Pintar perros
Gran Canaria deber ser el lugar del mundo donde más polémicas surgen por metro cuadrado, las cultivamos y les echamos guano. Por cualquier cosa montamos una carajera, y eso estaría bien si desembocase en verdaderos debates que dieran luz al asunto y conciencia crítica a la sociedad, pero no, aquí se largan cuatro patujadas, se descalifica al adversario llamándolo imbécil, no hay quien ponga sobre la mesa un argumento que vaya más allá del insulto y al final no encontramos la raíz del arbolito que tan mimosamente se ha cultivado. Que voy a pintar un perro. Ni hablar, el perro lo pinta Fulano. ¿Y por qué no yo? Porque es usted un ignorante, un vendido, un traidor. Ya, de acuerdo, además de llamarme todo eso, supongo que tendrá argumentos técnicos para oponerse a que yo pinte un perro. ¿Argumentos técnicos?, por supuesto, es usted un mameluco… luego no hay quien pinte, el presupuesto se vence, el perro se oxida y mientras tanto en Tenerife han pintado una jauría entera.