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Malos tiempos para el humor

 

Cuando se ponen a funcionar bombas de trece toneladas y misiles que aciertan con el objetivo a miles de kilómetros, nada hay que decir que sirva para algo, porque quienes dan esas órdenes y pulsan esos botones escuchan solo a intereses que casi nunca son presentables, por decirlo de la manera menos abrupta posible. Siempre se dice que el humor es una buena defensa contra la angustia, lo que pasa es que, hacer humor de la muerte y la destrucción no parece que sea ni elegante ni humano, aunque ya uno no sabe en qué lugar se ha puesto la línea roja de lo que es humano, y por ende supuestamente intocable.

Por eso hablo del humor, que a veces cruza líneas que no debe. El sentido del humor es una virtud, pero no hay que confundirlo con la chanza fácil y a veces chirriante. ¿Quién de nosotros no está harto del amiguete que tiene cartel de gracioso y está todo el día tratando de chistear y parodiar, y acaba atragantando a los demás, que muchas veces no están para cachondeos a destiempo? La principal baza de la ironía y el sentido del humor es ponerse en la picota, reírse de uno mismo, y eso también debe administrarse, porque el hecho de que te rías de ti mismo no te da derecho instantáneo a reírte de los demás. Pero lo más molesto para mí es cuando se pretenden hacer chanzas, ironías y chistes de cosas que son muy importantes y que significan mucho para muchas personas.

 

Hace unos días, escuché en la radio una interesantísima entrevista con la coordinadora de un proyecto que trata de aprovechar la relación con los animales en tratamientos terapéuticos de muchas dolencias y síndromes (cáncer, fibromialgia, disfunciones psíquicas, huesos de cristal…) que, ayudados por un vector psicológico, mejoran mucho, o por lo menos amortiguan la angustia y el dolor físico, aparte de que estimulan la comunicación, por ejemplo, en los casos del espectro autista.

Gatos, perros, delfines o caballos mantienen un nivel de comunicación muy importante con los seres humanos, y eso está contrastado científicamente. Es una labor pionera y muy humanitaria, que forma parte de la ciencia, no de la charlatanería. Curiosamente, esa misma noche, me tropecé con la puesta en escena de un conocido humorista que hacía chanza de todo esto, agarrándose a los nombres de los tratamientos (gatoterapia, cánidoterapia, equinoterapia…) Esa es la risa fácil, como la que provoca quitarle a alguien la silla, con el peligro de que se rompa varias vértebras, se quede parapléjico o incluso se desnuque. Eso no es humor, ni es humano, ni es inteligente, ni es nada; es pura ignorancia de alguien que se burla de cosas cuyo verdadero valor desconoce.

 

Hablamos de humor al referirnos a las expresiones de todo tipo que tratan de arrancar una sonrisa o marcar una distancia de quien lo expresa, pero si nos ceñimos a lo que dice la RAE tendríamos que hablar de humorismo, que es el modo de presentar, enjuiciar o comentar la realidad, resaltando el lado cómico, risueño o ridículo de las cosas. Y decimos humor para entendernos, y dentro de él usamos la ironía, el sarcasmo y otros recursos que a veces ni siquiera pretenden hacer reír, sino llamar la atención sobre asuntos que pueden ser incluso profundos y dolorosos. Las obras de autores como Molière o Darío Fo están surcadas de pasajes hilarantes, cuando lo que en realidad hacen es denunciar hábitos negativos de la sociedad.

 

Y ocurre no solo en la literatura, porque mucho sentido del humor se derrochó para crear dobles mensaje en las pinturas de la Capilla Sixtina o para componer una obra maestra como El Barbero de Sevilla. Pero hoy solo quería referirme a los humoristas que crean un espectáculo, bien sea con un monólogo o con escenas teatrales, o programas en los que los comentarios pretenden ser humorísticos para sacar filo a la actualidad. Soy muy asiduo al humor en cualquier formato porque, cuando está bien hecho, pienso que es una forma muy inteligente de comunicar. Recordar una obra cinematográfica suprema como La vida de Brian es casi obligado cuando se habla de humor contemporáneo.

 

Pero como todo haz tiene su envés, quiero referirme también y de forma muy crítica a lo que se nos vende como humor inteligente y a veces (demasiadas) es una repetición zafia e hiriente de los mismos conceptos, que suelen tener mucho éxito, lo que nos da idea de donde estamos. Hablamos mucho de acoso en sus diversas formas (sexual, laboral, escolar) y observo que muchos espectáculos de figurones del llamado humor inteligente son en realidad una escuela de acoso, porque repiten hasta la saciedad la misma comparación, que casi siempre usan todos a mansalva, señalando el aspecto físico de alguien, un error, un fallo tonto o incluso un hecho dramático.

Estoy hasta las cejas de que hablen una y otra vez de un futbolista como paradigma de la torpeza porque hace años rompió una copa deportiva o de usar características físicas o defectos de personajes conocidos, siempre con un enorme tufo discriminatorio. El colmo es el aplauso que pretenden recabar aludiendo a un artista que, como consecuencia del cansancio, la presión o lo que sea, sufre un desvanecimiento en el escenario, o tropieza y cae al foso. A eso ahora lo llaman «hacer un Pastora Soler o un Joaquín Sabina». Es una falta de respeto muy cruel. Y hay más ejemplos concretos, muchos, pero no quiero caer en lo mismo que critico.

 

No solo se educa en la escuela, dicen los africanos que para educar a un niño hace falta toda la tribu, y si los niños ven que se puede seguir llamando torpe a un futbolista, que se hacen risas con las particularidades de personas conocidas y no pasa nada, mañana ellos lo harán con alguien que consideren diferente según su muy subjetivo criterio; y hasta lo encontrarán lógico, porque ven que cada día se repite la misma burla hacia una persona famosa y la gente sigue riendo. Eso no es humor, es ensañamiento; Gila, Quino, Omayra Cazorla, Faemino y Cansado o Morgan no han tenido que humillar a nadie para criticar y hacer reír. El humor es un arte muy noble que incluso puede llegar a ridiculizar situaciones, nunca a personas.

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