Para serles sincero, no creo en más genios que en los que salen de las lámparas maravillosas de los cuentos de Las Mil y una noches.
Creo en el talento, en la inteligencia, en la ituición y sobre todo en el trabajo. Es evidente que si hablamos de Leonardo Da Vinci o de Mozart enseguida sale a relucir la palabra genio. Pero no creo que ni estos lo fueran, y mucho menos cuando a un científico, artista o deportista que ha alcanzado grandes cimas por su talento y su trabajo se le corona como genio, aunque ya se ha vulgarizado el adjetivo genial -que yo también utilizo- para adornar algo sublime o incluso para asignarlo a una persona.
Otro lugar común que circula por ahí es que estos genios talentosos o como quiera llamárseles son unos sociópatas, gente de mal carácter que se vuelven insufribles para quienes conviven con ellos. Eso han dicho de Picasso, Beethoven, Einstein, Carusso o de Klaus Kinski. Yo no sé si eran insufribles, pero si lo eran tenía que ver con la soberbia, la prepotencia, la locura o que simplemente eran malas personas, aunque fueran grandes en lo suyo.
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