Dicen que me llamo Juan
Hoy es 24 de junio, y por eso comienzo felicitando a todos los juanes, que son muchos, pero cada uno tiene un matiz especial. El título de este post es el de una obra de teatro que escribí hace años, en la que la leyenda, la historia, la vida y la muerte se disputan a un Juan, que no es otro de Juan García El Corredera.
Como señalo en otro trabajo publicado aquí cerca, la historia de Gran Canaria en castellano comienza con tres juanes (Rejón, el obispo Frías, y el deán Bermúdez), que encabezaban la expedición que llegó a Gran Canaria la tarde anterior al Día de San Juan. Y hay muchos juanes en nuestra historia, desde Negrín a Rodríguez Doreste, pues esta tierra se ha construido sobre nombres comunes que llevaron y llevan hombres excepcionales. También nuestra cultura tiene en sus juanes pilares fundamentales: Juan Ismael, Juan Marichal, Juan Hidalgo, Juan Jiménez, Juancho Armas Marcelo… Hay muchos juanes, que hay que ponerles siempre el apellido para distinguirlos de los otros, y por eso también los héroes anónimos acaban llamándose Juan.
Hay un película de Frank Capra que trata de la contradicción de la fama y el anonimato, con un personaje, Juan Nadie, que da título al film. Es una bella y terrible historia que recomiendo porque el nombre es sólo una etiqueta para que los demás nos distingan, y la verdadera esencia de cada uno no está en el nombre, sino en la personalidad. Por eso siempre me he preguntado por qué no hay ningún Juan (Joao) entre los heterónimos de Pessoa.