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Libros de papel versus soportes digitales


A estas alturas, esta es una discusión inútil. El libro digital está imponiéndose porque las nuevas tecnologías lo permiten; y es verdad que tiene muchas ventajas, aunque se pierde la aventura del recorrido del libro desde las manos del autor hasta las del lector: editor, corrector, impresor, distribuidor, librero… Al leer en una pantalla uno tiene la impresión de que está en una escena de La Guerra de las Galaxias pero tampoco vamos a negar que los soportes han ido evolucionando desde que nació la escritura. zzzstartrek.JPGAsí que menos nostalgia, que estamos en el futuro, porque los de mi generación, y más en Canarias, hemos pasado del siglo XIX de nuestra primera infancia a viajar en el El Halcón Milenario. Hemos ido descubriendo, siempre con retraso, muchas cosas que eran habituales en el resto del mundo civilizado. De leer los periódicos de Madrid al día siguiente y ver partidos de fútbol en diferido cuando no había satélites, hemos pasado a leer periódicos extranjeros al instante sin movernos de nuestro escritorio, o en plena calle con una maquinita que sería cincia-ficción hace apenas unos años…
Pero he tenido un ataque de nostalgia, porque acaban de llegar a mi mesa dos libros recién publicados por sendos amigos. Todavía huelen a tinta, y el papel vibra entre el polvillo invisible de la guillotina. Ha sido un momento vuelta a la mitología del libro-objeto. Y es que en nuestra memoria tienen lugar de privilegio los instantes puntuales en que leímos la primera página de papel de aquellos libros que pasaron a formar parte de lo que somos. Pero tranquilos, ya se me ha pasado.

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Uccellacci e uccellini (papanatas-papanatas)

zzzz ucelini.JPGDicen que todo aquel que escribe un folio con pretensiones literarias lo que en realidad pretende aunque sea remotamente es el Nobel, y aquellos que se dedican al cine en cualquiera de sus modalidades lo que persiguen es que les den un Oscar. Eso de escribir o hacer cine porque sí es una chorrada, a juzgar por los comportamientos. Hay una legión de escritores que se sienten minusvalorados, y lo están colectivamente, porque el eso de la periferia y la aldea global ha quedado en lo que los más viejos esperaban: nada; y aquí cultura es arrastre de bueyes. Finalmente, muchos son los llamados y pocos lo que consiguen una cierta visibilidad, y es humano que quieran que se les lea fuera, se les traduzca, ser académicos, ganar el Príncipe de Asturias y el Cervantes, y, por qué no, el Nobel (claro que eso depende si el nivel está ese año en Echegaray o en Faulkner). ¿La gente de cine quiere hacer una buena película o ganar un Oscar? Cuando ya los reconocen en España, van por el mercado europeo, y luego el norteamericano. Paco Rabal, Berlanga o Concha Velasco no son nada porque no han salido en la portada del Vanity Fair americano, los grandes son Antonio Banderas, Penélope Cruz y Javier Bardem porque cuentan en Hollywood, y, claro, Buñuel, no porque fuese bueno, sino porque una vez le dieron un Oscar. Como bien dijo Pasolini en 1966, Uccellacci e uccellini, que en esperanto bengalí quiere decir papanatas-papanatas.

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El Greco como imagen forzada

Ahora que se cumplen 400 años de la muerte del pintor Doménikos Theotokópoulos, más conocido como El Greco, podemos constatar el refrán que dice que «no es oro todo lo que reluce». Tenemos una memoria de las cosas y de las personas que a menudo no concuerda con la realidad, y si se trata de grandes figuras la distorsión suele ser tremenda. Recientes investigaciones sobre la figura de El Greco pueden sorprendernos, porque nos muestran a una persona casi opuesta a la que siempre hemos imaginado a causa de las informaciones forzadas y a menudo interesadas que nos han dado durante siglos. Para empezar, ahora resulta que el pintor era religiosamente muy tibio y aunque cristiano, venía de las costumbres de la iglesia ortodoxa griega, que ya entonces zzzzz El greco.JPGestaba muy distante de la de Roma. Una parte muy importante de su obra es pintura religiosa porque esos eran los encargos que entonces le hacían, pero no es que fuese muy devoto. Su verdadera devoción era la belleza, y su estilo tan característico se nutre de su Creta natal, de su paso por Venecia y Roma y de su impronta personal. Por eso El Greco es tan especial, porque su pintura es como arte bizantino trasplantado a los modos castellanos, una mezcla que, en manos de un hombre de su talento, dio lugar a una obra grandiosa y diferente. Pero lo que más llama la atención es ese «cambio de imagen» que aportan las nuevas investigaciones, pues ese artista ocuro, callado y misterioso que nos han vendido siempre era en realidad un bocazas que hablaba demasiado y por ello se metía en problemas, vivía al límite y carecía entonces de prestigio social, hasta el punto de que los grandes figurones de entonces no estaban entre sus clientes. Las iglesias y conventos sí, porque era muy trabajador y cobraba poco. Por eso cada vez estoy más convencido de que hay que quedarse con las obras y desconfiar de lo que nos cuentan de los autores, pues sus biografías a menudo son afeitadas para adaptarlas a intereses de terceros. Y en todo esto solo hay un verdad irrefutable: Doménikos Theotokópoulos, El Greco, es uno de los grandes en la historia del arte.