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Cine inglés en Gran Canaria en los años 60 (*)

Hace unos días, mi amigo el fotógrafo Tato Gonçalves me envió un enlace de Youtube en el que aparecían tres minutos de la película Wonderful Life, que en España se comercializó como Vida maravillosa, y luego como Qué bello es vivir (igual que la de Fran Kapra). Hay escenas en El Puerto de La luz, el Parque de Santa Catalina, la Ciudad Alta, La playa de Las Canteras y Las dunas de Maspalomas. Es un musical inglés de los años sesenta cuando estaba de moda que los cantantes de éxito hicieran películas (Elvis, Celentano, Raphael…). El artista es Cliff Richard con el grupo The Shadows, media docena de años antes de que Massiel dejase en segundo lugar de Eurovisión su Congratulations.
Esto circula desde hace unas semanas por correos electrónicos y redes sociales. Como puede haber personas que aún no hayan tenido acceso a estos vídeos, propongo estos enlaces porque es algo que merece la pena ver, y eso que entonces no había Consejería de Turismo que pagase a los de fuera para que promocionaran Gran Canaria. Para los más jóvenes es un documento, para los mayores es un paseo por la nostalgia. Diviértanse.
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(*) Por cierto, Angeles Caso, la ganadora del Premio Planeta 2009, era uno de los 20 nombres que aparecían en el cuadro que está enlazado con el post de ayer, el de quienes copan todos los premios rumbosos de este país. Claro, le faltaba el Planeta. No es que sea adivino, es que siempre es así, como que en agosto hace calor.

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Los mitos, el nazismo y la democracia

Por desgracia, uno de los acontecimientos más terribles del siglo XX -el nazismo- ha creado toda una mitología, hecho al que no es ajeno el cine, tanto europeo como norteamericano, que, aunque sea para criticarla, se ha valido de la estétita nazi, y así, desde Fasbinder a Spielberg, hemos tragado III Reich, SS y acercamientos a los dirigentes hitlerianos desde perspectivas de todo tipo. Al final, las imágenes quedan y en el cine impresionan.
xnazi1.jpgSe ha creado por lo tanto una mitificación, que no sólo proviene del cine. Hay algunos trabajos interesantes, como los de Rosa Sala Rose sobre los mitos del nazismo y su relación con el poder, que es una luz en el conglomerado de sobreinformación confusa que nos asaetea. El hombre de nuestros días prescinde cada vez más del conocimiento y se deja llevar por la ola de la moda, la publicidad y los cantos de sirena del éxito fácil que siempre es de otros y que finalmente es una gran frustración para la mayoría.
Dice la autora de estos trabajos que cuantos más mitos pongamos alrededor del poder más nos alejamos de la democracia. Es el huevo de Colón, que ha estado siempre delante de nosotros y ella lo ha expresado. Los mitos han sostenido el poder desde los dioses asirios y babilónicos, las deidades griegas y romanas, el César convertido en dios y las monarquías medievales cuya legitimidad se hacía provenir de Dios y que convertía a los reyes en seres extraordinarios, inviolables y superiores.
Con la Revolución Francesa este edificio mitómano se vino abajo en la teoría, pero en la práctica se transformó, pues luego ha habido un Napoleón y muchos poderosos demócratas que a la postre han hecho tanto daño a la libertad como los tiranos etiquetados. Lo mitos de la divinidad que derramaba autoridad sobre algunos mortales escogidos se sustituyen por otros, si bien la religión sigue alimentando la mitomanía en tiranía o en democracia.
ynazi1.jpgHablar de los estados islámicos, en los que la religión forma parte de la esencia legislativa, es ir a bulto, está demasiado claro y es una evidencia palpable cada día. Me refiero a los estados occidentales, supuestamente racionales y laicos, que se acogen al cristianismo en sus diversas ramas y que explotan la culpabilidad como elemento muy productivo para el poder. Cualquier presidente norteamericano repite una y otra vez lo de «Dios salve a América», en Inglaterra es a la reina a la que hay que salvar y en todas partes se invoca a un mito que a veces es terreno, pero un mito. El marxismo fue un mito cuasi religioso en la Rusia stalinista, y la democracia está convirtiéndose en una palabra sagrada, es decir, peligrosa.
Yo no sé si Dios creó al hombre, pero sí estoy convencido de que el hombre ha creado a Dios según la conveniencia de cada momento. Y esos símbolos dan miedo. La convivencia debe regirse por normas democráticas, como el código de la circulación, pero cuando sacralizamos palabras y conceptos como pueblo, bandera, democracia, constitución, estatuto, himno… Entonces estamos convirtiendo en mito lo que es simplemente un instrumento práctico, algo terrenal y necesario.
Me dan miedo estos tiempos, supuestamente democráticos, en los que se milita en el nacionalismo a ultranza, en la suprema unidad de la patria, en el ecologismo irracional o simplemente en un tipo de música que crea maneras de vestir y conductas que casi siempre conducen a la intolerancia. Si llevas un suéter sobre los hombros eres un pijo, si comes carne eres un violento, si cantas rancheras eres un antiguo.
Es para echarse a temblar cuando empieza a haber salvapatrias, paladines de la democracia y guardianes de leyes que se veneran como libros sagrados. Cada vez se hace más verdad lo que Juan Luis Cebrián calificó hace una década como «Dictadura democrática». El que piense que aquí debe haber una agencia tributaria por autonomía es un traidor a la unidad de la patria, el que piense lo contrario es un fascista irredento, y en casi todo igual. Eso se llama intolerancia, es decir, el que no piense como yo es mi enemigo.
znazi1.jpgPor ello recomiendo el acercamiento a los libros de Rosa Sala Rose, ensayista y traductora literaria catalana, que desde su conocimiento de la lengua de Goethe -su madre es alemana-, nos ha dado varios trabajos importantes sobre el tema que tratamos. El primero es de 2003, y se titula Diccionario crítico de mitos y símbolos del nazismo, el segundo, aunque menos concreto pero muy cercano a todo esto es El misterioso caso alemán. Un intento de comprender Alemania a través de sus letras, que es de 2006, y un tercero publicado en 2008 que analiza los orígenes de la canción Lili Marleen, un fenómeno muy curioso, que se convirtió en mito para las tropas alemanas y luego incluso para las aliadas, que escuchaban en las trincheras heladas de toda Europa una canción que hablaba de la despedida de una pareja en la puerta de un cuartel cuando él se iba a la guerra. Servía para los alemanes, pero también para los aliados, porque en el campo de batalla no hay más ideología que la de la supervivencia y la nostalgia de una vida que no saben si volverán a recuperar.
Realmente, esta canción es uno de los grandes mitos de la Alemania nazi, la canción que había grabado la entonces famosa cantante alemana Lale Andersen, que siguió siendo famosa en Alemania e incluso llegó a representar a su país en el Festival de Eurovisión de 1961. Forma parte del mito y eso es tan interesante como peligroso, porque los mitos a veces derivan en monstruos.
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(Este trabajo fue publicado el miércoles pasado en el suplemento Pleamar de la edición impresa de Canarias7)

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Ben-Hur aguanta

Están haciendo un espectáculo basado en Ben-Hur, la película dirigida de William Wyler en 1959. Tenía la espectacularidad de Espartaco y una historia de los tiempos de Cristo, que es como tituló la novela su autor, el legendario general norteamericano Lewis Wallace. La película obtuvo 11 Oscars, un récord, que siempre se dijo que serían flor de un día.
benhur.JPGY eso parecía, porque Ben-Hur ha sido un chiste durante generaciones, pues todos nos hemos reído de la musculatura e inexpresividad de Charlton Heston, de la batalla naval en una bañera y callábamos cuando se hablaba de la carrera de cuadrigas, que todavía nos sigue subyugando. Pero resulta que le película aguanta, igual que Lo que el viento se llevó, que todo el mundo dice que es un culebrón, pero que como uno se la tropiece en la televisión haciendo zapping se queda a verla hasta el final.
La historia tiene algunos cambios en relación con la novela, y no cabe duda de que el guión de Karl Tunberg es magnífico. Por su parte, Lewis Wallace, el autor de la novela publicada en 1880, siendo gobernador de Nuevo México, antes había sido general del ejército de La Unión en la Guerra de Secesión. Todo un personaje, un novelista que fue hombre de acción muy peculiar, no precisamente un intelectual al uso, sino un tipo que escribió una novela que tuvo un gran éxito y que, gracias al cine, es hoy una historia muy conocida.
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Ilustraciones: Cartel de Ben-Hur y un daguerrotipo del general Wallace.