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El vestuario de la ministra

Estoy con la mayoría de los internautas que han participado en el foro sobre el vestuario de la Ministra de Defensa: es una cortina de humo para crear un debate inútil. Hay tres millones de parados, la situación internacional se complica por la guerra, la economía y por el frío, que hace más imprescindible la solución del conflicto entre Ucrania y Rusia para que pase el gas y la gente no se congele.
Lesmoking[1].jpgLa verdad es que el vestuario de una ministra me interesa poco, y desde luego tiene valor político cero. En todo caso, me parece una contradicción de Carme Chacón, porque si lo que se pretende reivindicar es lo femenino en todos los ámbitos, no entiendo qué lectura tiene que aparezca en un acto vestida de etiqueta masculina a lo Marlenne Dietricht. Ya puestos, le faltó el sombrero de copa, porque lo de la boquilla larga habría sido una pasada. Además, si lo que quería era dar un toque de modernidad, hay que decir que eso está muy antiguo en el mundo de la moda, pues ya lo puso en circulación Yves Saint Laurent en 1975, cuando la ministra iba al parvulario.
En todo caso, que la ministra se vista como quiera, y me parece peor que los miembros del Gobierno fuesen con chaqué (es por la mañana), porque así lo exige el protocolo de la Pascua Militar, que requiere rigurosa etiqueta para los civiles y uniforme de gala para los militares. Entonces, ¿por qué el Rey vestía uniforme de diario del ejército de tierra? Por cierto, ¿sabe alguien qué relación tiene lo militar con la pascua?
Disculpas a la Sra. Ministra:
No he tenido más remedio que enlazar con un vídeo de Marlenne Dietricht de gira por el frente, vestida de militar. La culpa es suya, porque compararse con ese icono del cine (ya sé que no lo hizo a propósito) es muy arriesgado: las posibilidades de perder son muy altas. A la diva alemana lo masculino le sentaba bien y femeninamente. Toda una paradoja, pero es que a El ángel azul le sentaba bien cualquier cosa, incluso la ropa militar, cuando iba a actuar para los soldados aliados.
Tejanos, ministra, tejanos, hágame caso.

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La memoria de un gran director (*)

Veinticinco años es una edad más que suficiente para dudar de la consolidación de un evento como el Festival de Música de Canarias. Llegar hasta aquí no ha sido fácil, pues en un largo camino como este ha habido momentos para todo, y en un número tan cerrado como el de un cuarto de siglo no puedo menos que evocar la memoria de Rafael Nebot, pieza clave en todos estos años y figura central en el éxito global de toda una trayectoria. Aunque hace ya algunas ediciones que no dirigía el Festival, esta es la primera que se celebra sin su presencia física, y justo es que lo recordemos con esa figura grande de apariencia endeble que cobijaba una mente clara y un pulso firme para saber hacia dónde caminar.
nebot.jpgY es que ha habido que rectificar el rumbo durante el trayecto, recoger aplausos y también asumir críticas. Hace más de una década, en el ecuador de estos 25 años, hubo un momento en el que el Festival parecía decaer a pesar del gran esfuerzo que se hacía para mantenerlo a flote. Hubo algún año en el que no respondió la taquilla, aunque desde su nacimiento, en 1985, el Festival de Música de Canarias contó con el apoyo de la sociedad de las islas que acaparaba desde los primeros días los abonos en sus diferentes modalidades y el encontrar entradas sueltas era una tarea imposible. Al éxito de público se unió el de la crítica, tanto local como exterior, que apoyó tanto empeño.
También se criticó entonces que uno de los objetivos del Festival, atraer turismo de calidad, no se estaba cumpliendo, y en todas esas dudas y cuitas andaba capeando los temporales Rafael Nebot, que supo siempre esquivar las grandes olas y poner la ruta adecuada. Hay que reconocer que dotar a las islas de un evento de estas características fue un acierto del Gobierno de Canarias, en aquellos momentos presidido por Jerónimo Saavedra, que todos sus sucesores mantuvieron sin mermar en su esplendor.
A mediados de los años noventa, llovieron las críticas sobre el continuismo y la repetición, y se puso en tela de juicio una estructura rígida. En el momento de la fundación del Festival, el aficionado de las islas tenía carencia de repertorio sinfónico, y para ello las capitales canarias impulsaron dos magníficas orquestas de gran prestigio, nacional e internacional, que celebran con continuidad ejemplar conciertos que contaban con el favor del público. Como el Festival persistía en su programación sinfónica casi exclusivamente, se clamó desde los medios entendidos que hubiese otras alternativas, como la música de cámara, el lied, la música antigua o el barroco.
Puedo dar fe como testigo muy cercano de cómo entonces Rafael Nebot cogió el guante y volvió del revés un Festival, que recreció y se puso en el lugar de los propósitos, porque Nebot demostró ser un hombre que sabía escuchar y rectificar. Eso lo hizo grande y fundamental, y es otra lección más que nos lega. Es evidente que un evento de estas dimensiones no se cambia de la noche a la mañana, pulsando un botón, es algo que ha de hacerse con firmeza pero con tiento, y, además, debe ser programado con mucha antelación porque las agendas de las primeras figuras llevan tiempo. Hay que decir que la inauguración del Auditorio Alfredo Kraus en Las Palmas de Gran canaria y más tarde el de Santa Cruz de Tenerife ayudaron mucho en esta nueva etapa del Festival.
Estamos en otro momento decisivo y decisorio en la trayectoria del evento cultural más importante que se celebra cada año en Canarias. Y ahora no está Nebot, por eso hay que aprender de lo que él hizo en momentos parecidos. Se ha hablado de nuevas líneas y se han escuchado voces autorizadas a favor y en contra, como es lógico ante un acontecimiento anual de estas dimensiones, la joya de la corona del Gobierno de Canarias en materia cultural.
XXV.gifEstá claro que no voy a entrar en posicionamientos por dos razones: una es que considero que no tengo en las manos los mimbres necesarios para opinar con autoridad. En este caso me limito a levantar acta de lo que veo y oigo; estoy convencido de que doctores tiene La Iglesia para determinar qué es lo mejor, y es importante que no entren en liza los bizantinismos políticos en un asunto de esta envergadura, que es primordialmente técnico y de gestión.
La segunda razón por la que no opino es que el objeto de este artículo es evocar la memoria de Rafael Nebot, de quien se han dicho muchas cosas buenas antes y después de su doble partida del Festival y de nuestra compañía, todas muy merecidas, porque fue un hombre que supo liderar el crecimiento de un hecho cultural gigantesco en unas condiciones muy complicadas, porque no olvidemos el lugar que Canarias ocupa en el mapa, y eso es un gran inconveniente cuando se trata de mover grandes grupos de personas e instrumentos, o cuando se quiere tener en el cartel a personalidades de primer nivel.
Y lo que no se ha dicho -o se ha dicho muy poco- es que Nebot supo encajar las críticas, reflexionarlas y corregir cuando era el caso, y eso es tan importante en un gestor cultural como el hacer de corrido lo que siempre sale bien. Ahora, en la edición número XXV del Festival de Música de Canarias hemos de recalcar que gracias a él Canarias ya no es un lugar ignoto, está en el mapa europeo y mundial de la gran música, y decir eso es homenajear directamente al desaparecido y recordado Rafa Nebot.
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(*) Este trabajo fue publicado en el suplemento Pleamar de la edición impresa de Canarias7 del día 7 de enero.

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DOMINGOS IM-POSIBLES (II)

Cine a fecha fija
No recuerdo si antaño, cuando la televisión aún no era la dueña de nuestras vidas, los cines programaban películas especialmente navideñas. Si recuerdo que en Semana Santa nos ponían año tras año Los Diez Mandamientos, Espartaco y toda una lista de películas que llamábamos «de romanos», aunque tratasen de griegos, egipcios o babilonios, y que en la mayoría de los casos nada tenían que ver con la crucifixión y muerte de Jesucristo. Las había, eso sí, que como La túnica sagrada o Rey de reyes sí trataban del tema, o aparecía en la resolución de la historia como en Ben-Hur.
El caso es que nos colocaban películas sobre el mundo antiguo en Semana Santa, fuesen Jasón y los argonautas, Hércules o ¿Quo vadis? Cuando la televisión comenzó a generalizarse, copió este tipo de programación, y metió la Navidad en su escaleta. Y por razones que desconozco, en alguna cadena emiten Lo que el viento se llevó, que no sé yo qué tiene que ver con la Navidad.
quebelloesvivir.jpgSiguiendo esas reglas, en la noche de fin de año debieran emitir Havana, pues narra la noche del 31 de diciembre de 1958, cuando los castristas entraron en La Habana y derrocaron a Fulgencio Batista, o Memorias de Africa, donde Robert Redford besa por Año Nuevo a Meryl Streep. De ese modo, tendríamos un canal en el que emitiesen una especie de efemérides cinematográfica, pero no lo hacen, y siguen conservando ese sabor antiguo en la Semana Santa y nos cuelgan las mismas películas en Navidad, aunque nada tengan que ver con estas fiestas. Y es que, para Cuento de Navidad, el de Dickens, pero, mira por donde, esa no la ponen nunca, y por el contrario casi siempre cae Mujercitas, que si se relaciona con la Navidad es acaso por el paisaje nevado que rodea la casa de la chicas.
No, no me he olvidado, ya sé que la película navideña por antonomasia es ¡Qué bello es vivir! el magistral film dirigido por Capra y en el que James Stewart borda una de su mejores interpretaciones. Es una especie de cuento de Navidad, con un malvado tremendo y unas pobres gentes que están a su merced. Ahora vendría bien, puesto que el malvado es un avaro terrible y quien salva al pueblo es un banquero que está al borde de la ruina. Esta película se la pondría yo en sesión continua a los consejos de administración de esos bancos que han desencadenado esta crisis, a ver si aprenden lo que es la misión social de un banquero.
Nadie puede discutir la calidad de ¡Qué bello es vivir! Sin embargo, en lugar de repetírsela a los banqueros nos la repiten a nosotros cada Navidad (algunas, yo he visto que la han programado en varias cadenas) y, la verdad, a veces se vuelve inaguantable. Y es que esa película la hemos visto durante años junto a personas queridas que luego no están, porque viven lejos o simplemente ya no viven. Hace ya muchas navidades que cambio de canal cada vez que me tropiezo con esta hermosa película, pero es que me la sé de memoria y me trae recuerdos dolorosos, porque funcionamos con los reflejos condicionados (los sentimentales también).
Y, aunque la repitan hasta el cansancio, qué gran película es ¡Qué bello es vivir!