Recuerdo que, hace treinta años, al atardecer de un día como hoy, me paseaba por la calle de Triana viendo cómo los súbditos españoles se convertían en ciudadanos al ir a votar la Constitución. Aquella era una votación complicada, porque la ultraderecha pedía el NO, la ultraizquierda también por razones distintas y un buen número de fríos, calientes y mediopensionistas propugnaban la abstención.
Organizar un Estado es muy complejo, y muchos creyeron que votando aquel articulado ya estaba todo hecho. Sólo era un papel que había que trabajarse artículo por artículo. Eso era entonces, y hoy podemos decir que en realidad sí que era una Constitución, la que más ha durado en España desde aquella del 19 de marzo de 1812, la de Cádiz, «La Pepa», y eso no es poco decir cuando en menos de doscientos años nos acercamos a la veintena, y eso contando con que los fueros franquistas se pudieran considerar una especie de constitución.
Hay mucha gente que niega esto o lo otro, y más valiente y progresista cuanto mayor sea la cancaburrada. Yo digo que, como mínimo me atengo a esta Constitución, aunque es evidente que el tiempo ha hecho mella y necesita una mano de pintura, porque la sociedad es otra. Pero esto es como lo del trabajo, no hay que dejar el que uno tiene hasta que encuentre otro mejor.
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(La foto es el reflejo contradictorio de una época convulsa pero en la que vivimos intensamente)
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