La civilización del espectáculo
Así se llama el nuevo libro -un ensayo- de Vargas Llosa, que pone en la picota la manera en que se ha ido banalizando la cultura en los útimos años, hasta el punto de que hoy sería prácticamente imposible -por ruinoso- estrenar una obra de teatro del corte de las de Bertol Brecht, Strindberg, Chéjov, O´Neil o Buero Vallejo. Ahora, cuando se va al teatro es a reírse, y así venden como monólogo dramático a un tipo que durante una hora se sube a un escenario a contar chistes inconexos. Se han olvidado adrede de que para que hay teatro debe existir conflicto, tensión dramática y una historia aunque sea muy leve. Es verdad que el humor es un vehículo muy poderoso para decir cosas entre líneas, y lo sabemos desde los clásicos, y gracias a él se ha ironizado sobre casi todo por parte de muchos autores, especialmente los de teatro: Bernard Shaw, Ionesco, Darío Fó, Edward Albee, Willy Russell… Y es que hasta el humor se ha transformado porque se entiende por tal lo grosero y se desprecia lo sutil. Hasta los humoristas han bajado el nivel, porque cuentas el chiste de siempre y la gente no se ríe, pero es un clamor si el mismo chiste lo envuelves en sexo grueso y a menudo discriminatorio (van dos mariquitas…) Se puede prescindir del humor, pero eso no parece posible en esta sociedad ya definitivamente banalizada, tanto, que hasta el humor ha perdido su genuino valor satírico. Eso es la banalización de la cultura, que no es otra cosa que el dictado de los mercados que determinan casi a priori qué va a ser un bombazo discográfico, editorial o televisivo (La Macarena, Ruiz Zafón, Gran Hermano) y qué debe quedar aparcado porque genera el peligro de hacer pensar a la gente. Han contrapuesto lo superficial a lo aburrido, y Hamlet transmite de todo menos aburrimiento.
Europa y el mundo Occidental se limitan a expoliar materias primas, a crear guerras civiles de las que sacan provecho, y siguiendo la estela del terrible Leopoldo de Bélgica, los dirigentes europeos se relacionan con África para recibir diamantes valiosos (Giscard D’ Estaing), para hacerse los machitos yendo a buscar rehenes liberados o para ordenar bombardeos (Sarkozy) o para ir a escondidas a cazar elefantes, con lo que significa el comercio del marfil de un animal en peligro de extinción. Con semejante apoyo, se han creado monstruos del tamaño de Bokassa, Idi Amín Dadá y demasiados coronelitos enchatarrados que manejan como suya la ayuda internacional. Cuando aparece alguien que intenta actuar con algo de lógica, se le quita de en medio de la forma que sea (Patricio Lumumba, Moise Tshombe, Ben Bella…) Y ahí sigue África, expuesta al sol de los traficantes de armas, de marfil, de coltán, de personas, consumida por la guerra, el hambre y el sida, y al Papa, cada vez que va de visita, lo único que se le ocurre es decir que no usen condón.