La convención universal del solsticio de verano
Nuestros ancestros se remiten a la noche del 23 de junio, que es en realidad la celebración del solsticio de verano, siempre con lo irracional al fondo. En Canarias unos invocan el fuego mediterráneo, que llena esta noche desde Grecia hasta el Levante español, y que forma parte de una cultura de pólvora y calle estival; otros se encomiendan al fuego celta, como en Galicia, Irlanda, Escocia o Bretaña, y a la comunicación ultraterrena con lo esotérico. De todo habrá, pero en Las Palmas de Gran Canaria también es la fecha oficial del nacimiento de la ciudad (24 de junio de 1478), que curiosamente coincide exactamente con la de la fundación de la Inquisición española (no sé qué querra decir esto), cuando los Reyes Católicos decidieron que ligaban sus reinos a una creencia religiosa y perseguirían a muerte a todas las demás, también con fuego de la hoguera de los herejes. A veces uno desconfía de si realmente nuestra ciudad surgió de la tala inmisericorde de un palmeral (venimos del primer atentado ecológico conocido por aquí) un 24 de junio, porque era día de San Juan, y Juan se llamaban el obispo Frías que venía con los conquistadores, el deán Bermúdez y el capitán que los mandaba, Juan Rejón. Así que tanta magia, tanto fuego, tanta pólvora y tanto Juan solo me inducen a desear que el paisaje que vivimos hoy sea un mal sueño y que despertemos mañana con un día de San Juan luminoso de sol, no de hogueras, embrujos y aquelarres. Ya vale.