Publicado el

Mateo Gil y Butch Cassidy

La nueva película del director canario Mateo Gil, Blackthorn, cuenta los años en Sudamérica de Butch Cassidy, famoso bandido del Far West que capitaneó una banda que asaltaba trenes y bancos junto a su amigo Sundance Kid (*). Los norteamericanos son muy dados a mitificar personajes de su historia reciente (no tienen otra) y los bandidos y pistoleros forman parte de esa lista de mitos, aunque en realidad eran unos criminales o cuando menos forajidos de trato muy violento. cassidy.JPGHan montando una especie de mitología del revólver enloquecido, que empieza con los pioneros y la fiebre del oro y llega a los años de pólvora de la Ley Seca: de Jesse James, Billy el Niño y Calamitate Jeanne, hasta Al Capone, Bonny y Clyde; y en el lado de la ley, Wyatt Earp, Bat Masterson y Elliot Ness. Y a dos bandas, «Doc» Hollyday. Sin haber visto la película (abrirá el Festival de Cine de Las Palmas) entiendo que la propuesta de Gil es muy inteligente, porque se interna en un camino por el que el público norteamericano sigue fascinado (la muestra es la fuerza que tiene la National Rifle Association). Y me parece bien, porque si baila al son que se mueve el cine español solo se salvaría con comedias zafias. Mateo Gil ha demostrado su talento y ha tenido la ingeniosa idea (también muy arriesgada, porque el listón está muy alto) de continuar la historia allí donde la dejó George Roy Hill en Dos hombres y un destino, que nos deleitó en 1973 con el trío protagonista formado por Paul Newman (Cassidy), Robert Redford y Katherine Ross.
***
(*) El Festival de cine Sundance se celebra desde 1980 en Salt Lake City (Utah), y está impulsado por Robert Redford, que dio al festival el nombre de su personaje en Dos hombres y un destino.

Publicado el

Siempre la intolerancia

Impactado aún por la muerte de la actriz francesa Annie Girardot, que nos dio momentos cinematográficos inolvidables (Rocco y sus hermanos, Morir de amor…), me llega la noticia de que un grupo de intelectuales argentinos, encabezados por el Director de la Biblioteca Nacional Horacio González, quiere vetar la presencia y la palabra de Mario Vargas Llosa en la Feria del Libro de Buenos Aires que se celebrará en abril. girardott.JPGEs paradójico que quien ostenta el cargo que en su día ocupó Jorge Luis Borges encabece un movimiento que lo único que pretende es que no se oigan voces arrítmicas con el peronismo reinante. Con ese mismo baremo, Borges hoy no podría hablar en Argentina. No es de recibo que se niegue la palabra a nadie, y menos desde un sector que debiera defender a marchamartillo la libertad de expresión, pero es que, encima, no se la niegan a cualquiera, sino al único Premio Nobel vivo de nuestra lengua, que, además, es Premio Cervantes. Vargas Llosa es esencialmente un demócrata, y se puede discrepar de sus ideas, pero vetarlo tan descaradamente es una jugada política evidente, pues en Argentina están en vísperas de elecciones y los peronistas en el poder no quieren que nadie, y menos alguien con el predicamento de Vargas Llosa, vaya a colocar en la mesa un discurso diferente. Y es que cuando la literatura le hace el juego al poder mal vamos.

Publicado el

El único tango de María Schneider

Para María Schneider, El último tango en París fue también su único tango, porque aquella película la marcó para bien y para mal. Para bien, porque sin un gran talento entró para siempre en la gran historia del cine; para mal, porque su papel fue tan controvertido que cuando volvió a aparecer en pantalla siempre se evocaba a aquella chica que fue manipulada hasta el disparate por un Brando colosal y que se redimió pegándole dos tiros en el corazón a su bestia negra. sjff_01_img0282[1][1].jpgEstá claro que se confunde actriz con personaje, como le ha ocurrido a otras figuras, que hicieron una película y quedaron marcadas para siempre, como Sue Lyon que fue la Lolita de Stanley Kubrick y nada más. Es curioso cómo esto sucede casi siempre con mujeres que interpretan un papel con una carga erótica más allá de lo permitido; es como si la sociedad las castigase a vagar siempre por la historia del cine con su personaje-pecado a cuestas. El último tango en París fue una película que cayó como un tartazo en la cara de una sociedad que no era tan libre como se decía. María Schneider le puso rostro a una bofetada intelectual de Bertolluci y lo pagó caro. Ahora se ha muerto de un cáncer dicen que terrible, pero siempre quedará como el símbolo de la iconoclastia burguesa. En cierto modo, como artista fue afortunada.