdós (también supongo que usaría muchas a lo largo de su vida)en el escritorio que está en su Casa Museo de Las Palmas de Gran Canaria. Es un palillero con plumín, como tantos, y tal vez de ese en concreto pudieron surgir Marianela, Fortunata o Gabriel Araceli, pero habrían brotado igual con otra pluma, con un lápiz de grafito o incluso dictando como hizo don Benito cuando se fue quedando ciego. Así que ese fetichismo nunca me ha llamado la atención, porque si me dicen que un viejo pincel estuvo entre las manos de Matisse, yo puedo argumentar que cualquier piedra de nuestra costa, que tal vez hayamos tocado, pudo ser asiento momentáneo de Colón, Magallanes o Van del Doez cuando pasaron por aquí. El único fetichismo válido es el del talento.
***
(Para que quede claro, no me refiero a un cuadro original de Renoir, a un vestido único especialmente diseñado para una ocasión o a otro objeto especial y único que tiene valor por sí mismo como un violín Stradivarius, hablo de objetos corrientes de los que hay cientos o miles y cuyo única diferencia es que perteneció a una celebridad. Elvis Presley compró más de 600 coches Cadillac y en la mayoría subió una sola vez (o ninguna) y luego los regalaba; sin embargo se subastan como «coches de Elvis», porque un día tal vez los tocó. A eso me refiero).