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Newman, el hombre nuevo

Paul Newman ha muerto. Parece un disparate, una obcenidad, porque las leyendas se supone que no mueren. Tengo la impresión de que Newman no ha muerto o en realidad lo estuvo siempre, porque siempre lo vimos como un ser irreal, guapo, elegante, generoso, valiente, discreto: perfecto. No era un actor, era el actor.
paul newman1.jpgDirigió, además, seis películas, todas muy buenas, y una, Rachel, Rachel, que es una obra maestra. John Huston escribió en sus memorias: «Sólo conozco a tres grandes actores que sean también grandes directores: Wells, Chaplin y Newman. Sólo conozco a tres grandes directores que sean también grandes actores: Wells, Chaplin y Newman».
En mis años de servicio militar había un sargento de película, que cuando quería reforzar un juramento invocaba a Paul Newman. «si esto no es verdad, que se muera Paul Newman», «Te voy a tener a paso ligero hasta que Paul Newman se vuelva feo»… Y Paul Newman no se iba a morir porque en el imaginario colectivo era un icono inmortal, y nunca se volvería feo, como no fuera por el maquillaje para representar al castigado boxeador Rocky Graziano en la película Marcado por el odio.
Después hemos sabido de su compromiso, su generosidad (160 millones de dólares de beneficio de su empresa de salsas donados todos a obras sociales sólo en 2007), y siempre hemos sabido de su gran talento como actor. Tenía la elegancia de Cary Grant, la dureza de Bogart, la profundidad de Montgomery Clift, la rebeldía de Dean, el desparpajo de Gable y la fuerza de Brando. Y un físico único. Ha muerto con la misma discreción con la que vivió. Fue uno de los grandes, pero sobre todo fue una buena persona, ese hombre nuevo que aparece en su apellido.

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Memoria

Dicen que no moriremos del todo mientras haya alguien que nos recuerde. Esto, por supuesto, no es ningún consuelo, porque, a la larga, todos seremos olvidados, porque no creo que nadie recuerde a un tatarabuelo suyo que murió mucho antes de que él naciera.
bandera.jpgPero sí hay que recordar a los muertos sociales, aquellos que fueron víctimas del odio, los que fueron eliminados por pensar distinto o simplemente aprovechando la situación para cerrar una venganza personal. Yo no sé si la Ley de Memoria Histórica tiene errores jurídicos, pero lo que está claro para mí es que había que hacer algo para rescatar nuestra memoria como sociedad, porque ya saben aquello de que los pueblos que no conocen su historia están condenados a repetirla.
Tampoco sé si la entrada del Juez Garzón en este asunto es técnicamente correcta o no. Eso es lo de menos, porque quienes arman ruido con estos argumentos lo que tratan es de desviar la atención del hecho central. Algunos usan la ley en su beneficio, pero cuando no les gusta se rasgan las vestiduras. Es tan simple como buscar a nuestros muertos y enterrarlos dignamente. Nada más, y eso es lo justo.

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El temporal

Decía Erasmo de Rotherdam que nada hay tan arrogante como la ignorancia, y por ello, porque abomino profundamente de la arrogancia y soy un ignorante en meteorología, no quisiera parecer resabido desde mis nulos conocimientos técnicos en la materia. Valga este preámbulo como escudo, porque ni a mí ni a mucha gente nos sorprendió la ventolera de ayer por la tarde, y por lo visto sí que fue una sorpresa para la Agencia Estatal de Meteorología.
nw_i1x0c200[1].gifSegún mi abuela, la buena lluvia viene del norte o del nordeste, y como mucho del noroeste, aunque esto es raro. De Africa viene el siroco y de Cabo Verde el tiempo de Sur, que en las medianías llaman «El tirajanero», atemporalado y con abundantes lluvias, que es el que suele llenar las presas.
Desde primera hora, la vendedora del cupón de la ONCE de mi calle me anunció que se iba a armar una buena, que se lo había dicho su anciano padre, con no sé que historia del tiempo de poniente. «Dios nos libre del tiempo de poniente», solía decir mi abuela. Decía también que es muy difícil que suceda, ya que por lo visto son rescoldos de tormentas tropicales que vienen desde el Caribe. Eso me cuadra con la tristemente recordada «Delta».
Escuchar la palabra «poniente» despertó mi curiosidad; así que entré en Internet y vi el mapa y la foto del satélite. Alli se dibujaba una depresión que venía del oeste. Es decir, como para mí la palabra de mi abuela va a misa, blanco y en botella, leche: el padre de la lotera tenía razón. Y todavía no era mediodía cuando empezó el temporal. Por eso no puedo entender cómo es que un servicio dotado de sofisticados medios -no ya de predicción, que no son magos, sino de observación- decreta la alerta naranja ¡¡¡a las seis de la tarde!!! cuando el temporal llevaba horas haciendo daño. Releeré a Erasmo a ver si encuentro la respuesta.
Pido disculpas por mi arrogancia, propia de un ignorante en meteorología, pero es que esta se la debía a mi abuela, que acertó veinte años después de irse más allá de los temporales. No podía dejarla pasar.