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Cien años de Hollywood

Si 1895 fue el año de la creación del cine como soporte, y los años siguientes el nuevo invento empezó a ser utilizado como arte por Méliès, Porter y otros, fue en 1911 cuando surgió por primera vez lo que hoy conocemos como un estudio de cine, aunque antes se habían hecho otros intentos que incluso funcionaron. Aquella compañía sería la que acabaría llamándose Paramount Pictures, y este hecho tuvo lugar en la colina de Hollywood, un municipio cercano a la ciudad de Los Ángeles en la bien soleada California, asunto este de gran importancia puesto se usaba mucho la luz natural para las filmaciones.
california_ric_042[1].jpgNo podemos dejar atrás los primeros pasos del cine en Europa, sobre todo en Italia, Francia y España. Sí, España fue entonces pionera de una industria que no fue entendida, como ocurre casi siempre aquí, y quedó descolgada hasta muchos años después. Y es en 1911 cuando el teórico del cine italiano, Riccioto Canudo, publicó el Manifiesto de las Siete Artes, que es de ahí de dónde le viene al cine el apellido de séptimo arte, y en él pedía que los empresarios del cine asumieran un mayor compromiso artístico con lo que hacían, para ir más allá de la industria y el comercio.
Luego habría estudios importantes en Europa, sobre todo en Berlín y Roma, e incluso Madrid tuvo su momento universal de gloria cuando se rodaron en España grandes superproducciones que aprovecharon los Estudios de Samuel Bronston (El Cid, 55 días en Pekín, Doctor Zhivago…) Pero lo que ha permanecido sin interrupciones es aquel Hollywood que fue acogiendo luego a las demás productoras, que llegaban buscando luz y huyendo de las medidas draconianas que les imponía Edisson por utilizar un invento que él había patentado en los estados del Este.
Como en la época de los pioneros y de los buscadores de oro, Hollywood se fue llenando de técnicos y artistas que hicieron de aquel aledaño de Los Ángeles su nueva casa, procedentes de todos los Estados Unidos y de fuera, pues antes se habían creado productoras en Nueva York, Chicago o Boston, que emigraron a California, y con ellas nombres sublimes del cine, desde Griffith y Buster Keaton a Mary Pichford y Charles Chaplin. En pocos años, el cine se convirtió en una industria que dio prosperidad a todo el sur californiano, que pasó en menos de dos décadas de ser el salvaje Oeste a fabricar sueños.
california_ric_044[1].jpgLos años veinte fueron gloriosos, y parecía que el cine iba a ser un arte definitivamente sin voz, lo cual no impidió que se hicieran magistrales películas y se creara un star system casi más distante que el que hoy existe: Rodolfo Valentino, Gloria Swanson, la mencionada Mary Pichford, el patriarca de los Barrymore, Ramón Novarro, Greta Garbo, y por supuesto los grandes del cine cómico (Lloyd, Chaplin, Keaton…) Parecía que aquello iba a ser eterno en la misma situación, pero llegó el sonoro y la mayor parte de los actores y actrices, que usaban el gesto exagerado para comunicar en la pantalla, desaparecieron, salvo algunas excepciones como Greta Garbo, que enlazó el estrellado del mudo con la gloria del sonoro.
Los años treinta también fueron dorados, aunque en realidad Hollywood no ha dejado nunca de ser una gran fábrica de sueños y estrellas, porque cuando se eclipsaba la Garbo surgía Rita Hayworth y luego Marylin y Audrey Hepburn; cuando se fueron Gary Cooper, Gable o Bogart, llegaron Brando, Newman y más tarde Jane Fonda, Al Pacino y tantos otros nombres que nos han mirado desde la pantalla en distintos momentos de nuestras vidas. En aquel Hollywood eterno en el que se sucedían los reinados, sólo Katarine Hepburn estuvo siempre, desde el cine mudo hasta casi ayer.
california_ric_045[1].jpgHoy Hollywood sigue estando en Los Ángeles, pero no en el lugar de su fundación, porque los grandes estudios se han ido a las afueras de lo que ya es una macrourbe, pero allí sigue como símbolo Sunset Boulevard, y la fábrica de sueños que no acaba, porque esta ciudad también se ha convertido en la Meca de las grandes productoras de ficción para la televisión, que desde hace unos años acaso acumule más talento que en el cine, metido a vender avances tecnológicos y producciones para adolescentes en su mayor parte.
Muchos afirman que el final de Hollywood está cerca, pero yo no lo creo. Si no se hundió cuando surgió el sonoro (que fue todo un desafío), ni cuando la televisión se hizo de uso cotidiano, ni al cambiar el sistema de estudios en la década de 1950, es poco probable que se hunda ahora. Dicen que el capital está en manos extranjeras; es posible, pero Hollywood fue siempre lugar de foráneos que se aclimataron e hicieron grande y eterno el cine americano: Minelli, Kazan, Cary Grant, Wilder, Lang, Curtiz, Chaplin otra vez… Hay otras cinematografías, pero ninguna ha marcado el siglo XX como la de Hollywood. Y ya han pasado 100 años. Veremos qué pasa en el XXI.

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(Este trabajo fue publicado el pasado miércoles en el suplemento Pleamar de la edición impresa de Canarias7)

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Uno de los grandes

Con Blake Edwards desaparece uno de los grandes maestros artesanales del cine, que a la vez tenía un talento creativo enorme. Es de la estirpe de Billy Wilder y Satanley Donnen, que conformaron una generación de oro heredera del maestro Ernst Lubitsch, que lo mismo transitaba la comedia con maestría que se internaba en el musical, el drama o en cualquier otro género, y siempre con solvencia y un estilo propio. blakeedw.JPG
Para que Blake Edwards estuviese con letras muy grandes en la historia del cine bastaría mencionar Breakfast at Tiffany’s (Desayuno en Tiffany’s), donde Audrey Hepburn se convierte en el icono de la elegancia que hoy conocemos, una obra maestra. Si quisiéramos inscribirlo en la comedia del absurdo, su mascarón de proa sería la película de culto El guateque y lo más popular la desternillante saga de La Pantera Rosa; en la mejor comedia sin duda inscribiríamos La carrera del siglo y Víctor o Victoria y en películas inolvidables Días de vino y rosas, con Lee Remick y Jack Lemmon en la cima de su arte. Tal vez su última etapa no fue tan brillante, pero él mismo no pudo superar el listón, que se había puesto tan alto en los años sesenta. Se va uno de los grandes, nos queda Stanley Donen.

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A Wonderful Life (versión alternativa)

Por si todavía hay alguien que no ha visto la película de Frank Capra A Wonderful Life (¡Qué bello es vivir!), les recuerdo que el Señor Potter es un despiadado capitalista y Clarence es un ángel que viene a La Tierra a ganarse sus alas salvando del suicidio a Georges Bailey (James Stewart). Al menos eso creen muchos, pero puede haber una versión alternativa. Esta:
qqquebe.JPG(Clarence, ya con sus alas, entra en el despacho del Señor Potter, después de haber salvado a Georges Bailey)

CLARENCE.- Ya está hecho el trabajo, Señor Potter, el banco de Bailey se ha salvado gracias a las aportaciones de sus vecinos y amigos.
POTTER.- Perfecto, Clarence, ahora ello creen que han hecho una buena obra, y que han cambiado el futuro.
CLARENCE.- Claro, les he hecho pensar que si se hundía Bailey y su banco sería la ruina para todos.
POTTER.- Exacto. Yo me quedo con el dinero y el desfalco del banco lo pagan esos pueblerinos.
CLARENCE.- O sea, Señor Potter, que nada ha cambiado, ellos cada vez son más pobres y usted más rico.
POTTER.- Por supuesto, e incluso podemos hacer que Bailey se vuelva un poco rico, al fin y al cabo me ha hecho el trabajo sucio…
CLARENCE.- Hacer que los de siempre rellenasen el agujero. Pero eso puede ser malo para usted, porque ahora Georges Bailey parece el salvador del pueblo.
POTTER.- No, qué va, eso está bien. Bailey les ha vaciado los bolsillos en beneficio del sistema que me favorece, cosa que yo nunca podría haber hecho. Esos tontos que van de progresistas cuando tienen algo de poder acaban siempre asaltando a los pobres y encima estos aplauden.
CLARENCE.- O sea, que Bailey trabaja para usted.
POTTER.- El no lo sabe, pero sí, hace lo que yo no puedo hacer y encima luce como si fuese Robin Hood, cuando en realidad se parece más al Sheriff de Nottingham. Saquea a los pobres para enriquecer más a los que ya son ricos. Bailey es como tú, que vas por ahí aparentando ser un ángel de la guarda.
CLARENCE.- Este es un buen trabajo, señor Potter, y la jugada ha salido perfecta.
POTTER.- Tú lo has dicho,Clarence, lo has hecho bien y por eso te has ganado tus alas.
(No me irán a decir que no les suena esta versión alternativa)