Hace unos años, entre el chiste y el cabreo por el gallinero en que se había convertido este país (es que ya no sabemos ni cómo se llama, porque de gallinero avanza hacia granja), solía decir que iba a nacionalizarme luxemburgués o tanzano, y sigo pensándome lo de Tanzania porque cada vez me gustan más los documentales sobre el Parque Nacional del Serengueti, y no está muy lejos del mar, aunque sea otro océano, y en Luxemburgo hace mucho frío y la playa ni se huele. Y es que, encima, después de muchos años de titubeos y debilidades en la UE, ahora ya nadie sabe hacia donde vamos, y empieza a dar lo mismo ser polaco, portugués o esloveno, pues andan todos liados con lo del renacimiento de la extrema derecha y la lógica disparatada de la guerra de Ucrania. Para colmo, Estados Unidos, padrino de todo este asunto, se ha liado consigo mismo a más no poder en vísperas de las elecciones presidenciales de noviembre.
Así que la cosa anda entre Putin, Biden, Trump y ahora Netanyahu, que menudo póker para lidiar las vaquillas que ellos mismos han ido criando con proteínicos biberones de odio. Y en medio está la UE, que ya no sabe muy bien a qué juega, porque sorprende que se haya extendido una ceguera deliberada con lo que ocurre en Gaza, y a cuenta de todo eso ya ni siquiera puede celebrarse con tranquilidad un festival de canciones como Eurovisión, que siempre fue un pastiche y un compadreo (recuerden la rarita victoria de Massiel en 1968), ya es un barrizal político y macarrónico que no tiene pies ni cabeza, y que a los contribuyentes españoles nos ha costado más de setecientos mil euros como gastos y aportación al chiringuito. Claro, si ahora ni siquiera sabemos cómo va a quedar el Parlamento Europeo después de las elecciones de junio, la huida al Serengueti se vuelve más real, pero he visto que en Kenia y Tanzania los felinos, las serpientes y las águilas se dan la gran vida, pero los ñus, los conejos y las gacelas lo tienen más complicado; siempre lo mismo en todas partes, los herbívoros a merced de los depredadores.
La mayor parte de las incontables guerras europeas tuvieron como contendientes a británicos, franceses, alemanes y españoles. Pero en las más sangrientas solían aparecer siempre germanos y gabachos, lo cual llevó a Schuman (un francés muy listo pero tal vez demasiado ingenuo) a intentar asociaciones económicas entre Francia y Alemania, uniendo a otros países, porque cuando el dinero viaja en el mismo barco, no hay menos tentación de motines, porque todos salen perdiendo. Así nació la CECA (Comunidad Europea del Carbón y el Acero), embrión de esta Europa que tarda demasiado en creer en sí misma. Pero que no falte la fiesta, el 9 de mayo es Día de Europa, que, por cierto, este año ha pasado totalmente desapercibido. Lo que no advirtió Schuman es que esa UE tuviera que ser bendecida, cuando no controlada, por Estados Unidos, que justo un año antes había metido a media Europa y Canadá en la OTAN. Así que hubo que bailar la música de dos orquestas, la político-militar de la OTAN y la económica de Europa: Olof Palme, Willy Brandt, la Ostpolitik y todo eso; ¿les suena? Y claro, así no hay quien coja ritmo.
En España seguimos igual, o peor. La política española es como mínimo pintoresca. Resulta que puede que unas elecciones generales no propicien un cambio de gobierno, incluso si gana el primer partido de la anterior oposición, y en cambio unas elecciones autonómicas pueden acarrear una situación en la que los equilibrios sean tan peculiares que pueden hacer saltar por los aires al gobierno central. Ya hay resultados electorales, pero habrá que ver cómo los administran unos y otros. Ahora mismo, el actual president de la Generalitat, Pere Aragonès, ha dicho que Ezquerra se va a la oposición, lo que hace saltar por los aires la posibilidad de un gobierno con Illa como president, pero eso no es fijo, porque él mismo se va y no sabemos qué fuerza le queda a Junqueras para colocar a sus alfiles; dice el actual Honorable en funciones que ese es el mandato de las urnas. Yo creía que en las papeletas solo iban los nombres de las candidaturas, pero por lo visto también llevan otros mensajes que los mortales no sabemos leer.
Hasta dónde yo sé, la gente vota determinada opción porque es la que más le gusta o la que menos le desagrada. Y hasta ahí, pero los dirigentes justifican sus estrategias invocando mandatos que nadie ha ordenado. Se vota y ya está. Pero bueno, esto no ha hecho más que empezar, pocas fichas reales van a moverse hasta conocer el resultado de las elecciones europeas; esto se alargará, y los digos se convertirán en Diegos, porque ya me dirán cómo va a sacar adelante Pedro Sánchez los presupuestos del 2025 si a Junts o a Ezquerra les da por no apoyarlos según sus conveniencias. Muy rara la actual coyuntura política e histórica de España, mezclada con la de Europa. De lo que sí estoy seguro, por desgracia, es de que con estos bueyes poco vamos a arar, porque la mayoría embiste y no piensa. Ya saben lo de Antonio Machado: “De diez cabezas, nueve / embisten y una piensa. / Nunca extrañéis que un bruto / se descuerne luchando por la idea”. Que un roncote de San Cristóbal traduciría como “chiquitas cabezas pa’ un caldo pescao”.
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