Archivos mensuales - Autor: Emilio González Déniz
¿Un año para olvidar?
Dicen que cada uno habla en la feria según le va en ella, y lamentablemente 2009 ha sido un mal año para mucha gente, pero para otros no, pero se ha instalado el pesimismo y todo son quejas por donde quiera que vas. Quienes mantienen sus ingresos no van a los bares, no compran ropa, no gastan, porque hay crisis, y sin embargo ellos siguen con el mismo poder adquisitivo que hace un año. No se dan cuenta de que cuando se retraen están generando más crisis, porque el dinero cuando rueda crea riqueza.
Y es que el pesimismo es la peor de todas las recetas, porque dice un viejo adagio que nada hay que tenga más miedo que el dinero. Los políticos tampoco ayudan, porque con sus discursos catastrofistas se instalan en lo de «cuanto peor, mejor», cuando en situaciones como la presente hay que hacer una piña y tirar todos unidos. Pero claro, eso no, que luego puede ser otro el que recoja la cosecha de votos. Por eso yo creo que no hay que olvidar ningún detalle de este año, porque todos se retratan con sus actos y sus palabras. Ojalá cambie la actitud general, y por eso, en este último día del año viejo yo deseo un 2010 más optimista y más solidario, que la solidaridad no es sólo ayudar a una ONG o dar una limosna. Levantar el ánimo es empujar el crecimiento económico.
Nuevas novelas en librerías
La editorial canaria PC-CAM acaba de abrir una colección narrativa que llama genéricamente Tiempos de silencio, y se empieza a componer con textos que tienen relación con los oscuros años de la pasada dictadura, en la que el miedo enmudecía las bocas y hasta los pensamientos. Para empezar, abre la colección con tres novelas: Los latidos del tiempo, de Miguel Angel Sosa Machín, Mientras maduran las naranjas, de Cecilia Domínguez, y una firmada por el autor de este blog, de la que paso a hablar en el siguiente párrafo.
Me refiero, por supuesto, a La mitad de un Credo, una novela que publiqué en 1989, coincidiendo con el 30 aniversario de la ejecución del Corredera. Ahora se reedita con nuevo formato, pero con el texto intocado, y es que entonces escribí esta novela para exorcizar fantasmas, demonios o como se le quiera llamar, según sea Sábato o Vargas Llosa quien lo diga. El Corredera se metía en todas mis narraciones, y tenía que quitarlo porque no venía a cuento. Entonces decidí hacerle su propia novela, y sólo así desapareció de mi escritorio. Juan Buganvilla es un trasunto de ese Juan García que tanto nos dolió como sociedad hace 50 años, y cambia el nombre y algunos detalles para evitar la fácil crítica de que no se ajusta a la realidad. Ni lo pretende, la realidad es el motor, pero la novela es ficción, y si no estamos hablando de otra cosa. Esencialmente, pretendí dejar claro que nadie, ni siquiera un Estado, puede disponer de la vida de un ser humano.
La edición de 1989 fue realizada por HECA, y Juan Ezequiel Morales y Javier Cabrera pusieron mucho para que viera la luz. Por su temática tan especial quisimos que los ejemplares fuesen cosidos en los talleres de la cárcel de Salto del Negro, y cuando la obra se agotó (porque entonces se agotó enseguida), hubo un leve beneficio, que dio justo para pagar una comida. Ahora, 20 años después, la edición es profesional, pero no puedo dejar de rememorar con cierta nostalgia y mucho agradecimiento aquella primera edición.